Endor, popularmente conocido como la Tierra Media, fue el resultado de un descomunal trabajo creativo realizado por J.R.R. Tolkien. El escritor y profesor de Oxford, de origen sudafricano, engendró todo un universo cuyo germen nació de un divertimento habitual. La creación de lenguajes fue para Tolkien una vía de escape a su tortuosa experiencia vital, primero con la muerte de su padre con tan sólo cuatro años, y, más tarde, con el fallecimiento de su madre a los doce.
A raíz de su pasión por los idiomas -Tolkien llegó a dominar más de una decena de lenguas-, el novelista ideó un contexto que desarrollara el mundo en el que se hablara algunos de los lenguajes que el autor ideó, concluyendo estos apuntes en una extensa mitología conservada por la Tolkien Estate, gestionada por su hijo Christopher, su albacea literario, como presidente, hasta la adquisición de Amazon de los derechos sobre la obra del autor para realizar una serie de 'El señor de los anillos'.
Más allá del futuro del extenso legado del escritor, ya criticado por el tratamiento de la trilogía del Hobbit -resulta llamativo que surjan tres películas de un libro infantil de apenas 300 páginas-, es indiscutible la monumental tarea que Tolkien llevó a cabo a lo largo de su vida.
Precisamente, es la biografía del autor el motivo que ha detonado 'Tolkien', película que relata la juventud de la emblemática pero también controvertida figura. El biopic, estrenado el pasado 14 de junio, narra el momento en el que el autor conoció a su amada Edith, así como la forja del universo que más tarde conformaría la Tierra Media, Valinor, Beleriand y tantos otros lugares y personajes.
La importancia de "La Comunidad"
En la King Edward’s School de Birmingham, el escritor se reunía con la Tea Club Barrovian Society (T.C.B.S.), un grupo de amigos íntimos con el que se veía tras sus horas lectivas, ya en la biblioteca o en los almacenes Barrow’s -de ahí el nombre de la sociedad- para leer a los clásicos e incluso sus propias composiciones, criticando entre ellos los trabajos que aquellos jóvenes realizaban.
Los miembros del grupo, especialmente Geoffrey Bache Smith, Christopher Wiseman y Robert Gilson, junto al autor, ‘Los cuatro inmortales’, fueron grandes amigos de Tolkien.
Pero con la llegada de la Primera Guerra Mundial, el grupo se disgregó, y de todos los integrantes, tras el conflicto tan sólo sobrevivió Christopher Wiseman. Hecho que afectó hondamente al estudioso y del que probablemente surgiera el cuento 'La caída de Gondolin', un escrito de redención inspirado en el horror de la guerra.
De la camaradería surgida en estas reuniones intelectuales de jóvenes apasionados se desprendió la importancia de la comunidad para Tolkien, que no sólo da título al primer volumen de la trilogía de 'El señor de los anillos', sino que conformó sus futuras relaciones con los Inklings, otra célebre sociedad literaria.
A pesar de la ausencia de este fundamental episodio en la película que dirige Dome Karukoski, la pertenencia del autor a los Inklings fue uno de los cimientos de su obra posterior. Tolkien se reunía de forma habitual con este grupo de estudiosos, profesores e investigadores, y de allí forjó una relación similar a la que el autor ya mantuvo con sus jóvenes amigos del T.C.B.S.
Cada jueves, estos entusiastas literarios vinculados a la Universidad de Oxford se reunían para discutir la importancia de la fantasía y el valor narrativo de la ficción. El grupo estuvo conformado por el propio Tolkien -al que apodaron Tollers-, C.S. Lewis, con el que el autor forjaría una provechosa relación de amistad, Charles Williams, Adam Fox, Warren Lewis -hermano del autor de 'Las crónicas de Narnia'-, Nevill Coghill, J.A.W. Bennett o Christopher Tolkien, hijo del autor y posterior presidente de la Tolkien Estate.
Los Inklings, como la mayoría de grupos universitarios de literatura, eran sólo hombres, aunque Dorothy L. Sayers, amiga de Lewis y Williams, haya sido considerada parte de la sociedad. Sin embargo, la autora nunca asistió a las reuniones que el grupo celebraba, de manera que los Inklings quedaron conformados como un cenáculo de varones blancos de clase media-alta.
El grupo solía encontrarse en el Magdalen College, al que pertenecía Lewis, así como en pubs, para leer manuscritos y obras inacabadas de sus participantes. Fue en una de ellas la primera vez que Tolkien presentó en públicamente su aclamada trilogía de fantasía épica, 'El señor de los anillos'.
La religiosidad fue otro de los puntos comunes entre los Inkling, cuyas reuniones sembraron el germen de numerosas agrupaciones que inspiraron las futuras Sociedades Tolkien. Y, aunque no todos los integrantes del grupo eran creyentes, las influencias de los valores cristianos se reflejaban de manera notable. Este fue el marcado caso de dos de los miembros de la sociedad más destacados: J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis.
Narnia, Endor y la Gran Guerra
El paso de ambos autores por la Gran Guerra marcó significativamente su obra posterior. Mientras que para Tolkien la guerra se convirtió en un leitmotiv continuo durante toda su obra -tal y como escribió a su hijo en una carta, "la Guerra continúa siempre, y de nada sirve desfallecer"-, la experiencia de Lewis en el conflicto le llevó a dudar de la fe y a culpabilizar a Dios de la malicia de la humanidad. Al igual que Tollers, Lewis perdió a gran parte de sus amigos durante la Primera Guerra Mundial.
Tal como recoge el brillante texto 'Un hobbit, un armario y una gran guerra' de Joseph Loconte, los dos autores "utilizaron la experiencia de este conflicto para dar forma a su imaginación cristiana". Estos cuentos épicos sobre las penas y triunfos de la guerra "podrían no haberse escrito nunca si estos autores no hubiesen sido acrisolados en el combate", según expresa el ensayista.
Según señala Loconte, frente a la literatura de posguerra, centrada en el antibelicismo y el rechazo a la fe del Dios bíblico, ambos autores "crearon historias impregnadas de temas como la culpa y la gracia, la pena y el consuelo". Ante una época que exaltaba "el cinismo y la ironía", Tolkien y Lewis recuperaron la "tradición del héroe épico", desafiando "una cultura en la que predominaban el dolor de la posguerra, el pesimismo y la incredulidad".
También destaca el autor que las escenas bélicas de 'El señor de los anillos' surgieron de la experiencia del escritor en las trincheras, pues como el propio Tolkien reconoció, los primeros textos de su obra fueron compuestos entre 1915 y 1918, "cuando el tiempo lo permitía". Loconte compara el verismo del sitio de Gondor con un "realismo propio de un veterano de guerra", sin obviar nunca el carácter fantástico-mitológico de la trilogía, pues el gusto del autor por la fantasía fue "vivificado a toda prisa por la guerra".
Y no hay que olvidar la primera frase de 'El hobbit': "En un agujero en el suelo, vivía un hobbit". Pues esta primera sentencia derivaría de la experiencia de Tolkien en la Gran Guerra, asumiendo el hobbit el papel de los estoicos soldados que fueron parte del cruento conflicto y su agujero, una posible representación de las trincheras.
La experiencia de Lewis en la Guerra le llenó de un desencanto del que le salvó 'Fantaste', una obra del pastor George McDonald que, en palabras del autor, supuso un cambio radical: "Lo que realmente hizo en mí fue convertir, incluso bautizar mi imaginación". No fue una transformación veloz, eso sí, pues las cartas de Lewis estuvieron impregnadas de un sentido escepticismo ante el conflicto armado y de dudas continuas a la fe que le llevaron al agnosticismo.
Tolkien y Lewis: una relación de fe... y odio a Disney
Los autores se conocieron en 1926, ya como profesores de literatura inglesa en la Universidad de Oxford. Ante la insistencia de Tolkien, sumada a las influencias de George McDonalds y G.K. Chesterton, Lewis pasó del agnosticismo a convertirse de nuevo al cristianismo, lo que tuvo una profunda significación en su obra posterior. De hecho, es este giro religioso el que explica el sentido del universo de 'Las crónicas de Narnia', con clara ascendencia bíblica explicitada en el león Aslan.
El sábado 19 de septiembre de 1931, Tolkien y Lewis tuvieron una fructífera conversación en el Magdalen College centrada en el cristianismo. Ante la incomprensión del segundo, que decía no entender misterios como el sacrificio de Jesucristo, el primero explicó que el mito de Jesús se introdujo de forma directa en la realidad, lo que lo transformaba en un mito verdadero. Y de ahí surgió la conversión definitiva de Lewis al cristianismo, como él mismo admitió.
Nació entre los autores una relación que no sólo era entre colegas, sino también entre veteranos de guerra, estudiosos, devotos e idealistas, aún confiados en la idea de progreso dinamitada por la guerra. Así lo reflejaron sus obras, con figuras heroicas que reivindican lo concreto y lo cotidiano: es el caso de la contraposición entre hobbits y la amenaza de Sauron, o la llegada de niños a Narnia para luchar por un reino amenazado por la Bruja Blanca.
Aunque en su relación pasaron por momentos tensos, Tolkien y Lewis siempre mantuvieron una íntima amistad en la que, además de convicciones religiosas, morales o literarias, compartían también un marcado odio hacia Walt Disney. Fue el estreno de 'Blancanieves y los siete enanitos', en 1937, la primera gran muestra de ese rechazo mutuo, ya que los dos escritores encontraron la cinta propia de alguien que no se había "criado en una sociedad decente".
Al hilo de estas declaraciones, es imposible no plantearse qué opinaría el difunto Tolkien no sólo de su biopic, que viene de la mano de Fox y, paradójicamente, forma parte de Walt Disney Company, sino del ambicioso proyecto televisivo que prepara Amazon.
Seguramente, la venta de derechos, saldada con más de 250 millones de dólares y la dimisión de Christopher Tolkien como presidente de la Tolkien State, haría removerse al autor en su tumba. La raíz del problema del escritor con Disney sería la misma que con la compañía de Jeff Bezos: monetizar de forma salvaje algo tan fundamental como la fantasía y los cuentos de hadas.
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