No es verdad que se vayan los mejores. Ocurre que de ellos nos acordamos más
Siempre viene Enric González con una frase de las suyas perfectas a salvarme. La frase en sí, la utilizaba para referirse a Fernando Fernán Gómez. Yo lo hago para referirme a Rafael Azcona. Y es lo que siento después de gastarnos la broma, como alguien comentó, de morirse el domingo de resurrección. Hasta para eso sabía ser gracioso.
Es la vida, esa que nos va quitando poco a poco, sin pausa, a una parte de nuestro cine. Dos golpes duros en poco tiempo. Recordar a Rafael Azcona, al que el maestro Fernández Santos tenía en los altares, supone recordar esa genialidad que responde al nombre de 'El Verdugo', seguramente una de las tres mejores películas de la historia del cine español, a la que él puso el texto, incluido un final antológico.
No estará en persona entre nosotros. Permanecerá siempre en nuestra memoria. Sobre todo en la de áquellos que disfrutaron, disfrutan y disfrutarán con sus películas. Y además deja testamento, una adaptación de 'Los girasoles ciegos', que a poco que alcance la grandeza de la novela, nos hará creer que sigue entre nosotros, tal y como hacen todas las buenas entrevistas que realizó. Descanse en paz maestro.
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