A David Fincher parece que la vida le sonríe por fin. Después de entrar en el cine con mal pie, destrozando la posible continuación que podrían tener los hechos acaecidos en la imprescindible ‘Aliens. El regreso’ ( y siempre teniendo en cuenta que las intenciones de Fincher eran otras, por lo que hay que subrayar el hecho de que no tuvo ni la más mínima libertad en el proyecto), tuvo la inteligencia suficiente como para “recuperarse” con el que probablemente es su film más famoso: ‘Seven’. Tras desafiar al personal con las arriesgadas ‘The Game’ y ‘El club de la lucha’, el público pareció no saber apreciar las cualidades de cintas como ‘La habitación del pánico’, o ‘Zodiac’, para el que esto firma, su obra maestra.
Con ‘El curioso caso de Benjamin Button’, Fincher ha puesto de acuerdo, en inusitada armonía, a público y crítica, revelándose para muchos lo que para otros ya estaba muy claro: que Fincher es uno de los mejores narradores cinematográficos que existe en la actualidad, y estando el futuro del cine en manos de gente como este director, podemos respirar tranquilos. Entrando de lleno más que nunca en el mainstream, Fincher impresiona y emociona como pocos, aunque los resultados no terminen de ser perfectos.
‘El curioso caso de Benjamin Button’ parte de un relato corto de F. Scott Fitgerald en el que se ha inspirado Eric Roth para construir la historia de un hombre que nace viejo y rejuvenece con el paso de los años, siendo su vida todo un mosaico de experiencias vividas tanto por él como por las personas que le rodean. Mucho más no se puede, ni se debe, decir. En un principio la propuesta es de lo más arriesgada, pero afortunadamente, con dos pesos pesados como Roth (quien es capaz de lo mejor, con cosas como ‘Forrest Gump’ o ‘El dilema’, y de lo peor, con cosas como ‘Mr. Jones’ o ‘Lucky You’) y Fincher, en una comunión casi mágica entre guión y realización, convierten dicha propuesta en un producto de apariencia sencilla, fácilmente digerible por todo el mundo, y con una intensidad y profundidad que sólo los buenos directores son capaces de transmitir.
Mucho se habló en su momento del descontento de Fincher con el montaje final de su obra, llegando a enfadarse con la productora renegando incluso de su film. Los segundos querían, parece ser, un film que rondase las dos horas, y Fincher, tres. Al final, la película dura aproximadamente unos 165 minutos, por lo que podemos deducir que la balanza se ha inclinado más hacia el lado de Fincher, y aún así se pueden apreciar ciertas lagunas en la historia (en concreto en el que respecta a la relación de Benjamin con su padre o la parte en la que viaja por el mundo). Éstas no afectan demasiado a la narración, pero se notan, y es más que probable que las secuencias eliminadas en el montaje puedan disfrutarse en una edición en dvd que me atrevo a asegurar que estará entre las más vendidas del año.
Fincher abandona los lugares más oscuros del ser humano para contarnos una de esas historias que la gente suele catalogar como “muy bonita”, expresión que le viene como anillo al dedo a ‘El curioso caso de Benjamin Button’. Con un clarísimo tono de realismo mágico, y que empareja a la película con otras como ‘Forrest Gump’ (no por casualidad, el guionista es el mismo), pero sobre todo con ‘Magnolia’ (la monumental película de Paul Thomas Anderson) y ‘Big Fish’. Hay gente que ha señalado esto, sobre todo sus similitudes con el magistral trabajo de Robert Zemeckis, como algo malo, y no deja de sorprenderme tamaña osadía. Que recuerde a ‘Forrest Gump’ en la estructura de su guión (ciertamente la construcción del mismo es muy idéntica) no debería ser algo malo, sino todo lo contrario, al menos es como lo ve un servidor. Además, hay que señalar el hecho de que ‘El curioso caso de Benjamin Button’ es ante todo un trabajo de dirección, en el que Fincher imprime su fuerte personalidad al texto de Roth, haciéndolo suyo, erigiéndose como el verdadero maestro de ceremonias (habría que decir mago) de la función.
‘El curioso caso de Benjamin Button’ es un cuento, una fábula que habla sobre la vida y lo efímero de la misma. Sus personajes, todos ellos, siempre girando alrededor del personaje central, cuya existencia está marcada por un capricho del tiempo, esa invención del hombre, cruel como la propia vida, que nos cuenta una y otra vez lo que nos falta para dejar de existir y dar paso a la eternidad, formando parte de ella (impagable ese reloj cuyas agujas giran al revés ofreciendo la posibilidad de una segunda oportunidad a todo ser humano). Da igual que Benjamin Button rejuvenezca en lugar de envejecer, su paso por este mundo será como el de cualquier mortal, simplemente cambia el viaje, la forma de realizarlo. Y es precisamente esa forma la que llena de vida su peculiar historia. Empezar a vivir en un lugar al que la gente va a morir subraya y hermana el principio y el fin, la vida y la muerte, lo eterno y lo fugaz. Que la película esté enmarcada en todo momento por un desastre natural (el Katrina) no es más que una sencilla metáfora de la lucha diaria que supone vivir, y que una vez empezado el ciclo, todo empieza a morir, sin segundas oportunidades, con el futuro (¿el pasado?) para llenarlo con una existencia lo más pletórica posible.
La historia de amor entre Benjamin y Daisy, tan imposible como lo son las grandes historias de amor, refuerza aún más esa imposibilidad de cambiar nuestro destino. Las idas y venidas de estos personajes, cruzándose una y otra vez, mientras él se hace joven y ella vieja, son golpes brutales de verdad a una relación imposible en las que la fuerza del amor queda por debajo de las de la naturaleza, algo tan cierto y tan terrible que la película nos muestra con delicadeza, sin caer ni un sólo instante en la ñoñería. Es más, si algo me falta en ‘El curioso caso de Benjamin Button’ es un poco más de emotividad en algunos instantes clave de su argumento. Al respecto, cabe citar cierto funeral, en el que el film parece volverse algo gélido (¿intencionadamente?), como también me resulta fría la interpretación de Brad Pitt, quien logra hacer mucho más interesante su personaje cuando está totalmente cargado de maquillaje que cuando es él mismo (su nominación al Oscar me parece a todas luces exagerada). Aunque lo peor de la película supone ver a una Cate Blanchett menos inspirada que en otras ocasiones. Yo, que me declaro profundamente enamorado (como el resto de la humanidad, o casi) de esta maravillosa actriz, me que quedado bastante decepcionado con otra muestra de frialdad en el film si hablamos de la interpretación de Blanchett, que con toda justicia no ha sido nominada esta vez; lo cual me lleva a pensar si todo esto no estará hecho a propósito, buscando tal vez la aceptación del destino a través de las emociones contenidas. En cualquier caso, por muy grande y bonita que nos parezca la historia de amor central, la química entre Pitt y Blanchett se queda por debajo de lo esperado.
Con todo ‘El curioso caso de Benjamin Button’ es una delicia firmada por un Fincher en plenitud de sus facultades. Un canto a la vida, como se ha dicho por ahí, y a la aceptación de la muerte, narrado a través de la excepcional historia de un hombre que sin pedirlo ni quererlo vivió la suya al revés. Y eso es lo importante, cada existencia es especial con su particular reloj vital. Unos avanzan más deprisa, otros más despacio, y nada se puede hacer por impedir el fatídico desenlace, sólo vivir. Y aunque ‘El curioso caso de Benjamin Button’ parezca suceder en un tiempo y un mundo irreales, Fincher se encarga de visualizar muy inteligentemente destellos de una realidad plausible y demoledora. Siempre a través de un aparato de radio o de una televisión, vemos noticias sobre diferentes hechos históricos que nos pegan al suelo en medio del cuento: Los Beatles, La Segunda Guerra Mundial (que el personaje central sólo vive en un episodio casi onírico), el Katrina, etc. Elementos con los que Fincher nos devuelve a la realidad, y la música de Alexandre Desplat, inspirada en grado sumo, embriaga sin pudor cada rincón de nuestro ser, y un director que muy probablemente será ninguneado en los Oscars, realiza lo imposible: rendir pleitesía al paso inexorable del tiempo, hablando de todo lo que importa en la vida subrayando lo imperfecto de la existencia en una película imperfecta. Si esto no es gran cine, que se pare mi reloj, que no quiero ver más.