Casi tan importante como la labor de un buen director de fotografía que de un tratamiento adecuado a la imagen de un largometraje, es la figura de un proyeccionista que haga llegar al respetable susodicho filme con la mayor fidelidad posible en términos visuales. Pero, en una era en la que los automatismos del cine digital han convertido la mayoría de salas de exhibición en un lugar de consumo efímero, la experiencia cinematográfica y el mimo por cuidarla han quedado relegadas a un último plano.
Las comodidades del DCP —que, tristemente en según qué aspectos, sustituyó al 35mm— han permitido a las grandes cadenas prescindir de un encargado de la cabina de proyección formado expresamente para ello; ahorrándose unos cuantos sueldos al adjudicar a la misma persona las tareas de venta de entradas, refrescos, palomitas y, lo que es más importante, la de apretar el botón de "play" para que de inicio la sesión —no sin los 15 minutos de anuncios previos de rigor—.
Esta tendencia, y la cada vez más patente falta de profesionales encargados de cuidar la correcta traslación de la imagen del proyector a la pantalla, está arruinando visionados a lo largo y ancho del globo; siendo el último caso que ha trascendido el de 'Han Solo: Una historia de Star Wars', cuya oscura —y notable— fotografía de Bradford Young se está viendo especialmente perjudicada por el mal calibrado del equipo de algunas salas.
El caso 'Han Solo'
Durante los últimos días, y desde que se estrenase la añeja 'Han Solo: Una historia de Star Wars', han sido muchos los espectadores de todos los rincones del planeta que han mostrado su descontento en redes sociales en lo referente a la calidad de imagen de la película; coincidiendo la inmensa mayoría de ellos al apuntar a una oscuridad predominante que les impedía discernir con claridad qué ocurría durante algunos pasajes.
Hay que reconocer que el trabajo de Bradford Young para el nuevo spin-off de la saga galáctica no es, lo que se dice, luminoso. A una paleta de colores dominada por los marrones barrosos y los azules oscuros —prácticamente negros— hay que sumar el gusto por la utilización de polvo y niebla volumétrica para enriquecer los muchos juegos de contraluces y claroscuros que pueblan un metraje marcado por la escasez de luz en interiores y en exteriores nocturnos.
El propio Young justifica esta tónica aludiendo a la voluntad naturalista del filme, remarcando que la narrativa debía girar en torno a "personajes poniendo los pies sobre superficies naturales"; sensación que, bajo mi punto de vista, consigue a la perfección, desmarcándose a su vez del estilo visual marcado por los episodios numerados de la franquicia.
Aunque me llamase inevitablemente la atención el tratamiento visual de 'Han Solo', mi experiencia viendo lo último de Ron Howard fue plenamente satisfactoria. Gracias al cuidado con el que suelen realizar las proyecciones en la sala de Barcelona que programó el pase, pude disfrutar plenamente del detalle de las texturas y el uso de las sombras; llegando posteriormente a la conclusión de que los problemas reportados por el público no están relacionados con el modo en que se fotografió la película, sino con los exhibidores.
Esto es algo que profesionales de la industria como Chapin Cutler —co-fundador de Boston Light & Sound y responsable de la supervisión e instalación de más de 100 proyectores de 70mm para el estreno de 'Los odiosos ocho'— o Greg Sherman —jefe de proyeccionistas de la Film Society of Lincoln Center— han corroborado con declaraciones recientes, apuntando a la mala gestión técnica de las cadenas de exhibición.
"El problema con estos masters de baja luminosidad es que si el brillo del proyector está desajustado tan sólo un diez por ciento, pierdes todo el detalle... Esta es la reazón por la que existen estándares al capturar la imagen en la cámara para crear posteriormente el DCP para la proyección. Los estándares de luminosidad no han cambiado en cien años de cine".
Sherman, por su parte, presenta la automatización que comentábamos al principio de este texto como culpable parcial del problema; señalando también a un "ahorro" que no sólo llega junto a la reducción de personal, sino por parte de algunos exhibidores que reducen voluntariamente el brillo de las lámparas de los proyectores para aumentar su vida útil y reducir así la inversión en nuevo material.
"El problema es que el cine digital trajo la automatización, y ya no hay un técnico entrenado comprobando que una película está siendo proyectada correctamente... Estas máquinas se desajustan, las lámparas se atenúan y necesitan ajustes constantemente. Puedes ahorrar mucho dinero, pero el problema es que si no proyectas películas del modo que deberían serlo, estás dando a la gente otra razón para no ir al cine."
Un problema que va más allá del caso aislado
El caso de 'Han Solo: Una historia de Star Wars' no es, ni mucho menos, un caso aislado dentro de una tónica general en la que pantallas sucias, lámparas desgastadas o equipos de sonido mal calibrados están, tristemente, a la orden del día; siendo una muestra reciente de ello casos como el de 'Dunkerque', en el que algunas salas privaron al público de parte del contenido del fotograma de la película al calcular erróneamente la relación de aspecto en la que se debía proyectar lo último de Christopher Nolan.
A título personal, puedo recordar experiencias como una proyección de 'Los mercenarios 2' desenfocada de principio a fin —sin un sólo responsable en el multicine capaz de enmendar el sencillo problema—, un pase de la segunda entrega de 'Los Vengadores' en el que los graves saturaban los altavoces provocando un zumbido particularmente molesto o, más recientemente, un segundo visionado de 'Infinity War' en el que la imagen estaba desplazada varias decenas de centímetros hacia un lateral, saliendo de la superficie de la pantalla.
Una breve búsqueda en internet revela que a este tipo de incidentes se unen locuras del nivel de películas filmadas con relaciones de aspecto de 2.35:1 deformadas para ocupar la totalidad de la pantalla de 1.85:1 e, incluso, proyecciones de cintas 2D en las que se utilizaron lentes 3D —con la consiguiente pérdida de luminosidad y de enfoque—.
Visto lo visto, no es de extrañar que algunos de los nombres más influyentes del panorama cinematográfico como Quentin Tarantino, Martin Scorsese o el propio Chris Nolan estén volcados en preservar y dar el cariño que se merece a una experiencia cinematográfica en vías de extinción. Y no porque no exista público que desee disfrutar de un buen —o mal— largometraje en el, a priori, inmejorable marco que ofrece una sala de cine; sino porque son los propios exhibidores los que nos están echando a patadas.
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