Más que los Goonies. Más que los Cazafantasmas. Más que los dibujos animados de fin de semana de los Masters del Universo. Más que los bocadillos de plátano con Nocilla para merendar (sabes que eso es asqueroso, ¿verdad?) o que la condenada EGB. El auténtico icono de los ochenta, el que exhuda neón, sintetizadores y colores pastel por cada poro, es el ninja. Los asesinos enmascarados japoneses, eternos rivales cinematográficos de los elegantes samuráis, tienen una historia con tantas sombras y misterios como las propias técnicas de sabotaje y traición de estos mercenarios. Os desvelamos todos sus secretos en una nueva entrega de nuestros vídeos de 'Todo es mentira en el cine y la TV'
Aunque sus orígenes fílmicos se remontan al cine mudo e hicieron abundantes apariciones en el cine de samuráis de forma más o menos fiel a su encarnación histórica real (campesinos y delincuentes comunes que en las guerras japonesas medievales desplegaban ataques rápidos, fugaces y traicioneros, en contraste con la ceremoniosa épica de la guerra según el código samurai), la explosión de los ninjas como icono pop se produjo en los años ochenta. Y no siempre con el discreto uniforme negro con el que les recordamos.
Paradójicamente, fue una película occidental no estrictamente vinculada al mundo de las artes marciales la que dio uno de los primeros campanazos ninja. Se trata de 'Solo se vive dos veces', aquella extraña película de James Bond con un Sean Connedy tardío, Donald PLeasance haciendo de Blofeld, una base secreta en un volcán y un oportuno viaje a Japón. Allí, Connery sería entrenado en las artes marciales de la zona y se enfrentaría a unos ninjas que ya harían gala de sus dotes para el sigilo y el golpe tocho en la nuca.
En nuestro vídeo sobre el impacto de los ninjas en la cultura popular os contamos cómo el exito internacional de esta película de Bond fue solo el principio. Mientras el loquísimo tramo final de la filmografía de un clásico de las artes marciales como Chang Cheh presentaba películas como 'Chinese Super Ninjas' o 'Five Element Ninjas', en occidente el éxito de Bruce Lee y de series de televisión como 'Kung Fu' o 'Shogun', con ocasionales apariciones de los enmascarados, iban preparando el terreno para el desenmbarco ninja fuera de Asia.
El bombazo llegó cuando la inmarcesible Cannon, responsable de buena parte de la filmografía de Chuck Norris, aparte de holocaustos costrosos como 'Superman IV' o 'Las minas del Rey Salomon', además de unas cuantas joyitas del cine de terror mas raro de los ochenta (de 'Lifeforce' a 'La matanza de Texas 2'), produjo una película de ninjas basada en un best-seller de la época, 'La justicia del ninja'. El éxito fue de tal proporción que desató una fiebre que aprovechó la propia Cannon con una trilogía ninja y también la muy lucrativa saga 'El guerrero americano'.
Pero la historia ninja aún tenía que dar un salto cualitativo y cuantitativo de vuelta a Asia. El director Godfrey Ho y los productores Tomas Tang y Joseph Lai filmaron decenas de películas de ninjas con actores occidentales y una casi vanguardista técnica de "recorta y pega" uniendo secuencias originales y fragmentos de films de Taiwán y Tailandia sin elementos ninjas. Los despropósitos resultantes, como 'Ninja Terminator' o 'Ninja Shaolin: Duelo Final', han pasado merecidamente a la historia del cine como obras maestras del despropósito y la caradura (ninja).
Esta auténtica avalancha que procuró literalmente centenares de películas ninja durante los ochenta se tradujo en una permeabilización total en la cultura pop. Videojuegos como 'Saboteur' o 'The Last Ninja', o productos como las Tortugas Ninja no habrían sido posibles sin este estallido inicial de películas de origen orgullosamente confuso. Os lo explicamos todo en la nueva entrega de 'Todo es mentira en el cine y la TV'
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