En 1986, en los Oscars que premiaban lo mejor del año anterior, se insultaba doblemente a Steven Spielberg. Por un lado no se nominaba su labor como director en la magistral ‘El color púrpura’ (‘The Color Purple’, 1985), y por otro no se concedía ningún premio al film que había obtenido 11 nominaciones. Este año se nomina a seis estatuillas doradas ‘Precious’ (‘Precious: Based on the Novel Push by Sapphire’, Lee Daniels, 2009), film que guarda no pocos parecidos con el del Rey Midas. Ambas películas hablan de lo mismo, pero mientras la de Spielberg es un prodigio de narración y crescendo dramático, la de Daniels se revela como la más infesta manipulación de los sentimientos del espectador que haya dado el cine últimamente.
Al igual que en una película pornográfica, donde cobran importancia los detalles y primeros planos resultando todo muy obvio y hasta cargante, ‘Precious’ hace lo mismo en el género dramático, recreándose en las múltiples desgracias de su personaje central. Todo un panfleto sobre la educación que ha sido convenientemente diseñado y lanzado con inteligencia de cara a cosechar premios. No hay que olvidar que tras este producto se hayan los nombres de Oprah Winfrey y Tyler Perry, dos de las personalidades más respetadas y con más poder de la comunidad afroamericana en los USA.
‘Precious’ es la segunda película de Lee Daniels después de ‘Shadowboxer’, un extraño thriller que pasó sin pena ni gloria por los cines hace casi cuatro años. Cambiando totalmente de estilo, Daniels y su cámara vivaz nos hablan de la vida de Precious en el Harlem de los años 80. Violada repetidas veces por su padre, madre de dos hijos productos del incesto, vive con su madre, la cual le propina palizas y no contenta con ello la humilla piscológicamente hasta unos límites inaguantables. Precious es gorda y fea, prácticamente analfabeta y sus imposibles sueños de fama son su único modo de evasión.
Daniels no se corta un pelo a la hora de mostrarnos las desgracias de Precious, y lo hace una y otra vez, lo repite hasta el cansancio, porque ‘Precious’ es una película cansina. En ella no existe progresión dramática, su exposición de los hechos se limita a relatarnos desgracia tras desgracia sin ton ni son, pensado que nos apiadaremos de la pobre protagonista sólo por la cantidad de males que sufre. Botellazos, puñetazos, patadas, caídas por escaleras, lanzamientos de televisor, insultos, y todo lo peor imaginable lo sufre Precious en su odisea particular. Daniels carga cámara en mano con tono semidocumental para que el drama nos cale más hondo por si las moscas. No le llega con machacarnos una y otra vez con la desgracia de Precious, además lo reviste todo con un recargado sentido visual intentando que todo parezca más real.
Es en ese falso realismo es donde la película falla convirtiéndose en una versión pornográfica de lo que debe ser la historia sobre el papel. Todo perfectamente encajado para que el pobre e inocente espectador se deje emocionar por el desastre emocional que transcurre ante sus ojos. Trampas las hay a miles en el film, pero citaré solo una que me parece de juzgado de guardia. Tras haber dado a luz su segundo hijo, Precious regresa a casa con su madre, sube cansada las escaleras cargando con su recién nacido, un montón de escalones que acentúan aún más su desgraciado mundo. No es hasta ese preciso momento cuando vemos a Precious hacer algo que debe hacer todos los días: arrastrar todo su peso hasta el piso en el que vive, ¿por qué no lo hemos visto antes? ¿Por qué es sólo cuando acaba de dar a luz el segundo hijo de su padre? Y de la pirueta final del SIDA ni hablemos porque causa verdadera vergüenza ajena.
Pero eso no es todo. Lee Daniels pone sobre la mesa un montón de temas que ni llega a arañar. Rechazo social, una buena educación como base a un futuro digno, las relaciones paternofiliales, el compañerismo, la violación consentida, las relaciones homosexuales, etc, etc, etc. Y encima moraliza de la forma más repugnante jamás vista. El mundo es de color rosa cuando encuentras a otros desgraciados como tú, una profesora lesbiana guay que te ayudará en absolutamente todo, y un enfermero enrollado —Lenny Kravitz— que representa a la Sanidad de un país enfermo desde hace siglos.
No tengo la más mínima duda en asegurar que Mo’Nique se llevará el Oscar por su composición, entregada y sufrida —con el valor añadido de ciertas coincidencias en la vida personal de la actriz— y que alcanza su cenit en la escena final frente a su hija y una desconocida Mariah Carey. El resto de nominaciones son una exageración, como el drama mostrado en el film, desde el trabajo de Daniels detrás de la cámara, hasta el tramposo guión de Geoffrey Fletcher, pasando por la interpretación de Gabourey Sidibe en su primera incursión interpretativa y que consiste en poner morros casi todo el rato.
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