No es una regla que pueda aplicarse al cien por cien de las adaptaciones, en una u otra dirección. De hecho, no puede aplicarse nunca: el escrito y el audiovisual son universos narrativos diferentes, cada uno con sus reglas, y está bien que así sea. Las traducciones literales o excesivamente fieles no tienen en cuenta que los ritmos, lenguajes y métodos de libros, comics, videojuegos, televisión o cine tienen naturalezas propias
Pero hay excepciones, por supuesto: a veces las adaptaciones no son reflejos más o menos distorsionados de una creación previa, sino que establecen constructivos puentes y diálogos entre sí. Es el caso de 'El cuento de la criada', una novela de Margaret Atwood de 1985 que no solo ha sido extraordinariamente bien adaptada en la serie recientemente producida por Hulu (y emitida en nuestro país por HBO), sino que libro y serie se complementan de forma notable.
Aviso: Este artículo desvela tramas principales de libro y serie.
La novela ya había sido adaptada con anterioridad: en una fallida pero interesante película en 1990 y en nada menos que una ópera en el año 2000. Pero es la estructura episódica de la serie creada por Bruce Miller -y coproducida por la propia Atwood- la que encaja como un guante en la estructura del libro: la rutina anuladora donde un pequeño detalle como una frase en latín escrita en un ropero puede ser una novedad que cambie el mundo.
Pero hay más allá, dejando de lado que la estructura narrativa de 'The Handmaid's Tale', que describe un día, y otro, y otro, hasta que el pensamiento de la protagonista se convierte en una tortuosa espiral, encaje bien con u ritmo episódico. Por supuesto, al haber más tiempo que en una película, la serie puede recrearse en determinados pasajes, e incluso ampliarlos.
Quizás sea esa la principal virtud de la serie, y también la diferencia primordial con el libro: éste es, a menudo, una sucesión de pasajes reflexivos, de pensamientos en primerísima persona donde Defred, la protagonista, medita acerca de cómo el cuerpo de las mujeres ha sido anulado e instrumentalizado en esa distopía terrible que es Gilead. En la serie es imposible mantener constantemente esa reflexión, y se describe el mundo que padece Defred.
Esa descripción a veces obliga a ampliar el mundo de la novela, pero a nuestro juicio lo hace siempre respetando el espíritu de la novela. El caso más llamativo quizás sea el del personaje de Deglen (Alexis Bledel), la compañera durante buena parte de la serie de Defred (Elizabeth Mopss). Tanto en el libro como en la novela, el lector / espectador y la protagonista desconfían de ella, pero cuando se descubre su naturaleza, la serie nos revela todo su destino, no así en el libro.
Ampliaciones necesarias
Sin embargo, en el libro Deglen participa en un demoledor episodio que cambia en la serie: el apaleamiento por parte de las criadas de un hombre acusado de violación. En la serie, Defred se deja llevar por la ira colectiva y participa en la ejecución. En el libro, queda paralizada por el horror, y además, es Deglen quien ejecuta rápidamente al hombre, sabiendo que es en realidad un preso político y asegurándole así una muerte sin sufrimiento.
Otro personaje que recibe una atención especial en la novela es Moira (Samira Wiley), la amiga de Defred anterior a la llegada del régimen. En la serie, ambas escapan juntas del Centro Rojo aunque solo será Moira la que lo consigue finalmente. En la novela no se describe de forma tan pormenorizada la huida, entre otras cosas porque Defred no lo intenta con ella.
Y por supuesto, la historia que definitvamente se muestra no solo ampliada sino directamente divergente en la serie, es el destino de Luke (O-T Fagbenle), el marido de Defred. En la serie queda claro que está vivo y se encuentra con Moira: en el libro no se desvela cuál ha sido su suerte, aunque todo hace pensar que murió en la huida. Un intento de huída inicial que también en la serie es descrita con más detalle, abarcando un capítulo completo.
De hecho, la segunda huida de Moira, finalmente exitosa, la confirmación de que Luke está vivo, así como la tremenda secuencia en el último episodio en el que Defred ve a su hija Hannah a distancia, tiene una función muy clara: permitir que la serie se prolongue más temporadas. Sin embargo, lo hace con clase y estilo: la idea añadida de que una serie de escritos y testimonios de mujeres sean un arma tan subversiva como una bomba es una idea extraordinaria y muy simbólica.
La idea añadida de que una serie de escritos de mujeres sean un arma tan subversiva como una bomba es una idea extraordinaria.
Algo que la serie hace, al estilo tradicional del drama televisivo con múltiples personajes, es dedicar episodios casi completos a flashbacks que nos describen el trasfondo de algunos personajes. Un caso es el de Nick (Max Minghella), el chófer de la mansión del que entendemos su formación como espía y su auténtica función en la casa. En la novela su pasado queda en brumas y su relación con Defred no es tan compleja.
Significativo es también el caso de Serena Joy (Yvonne Strahovski), la mujer que se quedará con el hipotético hijo de Defred. En la novela -y la película-, es una mujer mucho mayor, que tiene un pasado como estrella de la televisión. En la serie queda más clara su participación en la misma génesis del origen de Gilead, lo que sin duda le da un trasfondo singular, aunque arrebata esa sensación devastadora del libro de que el caso de Defred es "una más" entre cientos.
Otro de los motivos por los que la serie amplia las historias de algunos personajes es acentuar la violencia que se ejerce contra ellos. El caso más llamativo es el de Janine, horriblemente mutilada en la serie y no en el libro, que protagoniza un momento de catarsis con su bebé ausente en la novela y que propicia un momento de comunión entre las criadas que sin duda dará que hablar en la segunda temporada.
Simplificaciones necesarias
Por otra parte, en la serie se simplifican algunos elementos que se han considerado menos relevantes para el desarrollo del personaje de Defred, claro centro de la narración, pero que sin duda son un aspecto interesante para todo aquel fan de la serie que quiera indagar en el trasfondo del mundo de Gilead sin entrar en contradicciones. Un ejemplo: la madre de Defred, apenas mencionada en la serie y con quien en la novela tiene una relación de amor-odio.
Más ejemplos: Cora es una de las asistentes domésticas que tiene cierta importancia en la novela, al menos como espectadora, pero en la serie tomaron una decisión muy habitual en cualquier adaptacion: integrar a dos o más personajes en uno solo. En este caso, la Rita de la serie es una unión de la Rita brusca y exigente y la Cora maternal y esperanzada de la obra de Margaret Wood.
Sin embargo, el auténtico tesoro que la novela reserva para los fans del mundo de 'The Handmaid's Tale' y a quienes la serie les haya sabido a poco está en un delicioso epílogo titulado 'Notas históricas a El cuento de la criada', y que simula una conferencia del año 2195 en el contexto del Duodécimo Simposio de Estudios Gileadianos, donde historiadores y antropólogos disertan sobre el régimen de Gilead, teóricamente superado.
En una docena de páginas, Margaret Atwood relativiza todo lo leído hasta ese momento, no sin humor: se habla de la credibilidad de la narración de Defred y de cómo se recuperaron las grabaciones de su historia. Para el lector de 2017, además, se suma la satisfacción de conocer las limitaciones tecnológicas de 1985, cuando realmente se escribió 'El cuento de la doncella'.
En este epílogo se describe con todo detalle el nacimiento, expansión y funcionamiento interno de Gilead. Se compara esta sociedad con otros regímenes similares de la historia, lo que hace mucho más transparente la metáfora, y se expande el mundo de Gilead. Más que con ánimo de generar un mundo creíble para los fans, Atwood lo hace para explicar la narración por parte de una autora que, no lo olvidemos, no estaba especializada en los recursos del género.
Estas notas históricas son el delicioso regalo que los fans de la serie pueden encontrar en el libro: da pistas sobre los derroteros que tomará la segunda temporada y da solidez a un mundo ficticio que, por otra parte, ya tenía muy bien asentadas las bases. El resultado de todo ello, la conexión entre serie, libro -y, en menor medida, película-, es buena prueba de hasta qué punto la invención de Atwood es consistente y aterradoramente plausible.
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