No diga "romanticismo", diga 'Vacaciones en Roma'. Desde que llegó a las salas de cine a principios de la década de los 50 hasta nuestros días, en los que disfruta de su eterna juventud en plataformas de streaming y V.O.D., el largometraje dirigido por William Wyler —después de que Frank Capra saliese del proyecto, pero esa es otra historia—ha hecho, y sigue haciendo suspirar a espectadores de varias generaciones.
Más allá de sus múltiples galardones —que incluyen tres Óscar y un Globo de Oro—, si esta producción de Paramount Pictures continúa siendo un hito imperecedero dentro del prolífico género de la comedia romántica es gracias a un reparto encantador y perfecto, a una historia que derrocha ternura y humor, y a un marco geográfico incomparable que aporta un extra de magia al conjunto.
Accidentes felices
Pero 'Vacaciones en Roma' podría haber sido radicalmente distinta en lo que respecta a su tratamiento visual, ya que la intención original del estudio fue rodar la película en sus platós de Hollywood; una idea que rompió por completo los esquemas de un William Wyler que consideraba —y con razón— esencial filmar en localizaciones reales.
La insistencia de Wyler derivó en un acuerdo con Paramount para reducir considerablemente el presupuesto a cambio de trasladar el rodaje a Italia. Algo que, además de dar forma al primer filme estadounidense realizado íntegramente en el país europeo, implicó dos cambios que modificaron por completo el resultado final que terminó llegando a nuestras pantallas.
El primero de ellos estuvo relacionado con su protagonista femenina. Los recortes económicos hicieron que la por aquél entonces desconocida Aubrey Hepburn aterrizase en el rol de Anna, con el que llegó a eclipsar a un Gregory Peck que vio en su papel de Joe una catapulta al Óscar. Hepburn, que según cuentan las malas lenguas era incapaz de llorar cuado se lo ordenaba el director, se hizo con la preciada estatuilla —además de con el Globo de Oro y el BAFTA—. Peck no llegó ni a estar nominado.
Magia monocromática
Aunque esto no fue todo. Originalmente, 'Vacaciones en Roma' iba a aprovecharse de la vibrante saturación del Technicolor para capturar el idilio entre el periodista y la princesa. Pero uno de los sacrificios que tuvo que hacer Wyler para rodar en la capital italiana fue fotografiar la cinta en un blanco y negro que, gracias a los directores de fotografía Henri Alekan y Franz Planer —nominados al Óscar— elevó aún más si cabe el factor romanticismo.
Todos estos ajustes no impidieron que el presupuesto del largometraje se elevase a cifras estimadas en 1,5 millones de dólares, calculándose un gasto de unos 700.000 dólares por encima de lo previsto. Números que, por otra parte, no resultan escandalosos si tenemos en cuenta que, además de gozar de una recepción espectacular por parte de crítica y público, recaudó 165.000 dólares durante su primera semana en el neoyorquino Radio City Music Hall y cerró su periplo en el box office con 12 millones en el bolsillo.
Pero taquillas, recortes, millones de dólares y "accidentes felices" aparte, lo que verdaderamente prevalecerá en la memoria colectiva son las dos horas de encanto, fascinación y eso que conocemos como la "magia del cine" condensadas en un clásico al que acudir una y otra vez cuando el día se tuerce y necesitamos calmar el alma.
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