Se trata de películas que para el común de los mortales no llaman la atención, pero en base a una gran interpretación como la de ese monstruo que terminó siendo Burt Lancaster con los años, y a un director como Louis Malle, que pese a sus altibajos en su época americana, nos regaló una joyita como 'Atlantic City'.
La escena en cuestión es aquella en la que Susan Sarandon, joven, atractiva, deseable, se lava con un limón el cuerpo, ante la atenta mirada de ese gánster en decadencia que interpreta Burt Lancaster, y que gracias al deseo que despierta en él Susan Sarandon y su personaje, recupera las ganas de vivir. Lo importante de la secuencia, no es lo que se ve sino lo que se intuye. A la Sarandon al principio no la vemos de frente, y luego la miramos a través de los ojos de Lancaster, el pasado mirando al futuro, al deseo delante de nosotros, a la fruta prohibida aunque cercana. Para al final sí observar, con una elevada carga de erotismo, como se seca y se viste, y como uno es capaz de aguantarse.
La escena me parece rodada magistralmente, en algo supongo que tuvo que ver que Louis Malle y Susan Sarandon eran pareja en la vida real, y que el maduro director era quien observaba a su amada a través de los ojos del actor. Recuerdo que la escena me impresionó, como a mucha otra gente y críticos que han visto la película, porque cumple con una regla importante, enseña sin mostrar, y es nuestra imaginación la que engrandece lo que vemos. Lo dicho, si la secuencia y esta entrada sirve para que os acerquéis a ver 'Atlantic City', adeptos habré logrado. Eso, y que ver actuar a Burt Lancaster en estado de gracia, es un caramelo que merece la pena llevarse a la boca. Está soberbio.
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