Al tiempo de cerrar el año con listas y resúmenes, entre efemérides y aniversarios, rescatamos un cumpleaños mágico que, en estas fechas, hará despertar nuestro niño interior. 30 años atrás, en días como estos, justo en la antesala de la Navidad, llegaba a los cines españoles 'La princesa prometida' ('The Princess Bride', 1987).
Una historia de amores imposibles que todo lo pueden, que avivaron las fantasías de los jóvenes en los 80 y a la que hoy, recuperando esa ilusión sincera y melancólica, rendimos homenaje. Porque sí, aunque parezca IN-CON-CE-BI-BLE, nuestra fascinante princesa entra en los 30. ¡Feliz cumpleaños, bella Buttercup!
Un relato clásico de amores verdaderos y grandes aventuras
Cuenta William Goldman (guionista de la película y autor de la novela de 1973 en la que se basa ésta) que su padre, florinés de pura cepa, consiguió despertar su interés por la literatura gracias a 'La princesa prometida'. Encamado por una larga convalecencia a principios de los años 40, un Billy delirante y aburrido por la inacción derivada de una agresiva pulmonía, escucha con fervor las historias de la atrevida y bella Buttercup (la mujer más hermosa del mundo, según el ranking oficial) y su increíble (y casi inmortal) campesino enamorado, Westley.
"Un relato clásico de amores verdaderos y grandes aventuras escrito por S. Morgenstern" y narrado por el padre de este joven William, cada noche antes de dormir, que despertó su sed de aventuras de cuento y que pronto se convertiría en su libro favorito. Rodeado de este halo de fantasía, el libro original –denso y aburrido, por oposición al relato de viva voz de su padre- habría acabado finalmente en las manos de un ya adulto escritor para su transformación en forma de herencia mágica para su propia descendencia.
Lo que acabaría en una reconstrucción de los mejores momentos, tras separar el grano de la paja en busca de los ingredientes necesarios para una digna aventura de manual. O eso afirma Goldman en su prólogo a la primera edición de 1972...
Convertido así en una pieza fantástica, un laberinto con truco envuelto en una imaginativa capa de metalenguaje, William Goldman revoluciona el género, introduciendo elementos de fantasía y haciendo estallar las fronteras entre realidad y ficción, implicando al lector (y, más tarde saltando también al espectador), y demostrando que la hibridación y el crossover no son una invención de la era digital.
Una obra única por su valor simbólico y emocional convertida en icono de transmisión entre generaciones en un acto de amor. Amor como fin que todo lo puede, amor como sinónimo de amistad incondicional, amor por la aventura, amor como legado y, en último término, amor por la lectura. Con esta aproximación, mano a mano con Goldman, concibe Rob Reiner en 1987 'La princesa prometida' y la convierte en patrimonio del género de aventuras y película de culto en nuestros días.
'La princesa prometida': adaptación artesanal en herencia de los analógicos 80
Buttercup, una campesina práctica, fuerte y de ideas fijas, se compromete con el malvado príncipe Humperdinck (jurando ser un matrimonio de conveniencia en el que nunca habrá pasión) tras perder a su amor verdadero a manos del temible pirata Roberts.
Íñigo Montoya, convertido en el mejor espadachín de su tiempo, busca vengar la muerte de su padre mientras recorre el mundo con el gigante y el siciliano en su banda de delincuentes asaltacaminos. Mientras, el hombre de los seis dedos trabaja en una horripilante máquina de tortura, dispuesto a probarla con el misterioso e invencible hombre de negro, para finalmente completar su fascinante libro sobre el dolor.
Y así, todos los elementos clásicos del género de aventuras se alinean en esta historia extraordinaria que, aun con estructura tradicional, rompe con ironía los moldes de la narrativa edulcorada de cuento.
Con una princesa atípica, que desafía las expectativas y rechaza los cánones preconcebidos, un espadachín antihéroe, alcohólico y descerebrado, que necesita de un jefe para ejecutar su propia venganza, un hechicero milagroso despedido y en horas bajas, un torturador académico y un príncipe de todo, menos azul, ‘La princesa prometida’, sienta sin saberlo las bases de un nuevo tipo de relato que, más tarde, desarrollarían y revolucionarían dignos herederos de nuestro tiempo como Wes Anderson.
Una tropa imperfectamente humana y entrañable que encaja de la misma forma nostálgica en una ambientación naif ochentera, de efectos de manualidades y decorados de cartón-piedra. Una tierna aproximación a los efectos visuales de inocencia analógica que por aquel entonces daba los últimos coletazos y dejaba obras míticas del cine de fantasía y aventuras juveniles como 'La historia interminable' (1984), 'Gremlins' (1984), 'E.T. El extraterrestre' (1982) o 'Los Goonies' (1985).
La de 'La princesa prometida' es una adaptación artesanal cuya magia reside en su tono, heredado de la novela original y, aunque simplificado, –y tras perder las brillantes notas del autor a pie de página-, fielmente traducido al lenguaje de la gran pantalla, donde, para nuestra felicidad, conserva la emoción de cuento de hadas que le dota de alma.
¿Y qué fue de Buttercup y Westley?
Fueron felices y comieron perdices. O quizá no, ya que, al contrario que en los cuentos, en su texto, Goldman hace hincapié en la amargura y la injusticia de la vida, a través de unos ingeniosos y muy divertidos apartes en primera persona en los que incluso reivindica el spoiler y desecha los finales felices. Una pizca de realismo entre milagros y resurrecciones. Un punto de vista particular que parece cuajar en el tándem guionista-director.
Confiesa Reiner que sin el éxito de 'Cuenta conmigo' ('Stand By Me', 1986), 'La princesa prometida' no existiría en forma de película. Al menos, no con él en la silla del director. Según relataba el cineasta en una entrevista en Variety el pasado septiembre en torno al 30º aniversario del estreno en Estados Unidos, el proyecto no fue exclusivamente su idea, pero nadie antes había conseguido ponerla en marcha.
Parece ser que el libreto de Goldman se hizo popular tras 14 años pasando de mano en mano. Varios intentos fallidos se han atribuido a un puñado de directores con muy distintos perfiles y amplia reputación en campos muy diversos, como el responsable de la delirante 'Jesucristo Superstar' (1973), Norman Jewison, que lo intentó durante años y por entonces estrenaba 'Hechizo de luna' ('Moonstruck', 1987); John Boorman ('Excalibur', 1981) o Richard Lester, ya conocido por sus clásicos de aventuras como 'Los tres mosqueteros' (1973).
Incluso Robert Redford trató de hacerse con la dirección del que habría sido su debut tras las cámaras y en el que se reservaba también el papel de Westley. Tampoco pudo ser. Aunque entre los aspirantes, el más sorprendente de los candidatos es François Truffaut, uno de los máximos exponentes de la Nouvelle Vague francesa que, según el propio Reiner, estuvo previamente ligado al proyecto.
De hecho, no es un secreto que el film (al que, por lo visto, todo productor temía) no arrasó en taquilla. Con algo más de 30 millones de dólares de recaudación en salas de los Estados Unidos (alrededor del doble de su presupuesto, que rondó los 15 millones), la película se convirtió en un verdadero fenómeno en su paso al formato doméstico, cerrando por fin el círculo de la transmisión generacional.
Así la fantástica Robin Wright, con su debut en el largo, ponía un pie en nuestras casas, que la han visto crecer hasta convertirse en la mismísima presidenta de los Estados Unidos (según 'House of Cards', claro). La actriz, aún primeriza en el terreno cinematográfico, arrancaba entonces el papel de las manos de una súper popular Carry Fisher, que se postulaba como una de las opciones favoritas de William Goldman en los inicios; mientras que Sean Young, en la cresta de la ola tras interpretar a Rachel en 'Blade Runner' (1982), apuntaba a ser la preferida de Reiner.
Otras actrices del momento como Meg Ryan, Uma Thurman, Suzy Amis, Alexandra Paul e incluso Courtney Cox, desde la pequeña pantalla y Whoopi Goldberg, tras rodar 'El color púrpura' con Spielberg, intentaron sin éxito convertirse en Buttercup. Finalmente, Reiner apostaría por los rostros desconocidos de Wright y el británico Cary Elwes, rodeados de una constelación de estrellas.
Nada menos que Mandy Patinkin (Íñigo Motoya), Wallace Shawn (Vizzini) -en el papel que Danny de Vito rechazó-, André el gigante –anteponiéndose a Liam Neeson en el casting-, Billy Crystal (Max Milagros), Peter Cook (el increíble clérigo), Chris Sarandon (como el malvado príncipe Humperdinck), Christopher Guest (el conde Rugen), Mel Smith (el albino) y con la participación de Peter Falk-Columbo en el papel del abuelo, junto a un pequeño Fred Savage, entre muchas otras caras populares, completaban el reparto de esta aventura tan coral.
Como desees
Al final, Goldman nunca tuvo un hijo, pero adoptó tal cantidad de fans que, como al resto del elenco y al director, aún le acompañan con historias que traspasan la pantalla. "Hola, mi nombre es Íñigo Montoya. ¡Tú mataste a mi padre; disponte a morir!" es, posiblemente, una de las frases más célebres del séptimo arte, y sin duda adalid para toda una generación, que abría las puertas a un nuevo tiempo y cerraba una era de inocencia tecnológica.
Como parte de ese cine muy ligado a su contexto, 'La princesa prometida' sobrevive a la edad rodeada de un aura de nostalgia, que le confiere su valor único y, admitámoslo, emocional, vinculado a nuestra propia experiencia. Y a pesar del paso del tiempo, y de que todos hemos cambiado, la magia de cuento todavía hoy conserva viva la llama de ese inextinguible "como desees" (o quizá no, como diría William Goldman).
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