“Es hora de que los Jedi se acaben” decía Luke Skywalker en ‘Star Wars Episodio VIII: los últimos Jedi’ (Star Wars Episode VIII: The Last Jedi, 2018) y mira, por poco lo consigue aquella película. La estrategia de Disney con respecto a ‘Star Wars’ ha variado mucho desde 2017, el año en el que la película de Rian Johnson hizo 700 millones menos que ‘El despertar de la fuerza’. Cuando llegó ‘Han Solo’ (Solo, 2018) ya era demasiado tarde. La galaxia se había quemado.
Desde ese momento, cada nuevo proyecto ha ido reduciendo su recaudación, con el caso de ‘Star Wars Episodio IX: El ascenso de Skywalker’ (Rise of Skywalker, 2019) siendo especialmente duro, con críticas demoledoras y la mitad de recaudación que la primera de la nueva trilogía. Y como dice Luke, ahora que siguen saliendo anuncios de proyectos nuevos que los fans ya cogen con inercia adquirida, cuando no suspicacia, y en un general clima de desilusión, ha llegado la hora de acabar con ‘Star Wars’.
El ambicioso plan de Disney era estrenar una película de la saga para cada Navidad, primero una de la trilogía Skywalker, alternando con un spin off “menor” que completara el mono que el big data había profetizado. Con ‘Rogue One: una historia de Star Wars’ muchos quedaron encantados, pero muchos otros vieron la jugada. Aquello era bollería industrial con la marca Lucasfilm impresa para despistar. Pasa en los mejores negocios, una vez se da con la fórmula ganadora, manufacturas lo que en algún momento fue un producto hecho con mimo.
Ordeñar la galaxia
Pero el cabreo de los fans con el Episodio VIII, sumado a la torpe jugada comercial de adelantar el estreno de ‘Han Solo’ a primavera, con el sabor a hiel del fiasco de la anterior todavía en el paladar, llevó a que se cancelaran los filmes satélite, algo agravado por el plan truncado de reservar a Leia como protagonista de ‘El ascenso de Skywalker’, tras la trágica muerte de Carrie Fisher. Algo que hizo que se improvisara en el final que debía contentar a todo el mundo tras la muerte de Luke Skywalker.
Una historia que ha dejado un olor a establo abandonado en el Universo Star Wars, donde se han cancelado muchos proyectos y se han redirigido muchos otros a la televisión. La pomada de Disney+ ha entrado en el momento idóneo como contenedor sin fondo de posibles fracasos. Todo es susceptible de convertirse en contenido para suscriptores que demandan horas de emisión como justificación de su cuota. Con unas cuantas series todo arreglado. Quizá Disney no contaba con el factor pasional (y tóxico) de los fans.
Recientemente Daisy Ridley comentaba en una entrevista que se preguntaba “Dónde había ido todo el amor” que había recibido cuando empezó la saga. Tras haber dado el 300% a lo largo de 5 años y ver que cada nueva película era recibida con más y más odio, con la ingenuidad de quien no ha tenido tiempo de asimilar el cobertizo en el que se había metido. Y es que el problema reside en que si para una generación fue especial, el paso de la mitología galáctica a primera línea industrial ha convertido a muchos de esos nerds fanáticos en ciberbullies y acosadores.
El retorno del Incel
El fenómeno ‘Star Wars’ ha muerto envenenado por sus propios residuos. Algo que era un producto de evasión, de cine de pipas que une a espectadores sin complejos se ha convertido en una fábrica de fans acomplejados. De fans tan fans que nada les vale. Las reglas se rompen, los dogmas no encajan y su mundo se derrumba. La última entrega es uno de los ejemplos más interesantes para entender que la coherencia interna y las estrictas reglas se han apoderado de tejido creativo de la saga. Si algo no cuadra con el credo, automáticamente es destrozado.
La cara más fea de ese descontento es la misoginia, el racismo y el acoso en redes a actrices. Un capítulo especialmente vergonzoso fue la cacería a Kelly Marie Tran por su Rose Tico, cuyo problema de base estaba un guion en el que su personaje entraba en la trama sin venir demasiado a cuento y pasaba sin pena ni gloria por el film. El episodio hizo que la actriz abandonara Instagram tras un constante embiste contra su aspecto físico y su origen étnico. Algo que hizo evidente la existencia del perfil de fan tóxico de Star Wars.
No mejoró la ecuación la reducción de espacio de su personaje en la siguiente entrega, interpretado como un acto de cobardía y una concesión a esos fans, de una manera un tanto delusiva, por otra categoría extremista, los que pretenden ver todo tipo de códigos ideológicos en la representación de diversidad y no parecen pararse a pensar si la viabilidad a nivel de historia o incluso económica de usar cierto casting puede tener algún sentido cuando en Hollywood existe un concepto bien anclado llamado “veneno para la taquilla”.
El despertar de las cuotas
Cuando un actor no funciona en la industria, es apartado. Es tan cruel como lógico. La lucha por la injusticia de no dar más minutos a Tico tenía una base ética razonable, compensar el daño hecho a la actriz fuera de la pantalla. Pero, por mucho que se trate de justificar, Marie Tran no tiene la culpa de que su papel en el episodio VIII fuera tan relevante como el de Lupita Nyong'o y su Maz Kanata, también reducida por Johnson a un humillante cameo en el Episodio VIII, tras haber sido uno de los puntos menos celebrados de la anterior.
Sin embargo, nadie salió en ese momento a defender a Nyong'o, porque parecía algo más lógico. Y es que, en la narrativa, a veces no todo funciona y no se trata de crear un papel a medida para dar un corte de mangas a fan tóxicos o contentar a los que hacen su pancarta en Twitter. Si en ‘El señor de los anillos’ (Lords of the Rings) Peter Jackson se vio obligado a cortar al mismísimo Christopher Lee completamente de ‘El retorno del rey’ (Return of the King, 2003), ¿debe Abrams extender un personaje totalmente inane por lo que represente fuera de la pantalla?
Esto deja expuesto al otro fan de ‘Star Wars’, el supuestamente opuesto al tóxico que dedica su tiempo a devolver la pelota y ocuparse de contestar a los del “otro lado”. Tras la división que causó el film de Johnson, fueron los primeros en sacar el sable láser con el Episodio IX, como si escupir más fuerte sobre ella fuera a limpiar el nombre de Marie Tran o las pueriles “transgresiones” de Episodio VIII. Pero el odio lleva al miedo y el miedo a convertirse quizá no en un fan tóxico pero sí en uno bastante mentecato.
La amenaza pollavieja
Luego está la cinefilia madura, los aventajados, los que se empeñan en ver ‘Star Wars’ como un gran género cinematográfico de prestigio, que debe tener planos preciosos y grandes momentos como la maniobra Holdo del Episodio VIII, o ese plano impresionante de Luke y Kylo en los últimos y mejores momentos de la película, aunque de la atrofia narrativa de su segundo acto y el feísmo blockbuster de mediados de los 2000 de su estampida digital no suelen comentar demasiado. Y cuanto más oscura, adulta y seria, mejor, claro.
Para llegar al gran cine, al clasicismo cinéfilo impuesto, la mirada atrás y el constante carrusel de citas a Leone, Kurosawa, J. Lee Thompson o el que toque ese día. El resultado es el mismo. ‘El imperio contraataca’ es tan buena que ahora resulta que ‘El retorno del Jedi’ es “una mierda” (sic) llena de concesiones infantiles como los Ewoks, que son peluches creados para conseguir formar un diabólico imperio capitalista. No así Baby Yoda, cuyo diseño de Gizmo en sesiones de quimio ha conquistado las redes sociales, que se tragaron aquello de que Disney no iba a hacer muñecos del pequeño genio de la fuerza.
Esto nos lleva al dilema ‘The Mandalorian’ y su silenciosa conquista del fan más propenso a la cinefilia, al nostálgico irredento y los puristas de universos extendidos y mitología que se han leído todas las guías, cómics y novelas disponibles. Una serie cara de formato episódico que entretiene sin molestar a nadie y cae bien por sus referencias al western y su lado macarra de mentirijilla. Al final se centra en dar lo que se le pide sin arriesgar ni un poquito en su implicación emocional con los personajes.
La beatificación del merchandising
Es como si a ‘Firefly’ le quitaras todo aquello que la hacía latir, ser incorrecta incluso —¡personajes que no siempre hacen lo correcto!— y uno se quedara apenas con sus escenas de acción y las estampas bonitas con eco al diseño del ‘Star Wars’ de los 70. No muy diferente era ‘Han Solo’, pero al menos aquella planteaba como una visión de la muerte de la inocencia que nos explicaba por qué el personaje dispara primero. Pero tampoco fue bien recibida.
El final de la serie ‘Clone Wars’ ha dejado contentos a muchos fans, también. Pero al final, lo que en su día se vio como una forma de extender el legado de una trilogía que ya causó una guerra importante entre los fans (y no tan fans), se ha convertido en el estándar de calidad al que debe aspirar la franquicia. El eterno “es mejor que cualquiera de las películas”. Que vimos primero con ‘Rogue One’, que continuó con ‘The Mandalorian’ y ahora incluso ha llegado al absurdo de compararse con ¡los videojuegos!. un medio con un lenguaje completamente diferente.
La norma es que nada de lo que venga va a ser tan bueno, así que, hey, rescatemos todos los posibles productos satélite y elevémoslos porque, más cine de ‘Star Wars’, queda claro que no queremos ver. Entonces, ¿por qué seguir compartiendo y debatiendo sobre nuevos proyectos y productos de la serie? Por lo que parece Rian Johnson y su trilogía están en standby y los responsables de ‘Juego de Tronos’ huyeron hacia Netflix dejando la suya desierta. Sin embargo es Taika Waititi el elegido para tratar de resucitar la saga en el cine.
El 'Star Wars' futuro y los fans del pasado
Una elección que confirma las buenas vibraciones del director con Disney, tras su resurrección, esta sí, del personaje de Thor en Marvel, tanto en su tercera parte como en sus apariciones en las últimas ‘Vengadores’ y, por supuesto, el resultado con sus episodios de ‘The Mandalorian’, incluyendo el muy bien recibido final de la primera temporada. No es difícil imaginar el tono inocuo de la posible película, que en manos de Kathleen Kennedy estará con las mismas limitaciones que han llevado a tantas otras a despedir a directores y remontajes varios.
Independientemente del resultado, es más que probable que vuelva a general un nuevo bucle de odios y pasiones sin sentido. Muchos alabarán el trabajo de Waititi y otros se le lanzarán al cuello y, entre medias, lo que quede de la idea de una película tratará sobrevivir mostrándose en una pantalla. La llama de ilusión por Star Wars ha pasado de ser emocionante y pura a un partido de fútbol entre diez equipos diferentes dispuestos a lanzar botellas al campo y gritar muy fuerte para que se les oiga.
Disney, lo haya hecho mejor o peor, ha sacado una serie de películas competentes que han tenido la suerte o la desgracia de pasar por todo tipo de estudios de mercado, big data y protecciones, porque claro, para crear naves y sables láser hacen falta unos cuantos millones. La distancia con esa parte del negocio se ha convertido en un requisito, sí, pero no es solo cuestión de Disney, es cómo funciona hoy la industria del cine. En esta matriz no funciona el “no han hecho la película para mí” de la era del narcisismo y la opinión online como escupitajo egocéntrico en el éter.
Magia nostálgica de oferta
Se confrontan dos maneras de ver la ficción, la comercial y la pataleta egocéntrica, que a día de hoy parecen irreconciliables. En cuanto a la visión creativa, pues es probable que Waititi y todos los encargados de levantar un nuevo proyecto tenga cosas interesantes que aportar, dentro de las cuadrículas de Disney, pero ahora la idea ya ha cambiado. No estamos esperando la vuelta de unos personajes para ver cómo fue su futuro, con esa mezcla entre nostalgia y curiosidad infalible. Pero lo malo es que, aunque parezca un bosquejo desde cero, todo lo que venga tiene ya un manual de uso.
Ya hemos visto cinco películas y una serie de acción real desde que Disney tomó las riendas y aunque se hayan conseguido grandes cosas en ellas, y ninguna sea tan terrible como los hooligans de unas y otras quieran hacer ver, empieza a verse el fantasma del agotamiento en detalles, por ejemplo, como el reciclaje de orígenes. El mandaloriano y la protagonista de ‘Rogue One’ tienen uno muy parecido, y habrá que ver la historia de Cassian Andor, en la que uno de los personajes más sosos del universo tendrá una serie para él solo. Se avecinan series, muchas series.
Disney+ necesita material y novedades y, siguiendo la lógica que rige el mundo del entretenimiento desde hace años, se apoyan en franquicias y marcas ya creadas para tratar de vender esos nuevos productos, por ello veremos a Obi Wan y muchas otras fantasías de seguidores de la saga encontrando su propio momento para rellenar todas las elipsis que las películas pudieran haber dejado. Algo que, en principio, podría funcionar como lo han hecho sus otros productos de universo expandido, pero acabarán ocupando, en buena medida, la conversación cultural.
La obligación de la emoción
Para muchos, ‘Star Wars’ es un mundo en el que desarrollar infinitas historias, para otros, son las películas clásicas y el resto es un intento de explotar el éxito de aquellas. Una mitología de más de cuatro décadas que sigue emocionando y enfadando, pero cada vez menos. Como cualquier fiesta, el alcohol deja de ser divertido cuando se toma demasiado y es peor aún cuando se convierte en resaca. ‘La guerra de las galaxias’ no está destinada a morir, pero en algún momento necesita un gran descanso.
Las fanfarrias de John Williams ya no son únicas, las entradillas con letras amarillas desapareciendo en el horizonte ya no causan un escalofrío, porque sabemos que pasado mañana tendremos otra pelea con sables, un destructor estelar persiguiendo a algún rebelde u otro tiroteo con soldados imperiales. No solo lo hemos asimilado sino que empieza a resultarnos casi una obligación. El deber de ver algo nuevo relacionado con ‘Star Wars’ para juzgarlo y volver a comprobar que no se parece a lo que yo quiero que se parezca. Otra, y otra vez.
Disney convirtió lo extraordinario en un menú del día y nosotros fuimos al cine a despedazarlo y tomarlo como excusa para despedazarnos. Puede que no nos merezcamos ‘Star Wars’, que no hayamos sabido, simplemente, dejarnos llevar y disfrutar, pero la oferta indiscriminada es un reflejo de la avaricia sin control y esto ha llevado a que todo lo que venga lo recibamos con una mezcla de ingenua emoción y el cinismo del que ya no cree en el poder de la fuerza. Y, como bien dijo el maestro Yoda, “si creer no puedes, es por eso que fallas”.
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