En la defensa de ver cine en partes de nuestro compañero John Tones hay una mención a los tiempos en los que no había reproductores de DVD o Blu-ray para todas las regiones ni torrent, y los fans del cine de género solo podían encontrar ultra rarezas en el mundo prohibido de los distribuidores del mercado gris de VHS.
La era del ferrocromo
Tones recuerda una época en la que los catálogos en papel como Video Search of Miami eran imprescindibles:
"los aficionados al cine extraño vivíamos de pagar fortunas para intercambiar con coleccionistas de la otra punta del mundo copias de sexta generación de clásicos del infragore picante o películas de ninjas procedentes de países que el derecho internacional no había reconocido, con el formato hecho trizas y dobladas al tailandés. Claro que nos habría gustado recibir ediciones prístinas de las mayores rarezas, pero si las palabras Video Search of Miami o Psychotronic Encyclopedia te resultan familiares, sabrás que la calidad técnica es secundaria: a veces lo importante es ver la película, no importan las condiciones".
Las películas de culto más oscuras y ocultas, ya sean de Mario Bava, Godzilla, Kung Fu o Hammer Films se podían ver con mucha suerte por la tele muy de vez en cuanto, por lo que a principios de los 90 se crearon auténticos sindicatos internacionales de contrabando que grababan copias de distintos mercados y las enumeraban en catálogos fotocopiados que enviaban por correo, cobrando auténticas fortunas por las copias que vendían de forma ilegal. Sabían que eran piezas imposibles de encontrar en VHS.
Giallos, la espada y brujería, peplum, monstruos mexicanos y terror asiático. Muchas veces las copias venían de un láser-disc pasado a videocasette, pero lo más interesante es que la ley dejaba un ángulo muerto para este mercado gris. Una laguna jurídica en la Convención de Berna sobre derechos de autor de 1977, dejaba libres a las películas no registradas en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, por lo que corrientes como cine schlock tenían vía libre.
Los distribuidores locales
En España existieron muchas de estas distribuidoras, algunas maquilladas como Manga Films y otras decididamente underground como Imagen Death o Psycotronic Kult Vídeo, que cobraban hasta 1.995 pesetas, una locura, por copias que venían de viejas impresiones para TV de 16 mm, copias de octava generación que las hacía casi imposibles de ver, pero eso era todo lo que se podía obtener. A veces si eran e importación la cifra subía a 5.000 pesetas y gastos de envío, al cambio hoy unos era como desembolsarse 60 euros. Mucho de lo que entendemos como cine de culto, viene mucho de las dificultades para llegar hasta ciertos filmes, definiendo el concepto de rareza.
Fanzines como Video Search of Miami eran más un secreto boca a boca que se pasaban mecanografiados, había otros como Something Weird de Mike Vraney se asociaba a los cineastas originales para lanzar una copia aprobada de alguna oscuridad de H.G. Lewis o Harry Novak. Bootlegs de una subcultura que ha desaparecido casi por completo tras el auge de Internet y Amazon, además de otras asociaciones de los productores originales que pudieron defender mejor sus derechos de autor.
Hoy pueden encontrarse muchas copias en un limbo legal que sobreviven en youtube o Dailymotion, pero distribuidoras como Shout, Vinegar Syndrome, Arrow, Code Red, Scream Factory, 88 Films o Kino Lorber están restaurando auténticas rarezas, muchas nunca vistas, ni siquiera en estos obscuros catálogos. Todo para encontrarse con la generación digital y su implacable valoración de estellitas de filmaffinity y letterbox, porque "los efectos son muy cutres" u otra impertinente excusa para enmascarar la deglución autocomplaciente de cientos de horas que entran y salen de los cerebros sin un motivo particular.
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