No cabe duda de que la ceremonia de entrega de los Premios Goya de este 2021 ha sido tan atípica como el marco en el que ha tenido lugar. Más próximo a un panegírico fúnebre que a una celebración de un cine español que está sabiendo mantener la cabeza alta y encajar los golpes pandémicos con dignidad, el evento sorprendió por su extremada sobriedad tanto en su forma, como en su contenido.
En esta misma línea de transgresión a lo preconcebido, los Goya también cogieron a muchos con la guardia baja en lo que respecta al reparto de cabezones, que elevó como gran triunfadora de la noche en número de galardones cosechados a una producción tan atípica como arriesgada, y que plantó cara a taquillazos millonarios como 'Adú'.
'Akelarre', el último trabajo del realizador argentino Pablo Agüero, se alzó con cinco merecidísimas estatuillas en reconocimiento a su excepcional ambientación y a la magnética concepción de su particular universo de brujería vasca; una "manita" que podría haber sido aún mayor de no ser por su discurso perfilado con brocha gorda y su excesiva simplicidad al retratar a sus, por otro lado, interesantes personajes.
Parecía que sí

He de reconocer que tengo una especial animadversión hacia la tendencia a reconocer los premios técnicos o relacionados con diferentes disciplinas artísticas como reconocimientos menores o de segunda categoría; y es que ejemplos como 'Akelarre' demuestran que un buen diseño de vestuario, una dirección de arte a la altura o una caracterización eficaz pueden elevar un largometraje a nuevos y superiores niveles.
Pocas —o más bien ninguna— son las pegas que puedo poner a las votaciones de los académicos que han otorgado cinco Goyas al filme de Agüero y su extenso equipo. Desde el vestuario de Nerea Torrijos a los efectos especiales de Mariano García y Ana Rubio, pasando por el maquillaje y peluquería de Beata Wojtowicz y Ricardo Molina y, por supuesto, a la eficaz dirección artística de Mikel Serrano, todas las condecoraciones están más que justificadas.

La labor de los profesionales mencionados ayuda a transformar una historia libre de artificios y volcada al cien por cien en sus protagonistas y antagonistas en un relato absorbente y de atmósfera densa, casi palpable, cuya extraña magia se enriquece por la también premiada banda sonora de Maite Arrotajauregi y Aránzazu Calleja; un Goya a la mejor música original que huyó del siempre eficiente academicismo de Roque Baños para elogiar sus hermosos cantos entonados en Euskera.
'Akelarre' podría haber estado, bajo mi punto de vista, nominada en otras categorías consideradas "mayores" como la de mejor película sin ningún tipo de problema, y haber rascado el que hubiese sido un merecidísimo cabezón a la mejor actriz protagonista por la increíble labor de Amaia Aberasturi como Ana —incluso una mención a Alex Brendemühl no hubiese sido descabellada—; no obstante, sus "derrotas" y la falta de nominaciones en otras categorías no resultan descabelladas.
Pasando por alto la dirección de fotografía de Javier Agirre, cuyo uso del 1.66:1 a la hora de encuadrar es infinitamente superior al look final de la imagen —demasiado digital para mi gusto, aunque ideal para las trabajar con baja luminosidad—, y un montaje que oscila entre lo preciso y lo tosco en su uso puntual del jumpcut, puede que el mayor impedimento a que la cinta arrasase a sus competidoras radique en sus aspectos narrativos.
Además de su peculiar juego tonal, que coquetea con el terror y la sátira más negruzca con dispares resultados, la falta de sutileza discursiva de 'Akelarre', que arroja sus tesis al espectador con tosquedad, limitándose a desarrollar las capas superficiales, es lo que, en última instancia, separa a esta pequeña gran sorpresa de lo notable a lo sobresaliente.
Por suerte, la calidad de una obra cinematográfica no puede cuantificarse ni en premios ni de forma numérica, sino en sensaciones; y en 'Akelarre', estas se sienten a flor de piel.
En el momento de escribir este artículo, 'Akelarre' se encuentra disponible bajo demanda en las plataformas Filmin y Movistar+.
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7 comentarios
mickyvainilla
Interesante mezcla entre"the with" y las mil y una noches. Lo que se ven son ecos de las danzas y rituales paganas agrícolas, que muy convenientemente se las asociaron a la brujería y fueron erradicadas y se perdieron en el olvido. Malditos cristianos puritanos, le sacaron toda la diversión a la espiritualidad. Hay que recuperarlas jaja :)
carlosgarciasoto
El cine español hace tiempo que se convirtió en propaganda política de la izquierda...muy rara vez encuentras algo ajeno a ello...
Arambolo
Premisa, clero españolazo malo, machirulo y lascivo, hablando en castellano, va a Euskalerria a quemar inocentes mujeres porque bailan y hablan en esukera. ¿Siglo XVI XVII y hablando "de no me explico por que en este pais de los vascos hay mas brujería que en cualquier otro lugar del mundo" ? Perdona majete, preguntales a las Meigas Galegas... y ademas incluso es un anacronismo, no existía pais de los vascos, era el Señorío de Vizcaya, las tierras altas de Alava y poco mas. El Pais de los vascos, se lo inventó el oligofrénico de Sabino Arana en el XIX.
Mas adoctrinamiento en vena, que puto asco.
rock_oso
Taquillazo? Adú? Me he perdido algo.
mund2
"Los hombres temen a las mujeres que no temen a los hombres". En esa premisa se basa Akelarre. En un grupo de hombres, del poder civil y religioso, que viajan de pueblo en pueblo a principios del siglo XVII buscando "brujas" poseídas por el "diablo" según ellos. Lo cierto es que lo único que hacen estas chicas, además de trabajar, es cantar y bailar en el bosque y los acantilados en los pocos momentos que tienen de descanso, que dada la época y su condición social todo indica que serán escasos. Pero los hombres esto no lo pueden consentir, las mujeres han de estar sometidas a ellos (con los ojos bajos) y a ser posible dentro de casa. Fuera, y libres, y jóvenes, se sienten tentados por ellas(ojo, no he dicho que ellas les tienten, son ellos quienes sienten el ardor sanguíneo en ciertas partes de su cuerpo ante la juventud y la belleza libres), como el personaje de Alex Brendemühl, que no hay que ser muy listx para darse cuenta de que se muere de deseo por Amaia Aberasturi. Pero como todo eso contraviene los principios en que ha sido educado tiene que matarla, a ella y a las demás. De hecho, la sentencia ya la tiene decidida de antemano. ¿Es feminista la película? Puede ser. ¿Y QUÉ? Cuenta una historia y la cuenta bien, con buena ambientación, con el habla de la zona, el euskera, que obviamente será el batua porque no van a hacer a las chicas aprender el dialecto del momento, y buena música y canciones también en Euskera. La escena final tal vez se pueda calificar de onírica, pero encaja bien en el clima como de cuento inquietante del filme. Ojalá Amaia Aberasturi o mi otra favorita por La Boda de Rosa, Candela Peña, se hubieran llevado el Goya a mejor actriz porque lo merecían. Y de adoctrinamiento nada, a quien no le guste que se muestre la cultura vasca o la historia desde el punto de vista de las mujeres que se rasque, que va a tener tarea.