Aviso a navegantes: El siguiente artículo sobre la narrativa y la gestión del tiempo en la nueva temporada de 'Juego de Tronos' está plagado de SPOILERS. Si no has visto los tres últimos capítulos emitidos, tal vez no deberías seguir leyendo.
Ni la impresionante masacre presenciada en el último tercio de 'Botín de guerra', ni la creciente tensión erótico-festiva entre Jon y Daenerys, ni tan siquiera el hecho de que el mismísimo Rey de la Noche haya conseguido acabar con uno de los "hijos" y ahora tenga un puñetero dragón no-muerto en su poder. Ninguno de los devenires argumentales mencionados está siendo lo más comentado en lo que respecta a la séptima temporada de 'Juego de Tronos', centrándose el debate inusitadamente sobre la narrativa de la serie de HBO.
El uso —y abuso— de elipsis temporales de auténtico vértigo durante los capítulos que están dando forma al penúltimo año en emisión del show de HBO ha dejado momentos de lo más desconcertantes. Hasta el último episodio, Tyrion, Jon y Arya han recorrido distancias que los espectadores reconocían como lo suficientemente grandes en tiempos récord, invitando al público a obviar la palabra "transición" para empezar a utilizar "teletransporte" en su lugar.
Después de la emisión de 'Más allá del muro' y tras lo mucho acontecido en sus 70 minutos de metraje, muchos han comenzado tomarse más en serio la gestión del tiempo por parte de guionistas, realizadores y montadores; poniendo el grito en el cielo e invitando a pensar que estamos ante el declive de esta ficción televisiva. Pero, ¿es esto un verdadero problema o es algo natural y necesario?
Intentemos arrojar algo de luz sobre el asunto, porque la línea temporal de 'Juego de Tronos' cada vez es más oscura y parece ser que alberga horrores...
El caso de 'Más allá del muro'
Como apuntaba anteriormente, ha sido la emisión del sexto capítulo de la temporada, titulado 'Más allá del muro', la que ha disparado las alarmas de forma definitiva sobre un factor que empezó a espinar al fandom de la serie desde el inicio de la temporada actual. Pese a ser el más largo hasta la fecha, el episodio juega con su línea temporal contrayéndola hasta el extremo y no dando lugar a respiro alguno.
Podemos refrescar brevemente la mente del lector haciendo alusión a distancias como la recorrida por Gendry desde que abandona la expedición hasta que llega al Muro; la que vuelan los cuervos con el mensaje hasta Rocadragón desde Guardaoriente, o la que viaja la Madre de Dragones a lomos de Drogon. Todos estos trayectos son resueltos de forma tan supuestamente precipitada y a velocidad tan antinatural que el propio director del episodio ha tenido que manifestarse al respecto:
"Somos conscientes de que la gestión del tiempo está siendo un tanto confusa. Tenemos a Gendry corriendo de vuelta, cuervos volando a una cierta distancia, dragones teniendo que volar otra cierta distancia... En cuanto a la experiencia emocional, [Jon y compañía] pasan una oscura noche en la isla en términos de narrativos. Intentamos asegurarlo un poco con el eterno crepúsculo del norte del Muro. Creo que hubo un esfuerzo para falsear la línea temporal un poco sin decir exactamente cuánto tiempo estuvimos allí. Creo que funcionó para unas personas, pero para otras no lo hizo. Parecen estar muy preocupados sobre cómo de rápido puede volar un cuervo, pero hay un elemento llamado 'imposibilidad verosímil', que es lo que intentas conseguir, más que una 'verosimilitud imposible'. Así que creo que estamos dando demasiada importancia al tema de la verosimilitud, pero espero que la fuerza de la historia prevalezca sobre todo esto."
Pese a concordar con Alan Taylor —así se llama el realizador— en ciertos aspectos como la absurda y excesiva importancia que se le está dando a la verosimilitud en lo que respecta a la gestión espacio-temporal, y en los efectos que puede tener un acelerón narrativo sobre las emociones transmitidas al respetable, no considero en absoluto que el nuevo ritmo de 'Juego de Tronos' lleve a confusión alguna, aunque sí de lugar a algunos problemas.
Los problemas derivados de la nueva gestión del tiempo
En sus declaraciones, Taylor hace referencia a algo que llama "experiencia emocional", y es precisamente en este concepto sobre el que recaen todas las posibles connotaciones negativas del empleo radical de las elipsis. Debido a la omisión de los tiempos "muertos" —o menos intensos— hasta que la acción vuelve a despuntar,** nos perdemos matices y detalles que alimentan el drama**, la empatía y la conexión con los personajes.
Centrémonos en 'Más allá del muro' y, más concretamente, sobre la secuencia que sitúa a Jon y su escuadrón suicida en medio de una isla rodeada de enemigos. Gendry ha ido a pedir ayuda y no sabemos cuánto tardará. Esto, como es normal, genera una sensación de desasosiego en los protagonistas que se transmite de forma natural al espectador. La espera es angustiosa, y el salto a otras subtramas dilatando el tiempo hasta el extremo ayuda a mantener el interés.
De haber retrasado hasta el último momento la llegada de Daenerys escupiendo fuego a tres bandas, y no convertirlo en algo prácticamente instantáneo, su rescate hubiese resultado aún más intenso si cabe, y todo gracias a un recurso tan sencillo como necesario a la hora de generar suspense. Pero tanto en este caso como en muchos anteriores, se ha optado por meter la tijera en la sala de montaje, lo cual, por otra parte, tiene sus beneficios y está plenamente justificado.
Un cambio beneficioso y plenamente justificado
Optar por apretar el acelerador en esta séptima temporada —que, personalmente, me está dejando más que satisfecho a falta de su cierre— está sacrificando la carga dramática inherente a las anteriores temporadas de la serie en pos del más absoluto espectáculo. Se acabaron los tiempos muertos, las charlas y el juego dialéctico; el Invierno ha llegado y, junto a él la guerra, la destrucción y la acción sin tregua.
Pensemos en la línea argumental de 'Juego de Tronos' desde su inicio y equiparémosla a la de un largometraje. Teniendo en cuenta que llevamos 66 episodios emitidos de un total de 73, es más que evidente que nos encontramos, si no en el clímax de la trama, en la inminente antesala del mismo. Es por esto que es perfectamente comprensible que los showrunners hayan decidido apretar el acelerador y cortarnos la respiración como en todo tercer acto que se precie.
Las primeras temporadas de la adaptación de "Canción de Hielo y Fuego" destacaron por su ritmo pausado, siempre al servicio de un desarrollo de personajes a través de sus eternos viajes a lo largo y ancho de Poniente. Sin ellos, nada de lo que estamos presenciando actualmente nos importaría tanto como lo hace; es por eso que, con todos los protagónicos definidos y con sus arcos casi concluidos, la cadencia original del show ya no tiene sentido alguno.
Muchas voces se alzarán en contra de esta defensa del cambio radical en la gestión del tiempo de 'Juego de Tronos'; algo natural basándonos en las preferencias y filias de cada espectador. No obstante, me arriesgaría a decir que es imposible no perdonar lo que muchos consideran "errores garrafales" y rendirse a los pies del espectáculo inigualable que nos ha regalado HBO durante las últimas seis semanas.
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