Hace unos días se puso a la venta en Estados Unidos el último número de la serie mensual de tebeos Simpsons Comics, publicada por la editorial Bongo, que echa el cierre tras 25 años ampliando el universo creado por Matt Groening.
La noticia ha pasado desapercibida para el público genérico, pero el buen aficionado a los Simpson, y también todo amante del arte secuencial que se precie, debería detenerse de nuevo sobre este asunto, y reflexionar sobre qué significa la desaparición de la longeva adaptación de 'Los Simpson' al papel.
Simpsons Comics #245. El fin.
Bongo Comics era, hasta hace apenas unas semanas, una pequeña editorial que peleaba por su pequeña porción de pastel dentro de la compleja industria norteamericana del cómic. El propio Groening, creador de la gigantesca franquicia de dibujos animados, se había reservado personalmente los derechos de publicación desde el principio, en sus negociaciones con FOX, y participó del nacimiento de esta pequeña compañía ubicada en Santa Monica (California).
De hecho, se tomó el honor de bautizarla: Bongo es el nombre del conejo con una sola oreja, uno de los protagonistas principales de la tira cómica 'Life in Hell' que Matt lleva dibujando desde 1977. Además, él mismo anunció el lanzamiento del primer tebeo de Bongo Comics en la Comic-Con de San Diego de 1993, que saldría a la venta en el mes de noviembre.
Simpsons Comics #1 junto a Fantastic Four #1.
La portada del primer ejemplar de Simpsons Comics parodiaba el número 1 de 'Fantastic Four' ('Los 4 Fantásticos', con fecha de portada también de noviembre, pero de 1961; obra del Maestro entre maestros Jack Kirby).
De manera similar a lo que sucede con todo el material del emporio Disney, el sello de Matt Groening aparece por todas partes (en pósters, pegatinas, libros, imágenes promocionales, etc.), y también lucía como firma de aquella ilustración; pero en realidad detrás de la misma estaba el talento de un joven artista llamado Bill Morrison, el auténtico genio en la sombra de Bongo Comics. Y tanto este número como los siguientes, fueron realizados con mucho mimo por Morrison y el matrimonio compuesto por Steve y Cindy Vance, supervisados por Groening.
Este fue el cuarteto fantástico que dio forma a montones de historietas mensuales, tal como cuenta el propio Morrison: Steve ideaba las historias y las abocetaba, Bill las acababa y entintaba, y Cindy las rotulaba y coloreaba. Matt estuvo allí también los primeros meses después de aquella Comic-Con, firmando artículos interiores y dirigiéndose a los lectores.
Matt Groening habló de los orígenes de su creación en este poco conocido documental de 1991.
Para entonces, la serie de Los Simpson comenzaba su tercera temporada. Era un éxito internacional de culto, y estaba a punto de cambiar para siempre el paradigma audiovisual, el mundo de la animación y toda la cultura popular.
Pero esa es otra historia; la de Bongo Comics es en realidad la de un pequeño grupo de amigos entusiastas, que adoraban a Marge, Homer, Lisa, Maggie y Bart, y decidieron sacar adelante la idea de multiplicar sus aventuras manteniendo el control absoluto de los personajes: algo imposible con el resto del marketing derivado de la serie, y de hecho con los propios argumentos y diálogos de los episodios, que a Matt pronto se le irían de las manos.
La historia de Bongo Comics
La Prehistoria.
Aunque, en realidad, esta historia de nerds y juerguistas obesos, emprendedores con camisas estampadas (manejando a sus anchas un producto multimillonario y que pronto se auparía a los primeros puestos del mainstream audiovisual), había comenzado unos pocos meses antes.
Los primeros años 90 fueron una edad de oro de la mercadotecnia, y casi desde el primer momento (recordemos que la serie nació en las Navidades de 1989) a Los Simpson les agasajaron con todo tipo de productos derivados: videojuegos, libros, calendarios, camisetas, cromos, muñecos, vajilla de colección... Fue en aquel material en el que se fueron curtiendo los autores que pronto pasarían a formar parte de Bongo, como Nathan Kane (director creativo), Tim Bavington, Phil Ortiz, Luis Escobar y otros artistas hasta entonces desconocidos.
Los Simpson y Los Reagan en una noticia de Simpsons Illustrated Magazine #3.
El primer impulso de llevar a los personajes al papel germinó en la maravillosa revista Simpsons Illustrated Magazine, nacida en la primavera de 1991, que solo contó con 9 estupendos números y un especial 3-D (sí, de esos para mirar con gafas bicolor).
Además de estupendos artículos o entrevistas a los actores de doblaje, el making-of de la serie, publicidades de otros productos Simpson, las cartas y dibujos de los lectores (sección conocida como "Junk Mail", "correo basura", nombre que se mantendría en las revistas que pronto editaría Bongo) y todo tipo de imágenes curiosas, allí aparecieron las primeras versiones de los personajes en viñetas.
Una de las primeras versiones en viñetas, en Simpsons Illustrated #2.
Simpsons Illustrated Magazine, por alguna razón, fue un proyecto para quiosco frustrado, pese a estar detrás la editora neoyorkina Welsh Publishing (o quizá precisamente por eso). Y era un producto muy de su tiempo, esos años noventa llenos de revistas para adolescentes, reportajes con mucho texto, publicidad divertidísima de juguetes y chucherías. Y con el tiempo, es una fuente de información valiosísima para el estudioso de Los Simpson.
Y en aquellos tebeos e ilustraciones incluidas se fueron formando algunos de los escritores y dibujantes citados. Aunque entre el staff de la revista figuraban también muchos de los guionistas consagrados de la serie, como Bill Oakley y Josh Weinstein, o ilustradores como Barbara McAdams (autora de varios de esos libros de los Simpson de Ediciones B que todos tenéis en casa), y animadores conocidos como Neal Sternecki y Larry Nikolai.
Curiosamente, en la revista también se incluían tiras cómicas de Craig Bartlett y su personaje ¡Oye, Arnold!, que un lustro después también tendría su propia serie de dibujos, o los marcianos dibujos de Gary Panter, gran amigo de Groening.
Groening posa para Simpsons Illustrated Magazine #9 con su colección de productos piratas de los Simpson.
Y por supuesto, Morrison y los Vance ya estaban allí. Aquel primitivo intento debió de convencerles, y tras algunos números únicos de edición limitada que distribuyeron en aquella citada convención de cómics (The official history of Bongo Comics y Bongo Comics Group Spectacular), lanzarían el especial Simpsons Comics and stories, algo así como el número 0 de Simpsons Comics, con una tirada inicial de 175.000 ejemplares y un éxito rotundo en las tiendas especializadas.
La relación entre Los Simpson y el cómic siempre ha sido bidireccional.
El mercado del cómic estadounidense es un campo de batalla complejo y mutante, y la primera mitad de los noventa fue especialmente convulsa, cuando se tambalearon los cimientos de los gigantes Marvel y DC con el nacimiento de Image Comics, o los cambios definitivos que hubo en el gremio de las distribuidoras, con la proliferación de las librerías especializadas en cómic.
Sin querer detenerme en aspectos técnicos, Bongo Comics se fue consolidando como una empresa pequeña, pero con distribución saneada, debido a que funcionaban, desde el principio, con una tirada que podríamos denominar algo así como bajo demanda: en lugar de saturar el mercado con cientos de series y ocupando todos los anaqueles, como hacen las editoriales grandes, para ganarse el beneficio de transportistas y quiosqueros, su tirada está sujeta a las solicitations de las librerías.
Así, las pérdidas económicas se reducen, no hay devoluciones y, sobre todo, los ejemplares se revalorizan, porque es difícil (por no decir imposible) conseguir ejemplares atrasados, fuera del mercado negro habitado por especuladores y tiburones de la Internet Profunda. Es otro dato a tener en cuenta para entender que estos tebeos, sobre todo en sus primeros años, fueran obras de culto.
Algunos de los más de 600 títulos publicados por Bongo Comics.
Casi a la vez que la serie principal, que se publicaba cada dos meses, Bongo puso a la venta otras series limitadas protagonizadas por Bartman, Krusty el Payaso, Rasca y Pica o El Hombre Radiactivo, para mantener la cadencia mensual, y con el tiempo fue afianzando su línea con las colección regular Bart Simpson Comics, el maravilloso especial anual de Halloween Bart Simpsons’ Treehouse of Horror, y otros especiales para el Día del Cómic Gratis, la Navidad o el comienzo de verano.
A precios reducidos, y que al contrario que los de otras editoriales siempre se cuidaban de contener material nuevo. El final del siglo pasado y el comienzo del siguiente, demostraron que los tebeos de los Simpson eran algo más que panfletos promocionales para coleccionistas, sino todo un universo a explorar para el que no tenía suficiente con los dibujos animados, o no estaba conforme con la deriva de la serie.
Como el mercado manda, Bongo comenzó a llenar las tiendas también con tomos recopilatorios confusos, azarosos y sin contenido adicional (salvo las portadas), lo que allí se llama trade paperbacks, que tienen su propia clientela, ya que los tebeos de grapa hace mucho tiempo que son cosa de nostálgicos a los que no nos importa que no se le vea el lomo a nuestras estanterías.
Y por supuesto, en el año 2000 llegó la cabecera de Futurama Comics, basada en la mejor serie de ciencia-ficción de todos los tiempos. Publicada cada dos meses hasta alcanzar el número 83, dejó de existir en julio de 2017, con un número doble, nada especial y algo rutinario, que vaticinaba que algo raro estaba pasando con la editorial, y dejándonos a los fans de Bongo con la mosca tras la oreja.
Y por si el cariño y el respeto con el que (generalmente) trataban a los personajes de Groening no fuese suficiente, Bongo fue también el hogar, durante estos 25 años, de otras series ajenas a los personajes de la franquicia amarilla.
El gran Bill Morrison dio rienda suelta a su experimentación con sus propias series de autor, con la magnífica serie de 6 números Roswell, Little Green Man y la parodia de superhéroes Heroes Anonymous; el homenaje de Stephanie Gladden a la animación de Tex Avery, Hopster's Tracks, que solo contó con dos números; una serie a base de chistes mudos del legendario artista Sergio Aragonés, que también colaboró en muchos números protagonizados por los Simpsons con su propio e inconfundible estilo; y desde 2011, Bongo era también la casa de acogida de la magnífica y experimental edición en tebeo de otra serie de animación de culto: Bob Esponja.
Pero... ¿realmente eran buenos estos tebeos?
El cómic es un medio ingrato. Aunque la sociedad va cambiando conforme a los tiempos, para una parte importante de la población adulta los tebeos nunca dejarán de ser un objeto infantil, y su lectura algo vergonzante y que debe guardarse en secreto. Más aún, cuando pensamos en un tebeo protagonizado por una franquicia de animación.
Incluso el aficionado a la serie que nunca se ha acercado a ellos (doy por hecho que ningún detractor de Los Simpson estará leyendo este texto), es posible que tenga de este producto un concepto similar al que pueda tener al mirar un tebeo de Alf (sí, la editorial Marvel publicó tebeos de Alf), de Isidoro, de Los Picapiedra o de Sonic el Erizo.
Sin embargo, los tebeos de los Simpson estuvieron siempre en un limbo muy particular, lejos del panfleto publicitario para nenes y más cercano al cómic independiente de autor, hecho con extremado cariño y pasión por el cómic. Considero que, aunque muchos de estos tebeos son simples historietas intercambiables y olvidables protagonizadas por Homer, Bart y compañía, buena parte de la producción de Bongo Comics es una lectura imprescindible para todo aficionado a la cultura pop.
Para esas personas que adoran a los Simpson, y siempre tienen ganas de más, cualquier historieta de Simpsons Comics o de Bart Simpson Comics saciará su ansia, al encontrar a sus personajes favoritos en situaciones nuevas. Algo que tienen estos tebeos, y que no se puede decir de casi ningún otro, es que conocemos de memoria las voces de los protagonistas, el ritmo de la serie, el tono, el doble sentido, el pasado de los personajes, etc.; así que en nuestra cabeza estas historietas pueden funcionar como una extensión perfecta de un capítulo.
Cada historieta es un episodio inédito con el que disfrutar... y hay unos cuantos centenares de ellos. En el caso de Futurama Comics, conscientes de que la versión en papel hace años que es la única a la que tenemos acceso del extraordinario universo de Futurama, sus tebeos eran los únicos episodios nuevos que teníamos desde 2013, y estaban cuidados hasta el último detalle, como dignísimo sustituto de la serie.
Uno de los muchísimos invitados ilustres que aparecen en cualquier viñeta…
Pero hurgando más a fondo, muchos de estos tebeos fueron un sentido y lúcido homenaje a lo mejor de la historia del cómic, del cine de género, de la televisión, de la cultura popular norteamericana en general.
Una de las principales apuestas de Bongo Comics, a imagen de lo que sucede en la serie, son los homenajes, guiños, parodias, adaptaciones o referencias ocultas que se encuentran por todas partes, desde las portadas a cualquier diálogo de los personajes o un chiste visual en segundo plano de las viñetas; los cameos de famosos también son mucho más habituales que en la tele, ya que no es necesario llevar al invitado para que ponga las voces, sino que basta imaginársela.
Los autores detrás de estas páginas, con Bill Morrison al frente (y otras de firmas que han terminado haciéndose un hueco en la profesión gracias a Bongo, como Ian Boothby, James Lloyd, Eric Rogers, Batton Lash, Nina Matsumoto, los cómicos Gerry Duggan y Brian Posehn…), son grandes conocedores y amantes del medio, y lo llenan todo de situaciones que remiten a todo tipo de productos.
Las alusiones a Star Wars, Star Trek, el cine de terror, la ciencia-ficción clásica, la Edad de Oro del cómic o la televisión y la actualidad del cotilleo, por ejemplo, son incontables, igual que en la serie se puede jugar a localizar paralelismos con todo tipo de fenómenos del audiovisual. Y en lo que respecta al arte secuencial en particular, el lector habitual de cómic encontrará en muchísimos números una pasión inusitada por los grandes maestros del medio.
Concretamente, los números protagonizados por El Hombre Radiactivo (1994-2004), por ejemplo, son un asombroso repaso por los momentos más épicos de Marvel o DC, que se llevó al extremo con la serie anual Simpsons Super Spectacular (2005-2013), protagonizada por versiones superheroicas de los personajes de Springfield.
Pero más allá del metalenguaje o del gag puntual, en multitud de ocasiones, además, los responsables de Bongo decidieron homenajear a todos los rincones de la cultura pop de forma aún más directa, invitando a escribir o dibujar a un montón de artistas invitados.
Para esto estaba principalmente (aunque no exclusivamente), la serie Simpsons’ Treehouse of Horror (1995-2017), de la que salieron 23 números alrededor de la fecha de Todos los Santos, y que, emulando a los especiales de Halloween del show de televisión, estaba compuesta de varias historietas cortas de terror, repletas de homenajes e inspiración de todo tipo, escritas y dibujadas por auténticas leyendas del cómic de todas las épocas, cuya sola mención hace salivar a cualquier aficionado; o bien realizadas por firmas invitadas de fuera del gremio como Mark Hamill, Lemmy Kilmister, Patton Oswalt o Alice Cooper.
Los tebeos de Halloween de los Simpson o los primeros años de la serie clásica, son una cima del cómic universal. Pero ese brillo, esa excelencia y ese entusiasmo de fan bendecido por la libertad absoluta para divertirse ante una página en blanco, podía surgir en cualquier momento, en cualquier serie... destacando en mitad de una monotonía que acabó sepultándolo todo.
¿El futuro?
Porque en los últimos años en Bongo Comics reinaba cierta desidia, cierta rutina equivalentes a lo que asoma demasiado a menudo en la serie de televisión. En la poca información que se ha ido filtrando sobre el deceso anunciado de Bongo Comics en los últimos meses, no han trascendido demasiados motivos, pero intuyo que la clave, una vez más, está en el abandono de Bill Morrison, hace más de un año, cuando fue elegido para tratar de salvar de la muerte a la mítica revista satírica MAD, que parece estar surgiendo de las cenizas, gracias a él, en estos mismos momentos.
Es posible que pronto vuelva a haber tebeos de los Simpson en las tiendas. En el mercado americano hay muchas editoriales ávidas de contenidos con cierto recorrido, buscando continuamente un nuevo éxito (¿IDW? ¿Dynamite? ¿Kaboom?), y seguramente alguna acabe llevándose el gato al agua. Incluso podría tener lugar un nuevo corrimiento de tierras que haga que la cadena FOX sea engullida por algún inmenso conglomerado empresarial bajo cuya capa esté alguna de las editoriales grandes (y sé de primera mano que Bongo Comics sobrevivirá sin Los Simpson, aunque aún no se pueda hablar de ello).
Sin duda, se ha quedado mucho talento por el camino, y las historias que contar al estilo Simpson parecen no tener fin, ni tienen por qué tenerlo, mientras se sigan haciendo las cosas tan bien como lo hizo casi siempre Bongo Comics. Algunos nos quedamos huérfanos de sus viñetas llenas de ese característico pantone amarillo cheddar, pero albergamos esperanzas. Eso sí, quienquiera que tome el testigo, que tenga una cosa clara: no existirá el futuro mientras no vuelva Futurama.
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