Hay dos secuencias de entre todas las películas de Sydney Pollack que me reconfortan, principalmente por lo que transmiten, y aunque piense que más que el director, sea culpa de las otras personas que intervienen en ellas. Seguramente para mí son mágicas por la música. Dos declaraciones de amor sin besos, y sin declaración valga la redundancia. El final de 'Tal como éramos', con la música de The Way We Were de fondo. La secuencia del avión volando sobre África con la banda sonora de John Barry en 'Memorias de África'. Las dos inmortales a su manera.
Cierto que Sydney Pollack comentó en más de una ocasión que su película es, tras el marco de una historia de amor, una fuerte crítica a la época del senador McCarthy, al desencanto que vivió una generación castigada por la represión política que instauró este senador. Y así debería entender estar película, pero me pasa como a los fans americanos de la misma, me quedo con la historia de amor, sobre todo por cómo se cierra la misma. El final de 'Tal como éramos' parece algo más que un reencuentro y una despedida de los personajes. Es la respuesta a un amor imposible. Se ve y se sabe que los dos se quieren, por lo que se dicen, por cómo se lo dicen, las miradas, las pausas, el nerviosimo del encuentro inesperado tras años sin verse. Tanto Barbra Streisand como Robert Redford transmiten todo eso en apenas dos minutos, e incluso uno podría imaginar lo que ha podido pasar entre ellos sin haber visto la película. La sensación de dos personas que se aman, pero no pueden estar juntos porque serían infelices. El amor imposible por vivir fiel a unos ideales. Porque saben que es así y nada se puede hacer, cerrado por The Way We Were.
Seguramente es John Barry el que con su música crea la magia de esta secuencia. Otra declaración de amor sin palabras. Alguien que quiere compartir con la persona que quiere sus momentos íntimos, su secreto, descubriéndole algunos de los rincones de África. Podría pensar uno que estamos ante postales, imágenes que se verían en cualquier documental sobre este continente, pero al momento nos vemos tarareando la banda sonora de Memorias de África. Es una pausa. Un momento íntimo que el cineasta quería compartir con nosotros, cerrado con esa mano de Meryl Streep agradeciendo a Robert Redford lo que acababa de mostrarle.
Ambas secuencias las vería cientos de veces y no me cansarían. Y es probable que no tenga que ver por cómo las rodaron. Va más allá. Afecta a mi memoria selectiva, a los recuerdos escondidos en las esquinas de mi mente, como dice la canción de Barbra Streisand. Me emocionan y me hacen sentir débil, como en el Oh capitán, mi capitán de 'El club de los poetas muertos'. El cine son sentimientos, y a diferencia del entretenimiento, el primero se guarda como un regalo. De ahí la magia. Por eso algunos llegan a amar al séptimo arte.
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