La franquicia 'Psicosis': lecciones para continuar un clásico intocable

La franquicia 'Psicosis': lecciones para continuar un clásico intocable

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La franquicia 'Psicosis': lecciones para continuar un clásico intocable

Es complicado desafiar la grandeza de 'Psicosis' y salir airoso del intento. Paradigma de la película de terror perfecta, su inagotable capacidad para fascinar e inquietar sigue intacta hoy en día. Su rebelde estructura narrativa, insuperada aún hoy en el atrevimiento de liquidar a su heroína como primer punto de giro, la perfección de la secuencia de la ducha, que sostiene estudios en profundidad por sí mismos, su importancia en términos de representación de sexo, violencia y material morboso en pantalla...

'Psicosis' marcó una época y cambió el género, pero sus consecuencias directas o sus precedentes oficiales inmediatos han sido siempre infravalorados. Robert Bloch alcanzó la fama tras la adaptación de su novela, pero nunca obtuvo el prestigio de su contrapartida fílmica (que por otra parte, no reclamó). Las secuelas se consideraron directamente subproductos. Y del remake mejor no hablamos. Y sin embargo, tal y como ha demostrado la reciente 'Bates Motel', los múltiples tentáculos de 'Psicosis' siguen siendo un misterio fascinante y digno de ser desentrañado una y otra vez.

Nos adentramos en el sinuoso mundo de las derivaciones oficiales de 'Psicosis'. No hay muchas pero todas son interesantes. Si eres de los que consideran que los clásicos son intocables, quizás no encuentres mucha diversión aquí: pero si piensas que el cine de terror es, también, una fiesta oscura y una celebración de sus mitos, te garantizamos que esta ducha aún tiene sorpresas detrás de la cortina.

Las novelas: una inspiración y varias secuelas

Psycho La primera edición de la novela ya incluía el famoso logo que adoptaría la película.

Durante muchos años se habló de 'Psicosis' como una novela menor de suspense que inspiró una obra maestra del cine de terror. Eso no es del todo exacto: ni en la valoración de los méritos del libro de Robert Bloch de 1959, ni en la relación entre película y libro, que no es tan divergente como se cree, ni venía refrendada por el desprecio de Hitchcock de su precedente literario. Habría sido algo insólito, siendo el director de 'Los pájaros' ávido consumidor de literatura de suspense y terror y habiendo inspirado muchas de sus películas en autores de género como Patricia Highsmith, Daphne Du Maurier, Cornell Woolrich, Marie Belloc Lowndes o Pierre Boileau y Thomas Narcejac.

'Psicosis', en realidad, es una novela no tan revolucionaria para el género literario como su contrapartida audiovisual lo fue para el cine, pero aún así, fue innovadora y esencial. Fue publicada dos años después de que fuera detenido Ed Gein, importante hito del lado más siniestro de la cultura popular, al impactar en la sociedad estadounidense de forma inigualable: fue arrestado por el asesinato de dos mujeres y cuando la granja en la que vivía fue registrada se encontraron restos de cadáveres con los que se había fabricado trajes y mobiliario.

Como Norman Bates, Ed Gein mantenía una relación turbia con su madre: no solo vivió sometido a su férrea moral puritana, sino que cuando esta falleció, la desenterró y la disecó en casa. Sus tropelías inspiraron películas como la perturbadora 'Deranged' o 'La matanza de Texas', además de marcar la psique colectiva del país: el criminal más atroz no tenía por qué ser un melenudo drogadicto, sino que hasta el vecino en apariencia más inofensivo podía ocultar secretos. Bloch afirmó que cuando empezó a escribir 'Psicosis' no conocía las andanzas de Gein.

Sin embargo, para el momento en el que acabó de redactarlo, Bloch ya había conocido al que se convertiría en el asesino en serie más famoso de la historia desde Jack el Destripador, e incluyó una referencia a sus andanzas en la conclusión del libro. Un par de años después de la publicación se supo de la relación de Gein con su madre, asombrosamente parecida a la de Norman Bates con la suya, y supo que con su novela no solo había puesto el dedo en la llaga de "la persona más inofensiva puede ocultar un monstruo", sino también en una pesadilla freudiana que iba más allá de una ficción enferma.

Ed Gein Ed Gein

El éxito de la novela propició algunas secuelas literarias tardías a manos del propio Bloch, y que no solo no tienen nada que ver con las secuelas cinematográficas, sino que pueden entenderse como puyazos del escritor a la forma en que Hollywood pretendía exprimir su criatura. Cuando se anunció la primera secuela oficial cinematográfica, 'Psicosis II', de 1983, Bloch se apresuró a escribir una novelita que publicó en 1982, con el consiguiente cabreo de Universal, que hizo pública su disconformidad con el contenido del libro.

Y no era para menos: en ella, tras dos décadas en un sanatorio mental, Norman escapa haciéndose pasar por una monja. Se entera de que se está rodando una película sobre su vida y se dirige a Hollywood a liquidar a todos los implicados, en una estructura narrativa que parodia los slashers de la época. En esta divertida gamberrada, Bloch (que a estas alturas estaba entregado a escribir las historias de género más salvajes) liquida a los supervivientes del primer libro, sube el potenciómetro de la brutalidad y el humor negro con escabrosas escenas de necrofilia y manda un recadito a Hollywood: Norman será un asesino pero al menos no es un productor de cine.

El éxito animó a Bloch a escribir una tercera novela, 'Psycho House', de nuevo sin nada que ver con la tercera película. Y otra vez, en una interesante insistencia meta, usa a su asesino en serie más como un fenómeno pop que como un psicópata homicida al uso: tras la muerte de Norman en la anterior novela, la mítica casa donde sucedieron los crímenes se va a convertir en un atracción para turistas morbosos. Y comienzan los asesinatos, claro.

psychoII

Tan contundente como 'Psicosis II', y con Norman desaparecido en cuerpo pero con su espíritu sobrevolando la trama, 'Psycho House' es la entrega más excesiva y disparatada de las novelas de 'Psicosis', llegando incluso a aparecer un investigador sobrenatural que pretende averiguar si el espectro de Norman está poseyendo a terceros. La trama tiene elementos argumentales de un telefilm ajeno a las secuelas en cine, el ignotísimo 'Bates Motel' de 1987.

Las secuelas: Norman eterno

Norman Bates ha tenido mucha suerte con sus secuelas. La enorme distancia que medió antes de la primera de ellas, de 1983, hizo que la 'Psicosis' original de Hitchcock se convirtiera en un mito, lo que les permitió tener en cuenta ese punto en sus historias. Tal y como sucedió con el remake de Gus Van Sant y también con la reciente serie de televisión, todas las secuelas saben que están tratando con uno de los mitos intocables del cine de terror. Y a la vez saben que hagan lo que hagan tienen la partida perdida. Esta mezcla de reverencia y de "aqui me las den todas" les proporciona un tono único, sobre todo a la primera de ellas.

'Psicosis II' es una pequeña joyita, maliciosa y granguiñolesca, que tiene la fortuna de contar con dos de los intérpretes de la película original: Anthony Perkins, Norman Bates, que sale del manicomio aparentemente curado y deseoso de reabrir el motel, y Vera Miles como Lila Loomis, hermana de Marion Crane -primera victima de Norman-. Éste se hará buen amigo de la joven Mary Samuels (una estupenda, frágil e inquietante Meg Tilly). Pero claro, comienzan los asesinatos en el motel, y Norman es el principal sospechoso... para horror del propio Norman, que empieza a pensar que su madre sigue viva.

Tom Holland (director de 'Noche de miedo' y 'Muñeco diabólico') escribió esta película que Richard Franklin dirigió con pulso clásico, paradójicamente sin estridencias, pero muy atento a dar mimo a los personajes, que pese a su naturaleza de histéricos monigotes pulp, rebosan una tremenda humanidad. Por eso mismo cada giro imposible, cada revelación insensata (y en el tramo final se suceden a velocidad de infarto) tiene credibilidad. Un juguete muy consciente del carácter mítico de Norman, con un Anthony Perkins divertidísimo y abundantes regalos para fans y guiños al clásico de Hitchcock.

La fiesta seguiría, ya en plan de total exploit, en 'Psicosis III', dirigida por el propio Perkins y continuando la historia de la segunda parte. Lo que quiere decir que, a diferencia de aquella, que se planteaba los límites de la locura y le inyectaba dosis de ternura al asesino en serie, vuelve a las condiciones de la primera entrega... pero sabiendo el espectador lo que ya sabe. Un Perkins ya desatado acoge en el motel a una monja huída de un convento, y tenemos desde alucinaciones místicas a giros argumentales constantes que replantean los orígenes del asesino. Y con una banda sonora de Carter Burwell (colaborador habitual de los Coen), ensoñadora, nada estridente, que por sí sola justifica el viaje.

Las secuelas de 'Psicosis' con el Bates original en el reparto culminarían en su nota más baja: el telefilm 'Psicosis IV' de 1990, ya con Perkins en su último papel de importancia. Es el debut como director de Mick Garris y cuenta los orígenes de los traumas de Norman con su madre, a base de flashbacks que va narrando en llamadas telefónicas a un programa de radio. Pese a sus limitaciones, no carece de interés: Henry Thomas está estupendo como joven Norman, el guión de Joseph Stefano (guionista de la 'Psicosis' original) es clásico e intrigante y las disquisiciones de un Bates adulto, lúcido pero chifladísimo, son curiosas reflexiones sobre el icono del asesino en serie.

Finalmente, como curiosidad, está la ya citada 'Bates Motel', de 1987, originariamente pensada como piloto de una serie que nunca llegó a realizarse. Se usa el decorado original de la casa y cuenta cómo un desequilibrado (Bud Cort) hereda el motel de Norman después de intimar con él en un manicomio, y cuando se instala allí comienza a sospechar que Norma Bates está viva. Más allá de su tono bufo y lo limitado de su propuesta, es interesante cómo intenta convertir a la venerable señora Bates en un asesino típico de slasher, cuchillo en ristre, con uniforme y máscara incluída.

El extraordinario remake de Gus Van Sant

Hace unos meses hablamos largo y tendido de esta curiosísima pieza dirigida por Gus Van Sant en 1998, más cerca de una performance o un experimento de videoarte que de un remake al uso. Su origen, sin embargo, es tan banal como el de cualquier revitalización al uso de franquicias clásicas de Hollywood: tras el éxito de 'El indomable Will Hunting', Gus Van Sant recibió carta blanca para rehacer a su gusto cualquier clásico del catálogo de Universal y, con toda justicia, 'Psicosis' de Hitchcock le pareció el más intocable y desafiante.

Van Sant juega con la idea de que todos conocemos 'Psicosis' de memoria, incluso pese a ser una película concebida originariamente para sorprender al espectador, y los cambios que inyecta en el guión (que es el original de Stefano) y la realización son muy precisos. De la banda sonora de Danny Elfman que juguetea con la original de Bernard Herrmann a la interpretación de Vince Vaughn, más agresiva que la original, todo parecen -más que nuevas versiones- comentarios sobre la obra primigenia.

Y sin embargo, no es una película carente de creatividad. Por ejemplo, la extraordinaria fotografía de Christopher Doyle hace que la secuencia de la ducha, ahora en color, tenga unos aires espectrales casi a lo Lynch, como un lugar aislado del resto del mundo. Es una película planteada como un juego de espejos y a la vez como una nota al pie de esa réplica, una película complicadísima de juzgar con las herramientas críticas convencionales y un recordatorio de que los clásicos lo son cuando nosotros les otorgamos esa categoría.

'Bates Motel': la precuela definitiva

Cinco temporadas entre 2013 y 2017 y cincuenta capítulos de una hora ha necesitado 'Bates Motel' para contar los orígenes del trauma de Norman y la laberíntica relación con su madre. Ambientada en la actualidad pero bastante fiel a los orígenes de la locura de los Bates -y obviando, claro, los divertidos y loquísimos volantazos argumentales que dieron las secuelas-, esta serie carece del chirriante atrevimiento de las continuaciones oficiales o el remake de Gus Van Sant, pero es un caramelo para fans.

El motivo es que Freddie Highmore y Vera Farmiga componen tanto el mejor Norman desde el de Anthony Perkins -en ocasiones Highmore raya a la altura de Perkins al aportar a la composición original múltiples matices, y no quedarse en una mera réplica de tics- como la mejor Norma posible: un personaje femenino esencial para entender al asesino protagonista pero que, por obvias razones argumentales, nunca había recibido suficiente atención. El resultado es un largo y meticuloso psicodrama que juega con que el espectador sabe cómo acabará la historia. De hecho, llega al punto de que la última temporada es, con toda lógica, un remake alargado de la película original, lo que da a la serie un satisfactorio aire de obra acabada.

Dados los orígenes del personaje, su procedencia literaria y su pseudo-inspiración real, sus tronadas secuelas literarias y sus delirantes y maravillosas continuaciones fílmicas, el fan de Norman y Norma de largo recorrido encontrará 'Bates Motel', quizás, comedida en exceso. Pero es una obra a la altura del legado, morbosa y a la vez de gusto exquisito, y culmina de algún modo las reinvenciones de la fórmula. Tendrá que pasar un tiempo hasta que a alguien le queden ganas de remover los cadáveres de la familia Bates.

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