El nuevo milenio puede parecer una franja psicológica para muchos aspectos de la historia y la cultura, pero en realidad, hay una correspondencia más o menos significativa con los hechos que tuvieron lugar en sus primeros años. No solo la expansión de la tecnología digital e internet, también el 11 de septiembre y sus consecuencias bélicas marcaron el tono de las siguientes dos décadas, de manera que aún lo estamos viviendo.
El cine de terror lo asimiló de una forma casi virulenta, viviendo un cambio de ciclo asombroso, tras abandonar la década que no le fue demasiado amable. La explosión de los años 2000 y el posterior amoldamiento a las nuevas reglas ha dado muchas buenas obras, varias notables y otras interesantes. No están todas porque no caben aquí, pero esta pequeña selección es fundamental para entender qué ha sido y hacia dónde va el género en el siglo XXI.
Jeeper Creepers (2001)
Discutida en su momento y en nuestros días. Tanto esta como su segunda parte actuaron como eslabón perdido para el terror adolescente post-Scream y la explosión de terror sucio de los 2000. Estrenada tan solo un mes antes del 11-S, esta pequeña serie B de monstruo inexplicable puede considerarse una de las puntas de lanza más esenciales del regreso a los setenta en el cine de su década, incluido el torture porn. Victor Salva invocó a ‘El diablo sobre ruedas’ (Duel, 1971), Wes Craven y Tobe Hooper para dar el pistoletazo de salida al milenio.
Mulholland Drive (2001)
Fuera de modas, lejos de los movimientos que llevan el género a mutar y evolucionar, la entrada de David Lynch al nuevo milenio fue por la puerta grande. Su estudio de la decadencia del sueño americano nos explicó cómo funcionan las pesadillas. Su lógica retorcida y su textura onírica para describir un Hollywood devorador de almas funciona como perfecto reverso oscuro de ‘La la land’ (2016), pero la diferencia es que en vez de musical clásico, Lynch ofrece una sinfonía de horror inigualable, etéreo, confuso pero lo suficientemente intuitivo como para aterrar.
Session 9 (2001)
Otra de las piedras angulares de lo que vino después fue este pequeño esfuerzo independiente que devolvía el cine de terror a una concepción oscura, seria y atmosférica. La irrupción de las cámaras digitales permitió que nuevas voces, como Brad Anderson, demostraran que en el género también hueco para actores adultos, que era mucho más que el slasher y que los clásicos “recientes” como ‘El Resplandor’ (The Shining, 1980) podían ser tomados como punto de partida y volver a causar miedo. Del que se mete bajo la piel.
Señales (Signs, 2002)
Da vértigo la idea de que en su momento 'Señales' se trató cómo una película menor de Shyamalan y la realidad es que no sólo está a años luz de todo lo que ha hecho después, sino que mejoraba ya sus ideas y núcleos temáticos de trabajos posteriores. Sus momentos de terror son de lo más exquisito que se ha visto en los últimos 20 años, desde el mítico "found footage" integrado a la silueta del techo, la patita en el sembrado, la rendija bajo la puerta... Todos son una masteclass de tensión sostenida e imágenes indelebles.
May (2002)
El descubrimiento de Lucky McKee y la divina Angela Bettis. Un estudio del marginado con modos de comedia romántica underground cruzado con las sensibilidades del cine de terror italiano. Una mezcla imposible que conseguía convertir a la ingenua May en el monstruo más simpatético en lo que va de siglo. Una de las primeras muestras de terror indie, completamente a contrapelo de las tendencias, en ese batiburrillo de creatividad y posibilidades que se acumularon en los primeros años de los 2000.
La Maldición (Ju-on, 2002)
Uno de los primeros éxitos del terror japonés post ‘The Ring’ (Ringu, 1997) y, probablemente el mejor en el terreno kaidan de este siglo. Takashi Shimizu ya la había hecho y la volvería a hacer unas seis veces, pero esta versión, particularmente, es una de las películas de terror más espeluznantes del subgénero. Después vendrían las parodias, los ‘Sadakos vs Kadako’ y las tantas fantasmas de pelo negro que aguaron el poder de provocar pánico de este primer germen. Como la de Nakata, su tipo de horror aún sigue influyendo en occidente.
Amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, 2004)
Aunque borró el trasfondo irónico de Romero, esta obra maestra consiguió quedar a la altura de su original gracias al delicioso guion de James Gunn. No sólo demostró que los remakes eran más que un subgénero en sí mismo y que podían funcionar, sino que borró el sabor de boca del anticlímax de ’28 días después’ (28 days later, 2002) mejorándola y levantando una polvareda que resucitó de nuevo el género de zombies. Pocas han estado a su altura después, quizá solo ‘La tierra de los muertos vivientes’ (Land of the Dead, 2005) y ‘Planet Terror’ (2007).
Zombies Party (Shaun of the Dead, 2004)
El complemento perfecto de la anterior, es la versión paródica del cine de Romero, probablemente la más afectuosa y la que mejor ha entendido todo su universo y su poder de sátira. La primera (y mejor) entrega de la trilogía del cornetto, nos descubrió al dúo Frost-Pegg y al director Edgar Wright, que causaría a su vez una ola de imitaciones e intentos de llevar a buen puerto la difícil mixtura de terror y humor en el cine. Además, no ha habido muchas películas de zombies que consigan hacer reír sin caer en la manida “humanización” de los muertos vivientes.
The Descent (2005)
La película más popular de Neil Marshall generó todo una avalancha de imitaciones en el mercado de vídeo. Aunque fuera más imperfecta y modesta, un servidor prefiere ‘Dog Soldiers’ (2002), pero la aventura subterránea de este grupo de mujeres contra mutantes escondidos en la oscuridad fue tan popular que su legado la hace merecedora de esta lista. ‘The Descent’ representaba muy bien el terror físico, violento y sin miedo al gore que caracterizó la década de los 2000.
Wolf Creek (2005)
De toda la maraña de Torture Porn que apareció en el contexto del nuevo siglo era difícil distinguir entre la paja perecedera y obras con cierto contexto, que fueran más allá de la imagen del tipo en una silla siendo mutilado. Greg McLean se separó de los ‘Hostel’ (2005) y los ‘Saw’ (2004) para ofrecer un perfil aterrador de un psicópata modelado desde el típico paleto del outback australiano. El director ofrece una visión gloriosa del desierto despoblado investigando sus mitos a través de la violencia. Tuvo secuela y una fantástica miniserie de tv.
Las colinas tienen ojos (The Hills Have Eyes, 2006)
Si hay un remake que a todas luces es superior al original es esta revisión del clásico de Wes Craven a manos del Francés Alexandre Aja. Aún hoy su mejor película, el director sublima el estilo del terror extremo francés que el mismo inició con ‘Alta tensión’ (Haute Tension, 2003) pero esta vez lo consigue acabar sin un final tramposo. Uno de los mejores survival horror del subgénero de mutantes caníbales que reinició la fantástica ‘Km 666’ ( Wrong Turn, 2003) y sigue abrumando por sus fantasmales paisajes nucleares y sus deformes habitantes.
Silencio desde el mal (Dead Silence, 2007)
Toda la semilla del terror de los 2010, muy marcado por el famoso “estilo James Wan” de las extraordinarias sagas ‘Insidious’ (2010) y ‘Expediente Warren’ (2013) ya se encontraba en esta huida hacia adelante del director de ‘Saw’. En ella virtió todo su dominio de la set piece de horror junto a la fascinación por la imaginería gótica de Mario Bava y Argento. La diferencia con sus terrores posteriores es que no se cortó con la sangre ni un poquito, pero toda la ola de terror 2010 puede entenderse gracias a este fracaso de taquilla que aún hoy es su mejor obra.
Truco o trato: Terror en Halloween (Trick ‘r Treat, 2007)
Las antologías de terror son un género complicado. Es extremadamente difícil que alguna cumpla el requisito de tener todas sus historias a la altura. El debut de Michael Dougherty consiguió estar, al menos, a un gran nivel. Probablemente la más completa desde ‘Creepshow’ (1982), ‘Truco o trato’ es un pedacito de todo lo que nos entusiasma de la noche de difuntos condensado en una pequeña y delicioso carrusel de atmósferas y leyendas. Personalmente prefiero su ‘Krampus’ (2015), pero esta antología es un imprescindible de cualquier maratón de Halloween.
La niebla (The Mist, 2007)
Frank Darabont logra (de nuevo) una de las mejores adaptaciones al cine de la obra del escritor Stephen King. El director planteó una historia Lovecraftiana, una película de monstruos, a través de la estructura dramática de ‘La noche de los muertos vivientes’ (Night of the Living Dead, 1968), logrando destilar el drama humano de aquella con una sensibilidad actual, aplicando toda la violencia del cine de terror de su época. El resultado fue el germen de la propia ‘The Walking Dead’ (2010-) que el mismo puso en movimiento tal y como la conocen sus fans.
Grindhouse (2007)
Parece que cuesta acordarse de lo que fue todo un evento cinematográfico en la década de los 2000. Nada menos que Tarantino y Robert Rodríguez haciendo un homenaje a las sesiones dobles de la calle 42, con hilarantes tráilers falsos de Edgar Wright, Rob Zombie y Eli Roth.
Una fiesta en la que Tarantino ofrecía un inquietante thriller entre el giallo y Russ Meyer con un gigantesco Kurt Russell y Rodríguez un despiporre grumoso entre Lamberto Bava, Fulci y John Carpenter. Tres horas memorables inéditas en España tal y como se disfrutaron en EE.UU.
Al interior (À l'intérieur, 2007)
Del puñado de poetas de lo grotesco que aparecieron siguiendo la estela de Alexandre Aja en Francia, el dúo formado por Alexandre Bustillo y Julien Maury es el único que ha seguido perpetuando algún proyecto con interés. De aquel pack de películas ‘Al interior’ es la más estimable por su capacidad de concreción. La maternidad vista como un Grand-Guignol de figuras de tragedia griega ensangrentadas. El poder de sus imágenes en rojo resulta casi lírico, y su tensión irrespirable. El remake perpetrado diez años después, muy prescindible.
30 días de oscuridad (30 Days of Night, 2007)
Si la década de los 2000 fue una explosión ascendente y progresiva para el cine de terror, tuvo su punto álgido en el año 2007, en el que la cantidad de filmes reseñables desestabiliza cualquier recuento. David Slade, antes de ser fagocitado por el mundo televisivo de Brian Fuller, consiguió plasmar con éxito el cómic homónimo de Steve Niles, usando un tono gélido como el emplazamiento nevado de la acción, que le permitió mimetizarse con las vibraciones áridas del Carpenter de ‘La Cosa’ (The Thing, 1982). Una infravalorada pieza de género ya de culto.
Lake Mungo (2008)
Los 2000 también fueron la etapa de explosión del estilo found footage. Con el mismo apareció su primo hermano, el mockumentary, y por supuesto el cine independiente tomó buena nota. De la gran cantidad de películas salidas del movimiento muchas aún quedan en el recuerdo colectivo, como ‘Rec’ (2007) o ‘Monstruoso’ (Cloverfield, 2007), pero pocas poseen el calado y capacidad de revisionado que esta fascinante historia de lo inexplicable. Junto a ‘The Black Door’ (2001) y ‘Noroi’ (2005) es el sagrado triunvirato del subgénero.
Déjame entrar (Låt den rätte komma in, 2008)
Un cuento de hadas decadente y oscuro. Su ritmo desacompasado se equilibra con los hipnóticos parajes helados de la Suecia residencial que retrata. Una historia de vampiros maquillada de drama de iniciación, con una tierna pero perturbadora amistad romántica entre un niño y un vampiro sin género definido. La cantidad de elementos subversivos que atesora no se ven a simple vista, pero su final debe ser la coda más cruel, antiromántica y espeluznante que se ha hecho pasar nunca por un final feliz.
La casa del diablo (The House of the Devil, 2009)
El fenómeno del mumblegore marcó la primera mitad de los 2010, aunque no tuviera mucho gore, era una manera de aplicar el término mumblecore del cine indie a las producciones de terror. Caracterizadas por bajos presupuestos y libertad creativa absoluta, en muchas de aquellas obras había ideas, pero pocas de sus muestras eran sólidas como plantar raíces. De todo ese pack de directores destaca Ti West y su mejor obra es esta mimetización setentera que construía la tensión sin prisas y dejaba un sabor de boca amargo como la hiel.
Cisne negro (Black Swan, 2010)
Vendida como un thriller psicológico más, este acercamiento de Aronofsky a los terrenos de la paranoia polanskiana tiene sus raíces enquistadas en el giallo, con momentos y escenas compartidas con el anime ‘Perfect Blue’ (1997) de Satoshi Kon y la fantasía oscura italiana ‘Étoile’ (1989). Un tour de forcé para Natalie Portman, que va desde la fragilidad a la angustia mientras las alucinaciones a su alrededor se convierten en una pesadilla digna de un pasaje de ‘Las zapatillas rojas’ (The Red Shoes, 1948).
Stake Land (2010)
El descubrimiento de un gran talento, como es Jim Mickle, que lleva ventaja a la gran mayoría de directores independientes de su generación. Posiblemente, lo mejor que ha dado la filosofía de cine de Larry Fesseden, con su productora Glass Eye Pix. Esta road movie postapocalíptica es la secuela del cine zombie de Romero que habríamos querido ver. Un coming of age salvaje, fascinante y lleno tanto de criaturas como de monstruos humanos que se adelantaba mucho en tono y soluciones a ‘The Walking Dead’.
Sinister (2012)
Cuando James Wan estaba limpiando la sangre de Jigsaw, aun concibiendo su mirada al cine espectral, Scott Derrickson recuperó el terror satánico sorprendiendo con la estimable ‘El exorcismo de Emily Rose’ (The Exorcism of Emily Rose, 2005) creando un nuevo foco en el cine de posesiones. Con ‘Sinister’ reenfocó su mirada a lo diabólico, al hombre del saco y el mal puro consiguiendo un drama psicológico que acompaña la espiral de decadencia de su protagonista con las secuencias de terror sobrenatural más espeluznantes de su década.
Lords of Salem (2012)
La carrera de Rob Zombie es tan irregular como fascinante, por cada obra seminal como ‘La casa de los 1000 cadáveres’ (2003) aparece un tropiezo como su desaborido remake de ‘Halloween’ (2007). Pese a que su estilo pertenece más a una visión más tangible y física del horror, su mejor película es su exploración del satanismo y la brujería según la casa de horror británica Tigon, madurando un estilo onírico que baila entre el Ken Russell más irreverente y lisérgico al Fulci de su trilogía de Eibon. Abucheada y cuestionada, es una de las cinco mejores de esta lista sin lugar a dudas.
Babadook (The Babadook, 2014)
Aunque el público esperaba una especie de ‘Expediente Warren’ con hombre del saco, no significa que el debut de Jennifer Kent no sea una obra de cine de terror por propio derecho. Una exploración de la depresión a través de la somatización monstruosa, la metáfora de la película es sencilla, pero no por ello menos aterradora. Además ofrece una mirada sobre la maternidad subversiva y contracorriente que ofrece más capas de lectura. Muchos puntos en común con ‘Repulsión’ (1965) de Polanski y ‘Shock’ (1977) de Mario Bava.
La Bruja (The VVitch, 2015)
Otro caso de marketing confuso que no ofrece el tipo de terror que mucha gente esperaba. De nuevo, la respuesta “realmente no es terror” es errónea. ‘La Bruja’ es una película de terror, y dentro de ese género, hay otros subgéneros como el cuento de hadas oscuro al que pertenece. Sí, es también un drama de época y una narración sobre la descomposición familiar con aspectos feministas, más influida por Bergman que por Wes Craven, pero su atmósfera densa e inquietante y sus escenas clave provocan pavor puro, del que se cuela bajo la piel.
El Extraño (The Wailing, 2016)
Dentro del cine de exorcismos hemos tenido de todo. Desde precuelas de ‘El Exorcista’ (The Exorcist, 1974) a found footage sobre curas estafadores. Pero entre toda esa maraña de subproductos para vídeo e iteraciones de la original, esta épica odisea existencial coreana ofrece una mirada totalmente fresca al subgénero. Empezando como una versión del típico procedural oriental, la atmósfera se va enrareciendo a medida que abraza lo sobrenatural y llega a su final incendiario y estremecedor. Una pesadilla teosófica que por fin entiende el filme de Friedkin.
La cura del Bienestar (A Cure for Wellness, 2017)
Este es el gran filme de terror de 2017. Gore Vervinski despliega todo un carrusel de suntuosidad gótica en una delirante gimkana mental hacia el corazón de las tinieblas. Es prácticamente un remake de la francesa ‘Tratamiento de shock’ (Traitement de choc, 1973), pero bajo una mirada Lovecraftiana y acercamiento estético al ciclo de Poe de Corman, el cine de terror italiano de los sesenta y la textura paranoica de ‘El quimérico inquilino’ (Le Locataire, 1976). Una pena que en su edición doméstica se haya mutilado el ratio original de 1:66.
'Déjame salir' (Get Out, 2017)
Uno de los autores más importantes del cine de terror en la última época, Jordan Peele, se ha ganado un nombre a base de proyectos con un sello inconfundible. Su capacidad de mezclar sátira social, conflicto racial, terror fantástico sin fisuras y humor macabro le ha hecho encarnarse como la continuación del espíritu de 'The Twilight Zone' de un nuevo siglo.
Además de continuar su trabajo con las estupendas 'Nosotros' o 'Nop', su trabajo como productor y guionista ha tenido aciertos como la secuela de 'Candyman', consiguiendo llevar el mito a su terreno. Con 'Déjame salir' ganó el Óscar al mejor guion, y no es un reconocimiento gratuito en el género.
Hereditary (2018)
Probablemente la mejor película de terror de su década, fue la colisión perfecta de la recuperación de los grandes clásicos sobrenaturales de los 70 articuladas por James Wan y las tendencias heredadas del J-Horror de estos años, bajo el filtro independiente heredero de los primeros proyectos de Glass Eye Pix o el mumblegore.
Ari Aster se mostró como un virtuoso del género con un sentido del humor oscuro como el infierno, pero lo que realmente destacó es una interpretación histérica, histriónica y aterradora de Collette para dar réplica al Nicholson de 'El resplandor'. Su complemento diurno, 'Midsommar' era algo menos perfecta, pero fue una de las obras más icónicas del género.
Doctor Sueño (Doctor Sleep, 2019)
El director Mike Flanagan dio un buen golpe con 'Oculus' (2013), pero no fue hasta que arrasó con su miniserie ‘La maldición de Hill House’, cuando se le empezó a tomar en serio. Su mayor desafío en la gran pantalla fue hacer 'Doctor Sueño', la continuación oficial de 'El resplandor' y encontrar un punto intermedio de la visión del autor, Stephen King y su representación en el cine Stanley Kubrick; logrando que nos olvidáramos de que era una secuela hasta llegar a su tercer acto en el Overlook, logrando no solo mejorar el texto de origen sino hacer que la película de Kubrick sea el primer capítulo de la historia de Danny.
It. Capítulo I y II (2017-2019)
El revival de la obra de Stephen King tuvo su punto álgido en esta adaptación en dos partes de la inadaptable novela del rey del horror, para bien o para mal, una visión con coordenadas de gran público que no lograba trasladar la épica historia de Derry con fidelidad, pero sí que conseguír algo muy difícil, lograr un fenómeno social comparable al que Freddy Krueger tuvo en su época, convirtiendo al payaso Pennywise en la cara más reconocible del género de los últimos veinte años.
Un logro perfecto en lo formal que pese a abusar de jumpscare lograba imprimir una imaginería de horror inesperada y grotesca con un presupuesto generoso sin que mostrar niños devorados fuera un problema. Con el paso del tiempo nos daremos cuenta de que no es sencillo que vuelva a ocurrir algo parecido.
The Empty Man (2020)
El debut de David Prior se ha convertido en la gran obra de terror de culto de la era pandémica. Primero estrenada sin promoción en la peor etapa de la desescalada, su fracasola llevó directa a plataformas sin promoción, hasta que se convirtió en un fenómeno bocaoreja, reivindicada en podcasts y canales de youtube. Pese a parecer otra típica película de maldiciones, es una densa odisea de horror cósmicoque conecta con autores como H.P. Lovecraft, Robert Chambers o Thomas Ligotti.
Estructurada como un film de paranoia de los 70, 'The Empty Man' es una extraordinaria pesadilla metafísica que reflexiona sobre los mitos y creepypastas, incluso con sobre género e identidad relevantes en la actualidad de un presente en el que la sociedad se cuestiona lo que es real y no.
Smile (2022)
2022 fue el año más importante para el terror en el siglo, con hasta cinco títulos de género logrando números uno en taquilla. La más taquillera de todas ellas fue esta 'Smile', del debutante Parker Finn, quien traslada el tipo de miedo logrado en los cortos virales de la era youtube a la gran pantalla, manejando la mirada del espectador con movimientos de cámara de maestro.
Su ópera prima ofrece una insólita pesadilla de sustos, apariciones y alucinaciones grotescas en una época en la que el género se ha llenado de coartadas y directores que se afanan en vender sus trabajos como "mucho más que terror", cuando a veces, lo que nos hace falta es simple y llanamente algo que no busque excusas para no serlo.
La primera profecía (The First Omen, 2024)
No se esperaba mucho de la precuela de la mítica 'La profecía', pero esta exploración de los orígenes del Anticristo no solo se convirtió en la mejor de las secuelas de la saga, sino que es uno de lo grandes títulos de terror del presente siglo por derecho propio. La debutante Arkasha Stevenson ofrece una de las obras de género más bellamente filmadas de los últimos años, donde cada plano parece una pintura, un delicado trabajo de tenebrismo y 𝘤𝘩𝘪𝘢𝘳𝘰𝘴𝘤𝘶𝘳𝘰 del director de fotografía Aaron Morton que lleva la historia por los derroteros del Body Horror femenino, con una conspiración católica que dialoga con 'Suspiria' o 'La semilla del diablo'.
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