Quinto largometraje de John Landis y tercer clásico consecutivo, 'Un hombre lobo americano en Londres' fue la confirmación definitiva de que el director de dos comedias tan queridas como 'Desmadre a la americana' y 'Granujas a todo ritmo' había nacido para convertirse en maestro del fantástico.
Blue moon
Clásico indiscutible del género, la película sirvió para que Rick Baker cambiase por completo la historia del maquillaje y los efectos especiales hasta el punto de ganar un Óscar que hasta entonces no existía: la categoría al mejor maquillaje y peluquería. Luego llegarían otra media docena, siendo el último, curiosamente, el de 'El hombre lobo' de Joe Johnston.
Combinando su pasión por la comedia y la melomanía del director de la película de los Blues Brothers (la banda sonora compuesta por distintas canciones con la palabra Moon), el resultado fue un título de referencia lleno de momentos inolvidables. Lógicamente, nadie más en el mundo estaba capacitado para convertir el 'Thriller' de Michael Jackson en imágenes en movimiento.
A pesar del nombre del cineasta, Landis no pudo lograr los derechos del Blue Moon de Bob Dylan o el Moonshadow por Cat Stevens debido a las creencias religiosas de los artistas, que encontraron inapropiado que sus canciones fueran utilizadas en una película violenta. Cat Stevens era particularmente reacio y no se sentía cómodo con la idea de estar asociado con una obra que trata lo sobrenatural, la muerte y los hombres lobo. En la edición del bluray editado en 2009, John Landis revela que el cantante no se tomó el tema a la ligera puesto que creía en la existencia de los hombres lobo.
Imposible de olvidar por la abrumadora, dolorosa, malsana y físicamente desgarradora transformación, la película de Landis dejó a más de un espectador traumatizado. Yo incluido. Impactante por su increíble realismo, seca y brutal, la cámara registra en tiempo real cada detalle de la transformación con un ultrarrealismo casi documental.
Pero son muchos los grandes momentos de un título al que no le tiembla el pulso a la hora de saltar de la comedia al terror puro en cuestión de segundos. La pesadilla que sufre el protagonista, y que dio pie a una virguería de Neca, es un ejemplo perfecto del gusto de su director por el más es más. Aunque haya una persecución con accidentes de tráfico en la película, podríamos decir que la pesadilla de David es, a su modo, la gran persecución de la película.
Esa secuencia, como digo, habla claro en nombre del director. Los intrusos llevan símbolos nazis en sus uniformes. Landis, de origen judío, equipara las atroces acciones nazis con la bestia interior del hombre. Y ese impulso se entrega por completo a la figura del hombre lobo, condenado de por vida a cometer sus propias atrocidades. No olvidemos que el protagonista de la película es judío y que Landis ya había humillado a los nazis en anteriores ocasiones.
Criatura mítica y folclórica, el licántropo corre por el cine desde el principio. En 1913, Henry MacRae presentó a la criatura con el cortometraje 'The Werewolf'. Luego llegarían 'El hombre lobo' de la Universal en 1943, 'La maldición del hombre lobo' de Terence Fisher o la fabulosa 'Aullidos' de Joe Dante, que junto a los 'Lobos humanos' de Michael Wadleigh dejó un año muy peludo. 'En compañía de lobos', el oscuro cuento de Neil Jordan, es otro de los grandes clásicos del género peludo. Tampoco está de más recordar 'Luna maldita', del gran Eric Red. No podemos olvidar tampoco a Waldemar Daninsky, creación eterna del no menos eterno Paul Naschy, en más de una docena de títulos.
El trabajo del autor (Landis dirige y escribe) es destacar la tragedia humana a través de su habitual y no siempre eficaz humor negro fríamente calculado. Gracias a ellos logra evitar los tópicos relacionados con las consecuencias de la licantropía, aligerando el drama a pesar de su omnipresencia. Y es que como no podía ser de otro modo, 'Un hombre lobo americano en Londres' también es una tragedia amorosa sobre un romance cruel e imposible y sobre la amistad perdida. Joder, es una película muy triste.
Jenny Agutter y Griffin Dunne son los otros dos lados de este triángulo dentro del pentagrama licántropo. Ella, su amor imposible. Él, su amigo el fantasma rencoroso que le advierte constantemente sobre su delicada situación y las vías de escape. Un tema que está presente aquí y que sostiene el verdadero drama: ¿te quitarías la vida para no matar a gente inocente? Personalmente creo que me encerraría en un sótano blindado una vez al mes, pero qué sabré yo.
Cuarenta años después, 'Un hombre lobo americano en Londres' se mantiene fresca, inalterable. Un clásico con una dirección impecable que presentaba a un monstruo más habitual en otros lugares (¡ese prodigioso primer acto!) en un entorno urbano, más cercano a ti y a mí. Un monstruo que duda, tiene miedo y está atormentado por lo que está haciendo.
La película duele por su tratamiento de la licantropía como enfermedad incurable, las visitas al hospital, las pesadillas aterradoras provocadas por la fiebre, la ausencia de apetito, la sombra de la locura... y el suicidio. En realidad 'Un hombre lobo americano en Londres' no tiene ni puta gracia y por eso duele tanto. A su protagonista y a nosotros también.
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