No estoy llorando. Tú estás llorando. No estoy intentando deshacerme de tantos y tantos sentimientos, pensamientos y sí, reflexiones sobre mi vida. Tu vida. Pensamientos que rondan por la cabeza desde que con apenas horas de diferencia viese sendos finales de ‘The Good Place’ y ‘Bojack Horseman’. Sendas despedidas que son bonitas y profundas a partes iguales.
Aunque para ser justos, el final de la serie animada es, quizá por su mezcla de género, bastante más marcadamente profunda que el de la comedia de Michael Schur. Pero no dejan de ser paralelas ya que hablan de lo mismo: del momento del final. Del intentar ser mejor, de que estar preparado para lo siguiente no siempre significa no mirar atrás. Y sí, de la muerte.
Ambas aproximaciones con sendos puntos de vista predominantes que resultan complementarios a nivel narrativo y formal: 'The Good Place' con su vocación claramente filosófica. 'Bojack Horseman' con una visión más psicológica. Sin sentar cátedra pero siendo contundentes en su mensaje.
Por cierto, a partir de aquí habrá spoilers de ambas series
El cielo y el infierno están obsoletos (tal como se conciben)
Si bien la última temporada de las aventuras de Chidi, Tahani, Eleanor y compañía no ha sido brillante, sí que han dedicado horas a conceptos como la redención, la relatividad de nuestros actos y, sobre todo, la amabilidad y benignidad. Básicamente se han adentrado en el inevitable mundo de grises que hay entre lo negro y lo blanco. El mal y el bien. La condenación y la gloria.
Para los guionistas de 'The Good Place', el mal prevalece gracias a la inacción del bien. El sistema de Shawn de trampear las puntuaciones es eficaz porque los del lugar bueno están en la inopia y "no quieren molestar". Pero también porque, además de no ser un sistema infalible, la naturaleza humana no es tan propensa a prácticar virtudes absolutas y a ser intachables como queremos creer en un universo de grises morales.
Por otro lado, una de las lecciones que transmite la serie es que las personas podemos cambiar y, con suerte, a mejor. Un parámetro que en los episodios finales de la serie los protagonistas intentan introducir en un complejo nuevo sistema de puntuación que sea "más justo" dentro de lo posible.
El examen del amor... y del perdón
Hay un himno católico que dice "al atardecer de la vida, me examinarás del amor". Más allá del sentido religioso de la frase con la promesa de que en el juicio final el factor clave será la caridad que hayamos practicado con nuestro prójimo, es algo que resuena en ambas series.
Esos actos de amabilidad, de benignidad e incluso de altruismo y de abrir y exponer tu interior, tu fragilidad, carencias y necesidades a los demás. Y eso incluye el aceptarse a uno mismo y a nuestra historia en nuestro camino a dejar de ser problemáticos y destructivos. Es más, ser conscientes de que podemos volver a caer en ciertos comportamientos... y volver a levantarnos. El intento vale la pena.
Algo de lo que ha ido especialmente la última temporada de 'Bojack Horseman'. Y ya no únicamente con el personaje titular y su trama, sino con la trama de Diane Nguyen, uno de los mayores anclas del caballo, que tiene un par de episodios espléndidos.
Pero una de las grandes preguntas que se hacen estos últimos episodios de la serie (y que no deja de ser uno de sus grandes temas) es si en esta era de acusaciones exacerbadas sigue habiendo hueco para el perdón y el olvido. Un perdón que surge del arrepentimiento y del propósito de enmienda del responsable del daño, pero que ha de ser recibido.
El sentirse perdonado es el último paso que necesita Bojack para avanzar definitivamente en su vida. Los periodistas intentando sacar a la luz la verdad sobre la muerte de Sarah Lynn y lo que ello produce tambalea la vida del protagonista al sentirse odiado y para nada perdonado en una época en la que intenta, con cada fibra de su ser, hacer lo correcto.
Dejar ir, dejar morir
Dice una célebre canción vasca, "Nerea izango zen" (o "Txoria txori"), algo así como "si le hubiera cortado las alas, habría sido mío y no habría escapado. Pero así no sería un pájaro y yo lo que amaba era un pájaro". Tanto 'Bojack Horseman' como 'The Good Place' se despidieron hablando de ese momento en el que hay que dejar ir a la gente.
En 'The Good Place' esta marcha es realmente "para siempre". Ya no existe el propósito que unió a la pandilla y, además, cada uno ha cumplido sus metas personales. Su vida ha sido plena. Toca irse. Algo que, además, se convierte en un metecomentario sobre las series de televisión y sus personajes. No queremos que se vayan, pero lo hacen... y la despedida es dolorosa. Emotiva. Emocional.
En el penúltimo episodio de 'Bojack Horseman' tenemos el corazón en un puño. Bojack se encuentra en una especie de ensoñación con los muertos de su historia. No sabemos en qué estado se encuentra el protagonista pero, al menos yo, no quería que estuviese muerto. El capítulo es toda una despedida en la que dejar ir a los fantasmas del pasado y, si es preciso, nuestra resistencia a la muerte.
El paralelismo lo tenemos con el último episodio de 'The Good Place': Eleanor tiene que aceptar la marcha de Chidi y de los demás... y la suya propia. Le gustaría que no. Pero es necesario. Lo mismo pasa con la separación de Diane y Bojack. Es necesaria, aunque en esta ocasión es para evolucionar y madurar. Como bien dice la chica:
"Creo que hay gente que te ayuda a volverte la persona que acabas siendo y puedes estar agradecidas a ellas incluso cuando nunca tuviesen por qué estar en tu vida para siempre"
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