El pasado sábado se anunciaron los ganadores de la edición número 29 de los premios Goya. Por desgracia, creo que lo que que debería haber sido una celebración de lo mejor del cine español se convirtió, en mi opinión, en otra gala criticando al gobierno y en un espectáculo televisivo bastante pobre. Seguro que hay quien disfrutó con ello, pero yo me uno al bando de aquellos que la consideraron una gala soporífera e interminable.
Me apena la oportunidad de oro desaprovechada por la Academia, ya que el público respondió al convertirla en la gala con mejor share de los últimos cuatro años y lo que se encontraron fue más de lo mismo. Y es que poco importa el tirón de Dani Rovira y la creciente popularidad de nuestro cine si luego haces tan poco por mejorar la imagen de las películas españolas de cara a aquellos que buscasen algo fresco y diferente.
Una avalancha de lugares comunes poco efectivos
Es lógico que el mundo del cine quiera aprovechar los premios más importantes del año en España para lanzar mensajes reivindicativos, ya que se trata de un altavoz inmejorable para ello. Lo que deberían replantearse es las formas, porque ver a todo el mundo quejarse del PP y de la sangrante subida del IVA cultural al 21% ha llegado un punto en el que transmite la sensación de simple lloriqueo, ya que incluso las bromas pretendidamente jocosas acabaron siendo cansinas y, lo peor de todo, rutinarias.
Sin embargo, lo peor de todo no es la reincidencia en un mensaje ya desgastado, sino la necesidad de recaer en errores que deberían haber hecho reflexionar a los organizadores de la gala hace ya varios años. El principal es que un número musical bien hecho puede ser memorable, pero no logro a recordar ningún caso en el que los premios Goya hayan sabido dar en la diana en este punto -y eso que el de apertura de este año no estuvo del todo mal, pero cometió el mismo error que la propia gala al alargarse en exceso-. Además, poco ayuda la inclusión de un par de momentos musicales sin mucho sentido e increíblemente largos para desesperación de un espectador que simplemente quería que la cosa siguiera adelante.
Por mi parte, no tengo ninguna queja grave sobre el palmarés, ya que pese a tener mis propios favoritos no hay nada que me haga llevarme las manos a la cabeza, pero sí hay cosas que me llamaron la atención de los discursos de agradecimiento. El primero es que fueran en su mayoría demasiado largos -y mira que Dani Rovira tuvo la acertada idea de recordarnos que pueden hacerse en un minuto o menos, aunque luego él mismo lo incumplió- y que no hubiera ninguna medida real para solucionarlo, ni siquiera cuando faltaban más de media docena de premios por entregar y ya se había superado la hora prevista de finalización.
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Lo segundo que me llamó la atención de los discursos es el ninguneo a los guionistas, algo especialmente difícil de comprender en el caso de los actores, pues nunca habrían podido ganar el premio sin que alguien hubiese escrito sus personajes. Al menos, Javier Fesser tuvo uno de los momentos de mayor lucidez de la gala al recoger el premio al mejor guión adaptado por 'Mortadelo y Filemón contra Jimmy el Cachondo' para recordarnos con ingenio y buen humor la limitada partida presupuestaria que las películas dedican a este apartado. Ojalá los demás hubiesen seguido esa línea a la hora de quejarse...
La monotonía nunca es buen aliado
Ya he comentado que no iba a quejarme del palmarés, pero habría sido una buena idea organizar el reparto de premios de una obra diferente, ya que hubo una fase de la gala en la que daba la sensación de que 'La isla mínima' iba a ganar fuera el premio que fuera -no faltaron las bromas al respecto-, una invitación bastante fuerte para que algunos espectadores cambiasen de canal.
Además, sé que esto no podría ser más subjetivo, pero Dani Rovira nunca llegó a tener gracia y algunos de sus comentarios sólo sirvieron para recordarnos algunos de los males más habituales del cine español. El más llamativo fue el momento tráileres por lo fuera de lugar que resultó y la extrañeza que provocó entre muchos espectadores. En mi caso me llevó a pensar en que había sido malo, pero que al menos mejoraba con mucho la escasa pericia del cine español a la hora de hacer tráileres que realmente te hagan sentir interés por la película anunciada.
Por lo demás, la gala fue avanzando sin más brillo que momentos puntuales como cuando Carmen Machi y Karra Elejalde se acordaron de los fallecidos Amparo Baró y Álex Angulo o la despedida de Antonio Banderas de su sentido -pero demasiado extenso- discurso de agradacimiento dedicando el premio a su hija Stella del Carmen. Del resto me iba olvidando a medida que iban marchándose con su estatuilla dando gracias de que ya hubiesen concluido. Además, todo el mundo sabía quiénes iban a ganar los cuatro premios más importantes, por lo que su duración desmedida acabó convirtiéndose en un bache mucho más grave ante la falta de emoción.
Merecemos algo mejor
No faltaron las alusiones a la buena salud del cine español por el gran año realizado en 2014. No obstante, conviene recordar que 54,5 millones de los 123 recaudados en su totalidad por películas españolas pertenecen a un único título y no veo al cine español capaz de crear fenómenos así cada año y encima alguno de las producciones más taquilleras no fueron realmente éxitos, pues es probable que la quinta entrega de Torrente sea la última...
Es obvio que los Goya quisieron aprovechar su tirón al contratar a Dani Rovira, pero tengo mis dudas sobre que eso haya cambiado realmente algo al no llegar a salirse nunca del guión establecido -¿de verdad hay alguien que creyera que era buena idea que se pusiera en plan serio en los instantes iniciales? Yo si fuera un espectador casual habría cambiado de canal al de pocos segundos- y perdiendo fuerza según iba avanzando la gala.
No obstante, lo que realmente importa es que estoy convencido de que la gala de ayer no ayudó a crear interés hacia el cine español en ninguno de esos muchos espectadores que siguen echando mano de argumentos caducos para criticarlo, ya que volvió a encontrarse más de lo mismo -y encima no demasiado bien hecho, que el trabajo de realización fue francamente mejorable-, precisamente la idea que hay que terminar de desterrar de una vez por todas.
Imagen de cabecera | Premios Goya
En ¡Vaya Tele! | Dani Rovira sobresale en la gala de los Goya más larga y absurda que se recuerda
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