Recordamos al Spielberg de los ochenta por un sinnúmero de razones: acababa de inventar él solito los blockbusters de verano en tiburón. Superó el fracaso comercial de '1941' creando mitos como Indiana Jones o ET, se convirtió en un auténtico factótum de megaéxitos del fantástico como 'Poltergeist' o 'Regreso al futuro' y recuperó los miedos de su infancia con reformulaciones de series clásicas como 'Twilight Zone'.
Aunque se suele olvidar que el Spielberg director ya estaba cambiando de tercio en las películas dirigidas por él allá por 1985 con 'El color púrpura', lo cierto es que sus producciones - de 'Los Goonies' a '¿Quién engañó a Roger Rabbit?' fueron exitos de taquilla tan monumentales que a veces nos quedamos en el tópico de "El Rey Midas de Hollywood". Pero en esa década la influencia del director fue mucho más allá.
Spielberg y Dante cambiaron el cine juvenil de Hollywood
Por ejemplo, fue capaz de conseguir que la todopoderosa MPAA, la junta de calificación por edades que desde 1922 condiciona con sus decisiones el contenido de las películas, se replanteara sus parámetros para ajustarlo a dos bombazos de taquilla como 'Indiana Jones y el Templo Maldito', dirigida por él, y 'Gremlins', producida por Spielberg y dirigida por Joe Dante. ¿El motivo? Nunca antes dos películas destinadas al público juvenil habían contenido tal cantidad de excesos poco apropiados para niños.
Os contamos en este vídeo cómo el tremendo impacto de ambas fue solo comparable a la polémica que despertaron. Eran un par de producciones, aparentemente destinadas a los más pequeños que, pese a su tono aventurero (¡o navideño!), incluían comidas repugnantes, oscuros cultos hindúes, gente con el corazón arrancado en vivo y monstruos que explotaban en el microondas o eran triturados en una minipimer.
Había motivos para ambos excesos: Spielberg estaba atravesando un divorcio terrible, y Dante... bueno, Joe Dante. Entre ambos dinamitaron el sistema de calificaciones por edades e hicieron evidente la necesidad de una calificación intermedia, una que cubriera esta nueva oleada de películas no destinadas a adultos, pero tampoco a niños. Así nació la calificación PG-13.
La atracción de lo prohibido, la garantía de que esas películas juveniles tendrían dosis de violencia y otros contenidos prohibidos nunca vistos, convirtió el PG-13, más que en una advertencia, en un desafiante sello que exhibir con orgullo. Y de ahí a la normalización: las películas PG-13 son la calificación a la que aspira toda película no infantil pero tampoco estrictamente para adultos.
Os contamos todo esto y mucho más en nuestro nuevo vídeo de Todo es mentira en el cine y la televisión. Y si queréis más, nos vemos en el canal de Youtube de Espinof.
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