El pasado 2018 fuimos muchos los devotos del cine de terror que quedamos prendados del sorprendente escarceo de John Krasinski con el género en 'Un lugar tranquilo'. El clasicismo y la pulcritud que caracterizaron su precisa puesta en escena, su implacable gestión del ritmo y la atmósfera, la magnífica fotografía —¡en 35mm!— de Charlotte Bruus Christensen, sus solventes interpretaciones o su inteligente high concept fueron algunos de los elementos que la hicieron destacar entre sus congéneres, y que invitaron a ser indulgentes con su endeble suspensión de la incredulidad.
El inevitable anuncio de una secuela con Krasinski de nuevo al mando tras el impepinable éxito del filme original —340 millones recaudados sobre un presupuesto de 17— hizo que las expectativas se disparasen por todo lo alto y que fuesen creciendo exponencialmente con cada retraso anunciado a causa de la pandemia. Por suerte, la película ha terminado sobreviviendo a su propio hype, regalándonos un ejercicio apocalíptico algo más normativo y con mayor foco en la acción, pero sin perder un ápice del intimismo y el carácter que hicieron brillar a su predecesora.
Para alcanzar este logro, 'Un lugar tranquilo 2' ha vuelto a hacer gala de una narrativa y una progresión dramática tan sencillas como efectivas —tremendo el sentido de la urgencia y el tratamiento de los conflictos externos—, un tratamiento visual de primera —fantástica labor de la DOP Polly Morgan— y una dirección sobria, contenida y elegante que apuesta por la síntesis y que no necesita ni una palabra de más para transmitir al espectador todas las emociones que pretende.
Aunque, por encima de todo esto, existe una gran arma secreta que convierte al largometraje en una pequeña bomba de relojería con una cuenta atrás de poco más de hora y media. Esta no es otra que el excepcional montaje de Michael P. Shawver —editor de cabecera de Ryan Coogler desde el cortometraje 'Fig' de 2010—, que convierte el metraje de la monster movie en una clase magistral sobre dos técnicas concretas: el match-cutting y el montaje en paralelo.
El poder del corte
Antes de ver cómo enriquecen cada una de ellas a 'Un lugar tranquilo 2', vamos a recordar muy resumidamente en qué consisten exactamente estas herramientas de edición, comenzando por el montaje en paralelo o cross-cutting; un recurso cuyos orígenes se remontan a comienzos del siglo pasado y que puede verse en cortometrajes pioneros como 'Asalto y robo de un tren' —1903— y en varios largometrajes de D. W. Griffith, quien fuese uno de sus mayores representantes tempranos.
El montaje en paralelo se da cuando en una misma secuencia se alterna entre dos o más acciones que generalmente —siempre hay espacio para variaciones y experimentos— están sucediendo al mismo tiempo, pero en espacios diferentes —montaje en paralelo de asociación temporal— o en un mismo espacio, pero sin coincidencia temporal —montaje en paralelo de asociación espacial—. Esto permite, entre otras cosas, alimentar el ritmo y el suspense hasta límites insospechados, tal y como demuestran pasajes como el del tercer acto de 'El silencio de los corderos', que juega con tiempo y espacio para desubicarnos y hacer que el giro que sitúa a Clarice en la casa de Buffalo Bill sea aún más impactante.
Por otra parte tenemos el match-cutting; una técnica generalmente empleada a modo de transición consistente en montar por corte dos planos con acciones, composiciones y contenidos similares para dotar de mayor continuidad a la narración y establecer correlaciones temáticas y visuales. Este recurso, con décadas de historia a sus espaldas, encuentra dos de sus máximos exponentes en 'Lawrence de Arabia', con Peter O'Toole apagando una cerilla y abriendo paso a la salida del Sol en el desierto y, sobre todo, en '2001: Una odisea del espacio' y en su célebre hueso transformándose en una nave espacial y condensando milenios de evolución en segundos gracias a la magia del corte.
Un lugar... para ponernos de los nervios
A partir de este punto habrá spoilers de 'Un lugar tranquilo 2'. Continuad bajo vuestra responsabilidad.
Cuando match-cutting y montaje en paralelo se funden en 'Un lugar tranquilo 2' a través del genio de Shawver, el impoluto trabajo de Krasinski en el set y sobre el papel alcanza una nueva dimensión. Esto comienza en el mid-point de la película —casi matemático, ya que cae aproximadamente en el minuto 48 de los 97 totales—, en el que la trama toma un nuevo rumbo al separar a los protagonistas en tres grupos tras la salida de Evelyn, el personaje de Emily Blunt, del refugio.
Desde este momento, cada uno de los personajes —o parejas de ellos— encaran su propio objetivo: Evelyn debe ir a por suministros para salvar a Marcus y al bebé, estos deben enfrentarse al ataque de una criatura y a la pérdida progresiva de oxígeno tras quedarse encerrados en el tanque, y Emmet y Regan tendrán que sobrevivir al ataque de un grupo de supervivientes y al caos en la isla para poder emitir la señal por radio que permita acabar con los monstruos de oído perfecto.
Esta maraña de subtramas se sucede en pantalla de forma simultánea mediante el montaje en paralelo, impregnando la acción de un ritmo endiablado que únicamente se toma un respiro cuando los personajes de Cillian Murphy y Millicent Simmonds encuentran un pequeño remanso de paz insular, y con el momento en que Evelyn llega al tanque con oxígeno de repuesto y salva a sus hijos de morir asfixiados.
Por supuesto, esto es tan sólo un breve interludio antes de entrar de lleno en el tercer acto de la cinta, que vuelve a recuperar el cross-cutting —esta vez sólo entre dos localizaciones—; dando la sensación de que el clímax no sólo ha durado unos pocos minutos, sino que se extiende desde el ecuador del metraje, y permitiendo avanzar a toda velocidad hasta un gran final sin necesidad alguna de echar el freno.
Para conectar aún con mayor fluidez las diferentes escenas, y para mantener a los personajes en un mismo plano emocional pese a estar a kilómetros de distancia unos de otros, Krasinski y Shawver exprimen al máximo el recurso del match-cutting; e incluyo al director porque, obviamente, estas transiciones, tremendamente orgánicas y limpias, no son fortuitas, sino que están planteadas desde el proceso de planificación.
Gracias a estos cortes no sólo se agiliza la narración, teniendo, por ejemplo a personajes cayendo al suelo en diferentes lugares y por diferentes motivos, o realizando movimientos similares; además, la tensión provocada por abandonar una escena conflictiva para saltar a otra se incrementa, y la relación de causa y efecto entre acciones interconectadas en la distancia —la señal de radio emitida desde la isla sonando en la radio de Marcus— se hace aún más explícita y sólida.
'Un lugar tranquilo 2' es una delicia en todos y cada uno de sus aspectos, y merece ser estudiada escena a escena por todo aquél que aspire a conocer más a fondo los secretos de la narración en imágenes; pero su montaje merece ser el foco de casi todas las miradas al plasmar en pantalla el poder de un corte simple y llano, pero usado con inteligencia y precisión.
Por supuesto, buena parte de lo visto en el corte final ya figuraba sobre el papel —después de todo, el drama y la estructura son negro sobre blanco—, pero hay que dar al César lo que es del César. Ya decía el maestro Walter Murch que "Toda la elocuencia del cine se consigue en la sala de edición"; y, diablos, quién soy yo para contradecir al maestro.
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