Es el gran Steven Spielberg, quien tiene más arte entregando el premio que el receptor del mismo dirigiendo su película, el que entrega complacido el octavo calvo dorado al melodrama que no creo que jamás pueda ponernos de acuerdo a todos. Unos pensamos que es una patraña, otros la adoran.
En cualquier caso, y aunque es una de las películas más oscarizadas de la historia, yo sigo pensando exactamente lo mismo, y lo que pienso lo saben de sobra los lectores de este blog. Alberto, a mi lado, ya ni siquiera se sorprende. Yo me limito a teclear. Concluye así una gala que salvo el inesperado premio a mejor actor en papel principal, no ha tenido el menor momento de sorpresa, y ha encumbrado la que todos sabían (algunos temíamos) que fueran a encumbrar.
La platea se levanta, sale todo el equipo al escenario a recoger el galardón, la cámara de Canal + nos enfoca sin compasión. En fin, es lo que hay.
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