Pese a haber cerrado el pasado año sobrepasando la barrera de los cien millones de euros, los resultados obtenidos por el cine español en 2017 suponen los peores desde que en 2013 se alcanzasen tan sólo los setenta millones. Más allá de este dato, llama la atención que dos largometrajes patrios hayan sumado un 30% de la recaudación total, siendo uno de ellos la que podríamos calificar como la gran sorpresa de la temporada: 'Perfectos desconocidos'.
El nuevo trabajo de Álex de la Iglesia, estrenado el pasado 1 de diciembre, ha logrado hacerse con prácticamente 16.7 millones de euros desde su lanzamiento, llevando al cine a cerca de dos millones y medio de espectadores; unas nada desdeñables cifras que quedan eclipsadas por un dato que no necesita números para deslumbrar: la comedia negra logró desbancar a 'Coco' —de la todopoderosa Pixar— en su primer fin de semana en cartel, alzándose con un merecido número uno. Pero, ¿dónde radican las claves de este éxito indiscutible cosechado por 'Perfectos desconocidos'?
Una apuesta a caballo ganador con el respaldo de una gran compañía
Para entender el triunfo de lo último del director bilbaíno, se antoja necesario echar un vistazo al material original en el que se basa: la galardonada e igualmente laureada por el público 'Perfetti sconosciuti', del realizador italiano Paolo Genovese. Este filme, inédito en nuestro país y ganador de los premios David di Donatello a mejor película y mejor guión en el año 2015 se llevó al respetable al bolsillo, embolsándose más de 17.3 millones de euros y convirtiendo a su remake en una apuesta a caballo ganador.
Probablemente, estos precedentes y la confianza en el más que demostrado buen hacer de Álex de la Iglesia tras las cámaras fueron más que suficientes para sumar a la ecuación un agente crucial para el dominio en taquilla de 'Perfectos desconocidos': la participación de Mediaset en la producción. Obviamente, sin un producto con un mínimo de atractivo y de calidad, la descomunal campaña publicitaria llevada a cabo por el gigante grupo de comunicación hubiese sido en balde; aunque casos como el de 'Ocho apellidos vascos' o 'El secreto de Marrowbone' son claros ejemplos del poder del marketing más salvaje.
Dejando de lado cifras, productoras y desembolsos millonarios en publicidad hay que apuntar a la capacidad del largometraje de revelar, como ya lo han hecho anteriormente piezas del cineasta como 'El bar' o 'La comunidad', la peor cara de la naturaleza del ser humano, sin perder de vista en ningún momento un necesario e hilarante sentido del humor particularmente negruzco. Un retrato en el que es imposible no verse reflejado a uno mismo, o a alguno de esos amigos y conocidos a los que recomendar de forma prácticamente inconsciente ir al cine para compartir la experiencia en una muestra de la mejor propaganda: el "boca-oreja".
El innegable gancho de identificarnos en la pantalla
Me arriesgo a afirmar que uno de los principales elementos por los que 'Perfectos desconocidos' ha abarrotado las salas españolas ha sido este "factor espejo". Una facilidad para reconocernos y reírnos de nosotros mismos y nuestros problemas —o, mejor aún, de los del vecino, que eso nos encanta en este santo país— desde la confortable seguridad que ofrece el patio de butacas. Una práctica a medio camino entre lo voyeur y lo ligeramente masoquista con la que hacer autocrítica sin pagar las consecuencias de nuestras meteduras de pata en la vida real.
Esta representación —y consiguiente empatía— del público con los personajes de la película funciona especialmente bien gracias a la variedad de personalidades, estatus sociales y circunstancias de los mismos. De este modo, nos podemos encontrar con la pareja joven y fogosa en la que a alguno de sus miembros le cuesta dejarse puestos los pantalones, con un matrimonio desconfiado que no termina de soportarse del todo, con una familia acomodada no exenta de secretos... Todos ellos interpretados a las mil maravillas por rostros conocidos de primer nivel con los que es imposible no identificarse.
Por último, pero no por ello menos importante, está el omnipresente hoy día teléfono móvil; un dispositivo sin el cual cada vez se hace más complicado desenvolverse y que ha terminado pasando de ser una herramienta de lo más útil para mutar en una suerte de caja fuerte de secretos personal. En él, nuestra información —e intimidad— está a salvo detrás de patrones, códigos numéricos o huellas digitales... hasta que a alguno de nuestros colegas de turno se le ocurre un juego y pone nuestra vida patas arriba.
Estos infernales —y a su vez benditos— aparatos, aportan un último plus de cotidianidad a una 'Perfectos desconocidos' que, como una suerte de 'Black Mirror' cañí y de andar por casa, maldice la cara B de las nuevas tecnologías y saca nuestras vergüenzas a relucir sin señalarnos directamente con el dedo. Algo que, además de ser muy de agradecer, añade un plus de disfrute a la película evidenciado en su rotundo éxito. Y el que esté libre de pecado...
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