La realidad-ficción, por llamarlo de alguna manera, es un fenómeno que está muy de moda en España. Tenemos los programas televisivos 'Vidas Anónimas', 'Comando Actualidad', 'Callejeros'... o la película 'Rec', que tanto ha gustado en nuestro país y de la que ahora están haciendo un remake en USA. 'Una cierta verdad', la proyección de hoy en el teatro Calderón de Valladolid, es un ejemplo más de este modo de ver las cosas, de esta forma de hacer cine, sin que sepamos concretar muy bien dónde está el límite de lo espontáneo y lo guionizado.
'Una cierta verdad' es una película de Abel García Roure, que explora la vida en un hospital psiquiátrico con mucho más realismo y naturalidad que lo que pudimos ver en la que para mí es la mejor película de este "género": 'Alguien voló sobre el nido del cuco'. Aquí no es Jack Nicholson o Louise Fletcher actuando, son personas de carne y hueso, del hospital de Taulí en Sabadell que hablan, bien en catalán o en castellano, sobre sus vidas, los pacientes, sus pensamientos o sus sentimientos, enfatizando que este film no es más que un documental.
La estructura de la película consiste en, precisamente, falta de estructura. El desarrollo va tanteando por dónde resulta el tema más interesante en el espectador, alternando escenas ambientales, reuniones de los profesionales, de un paciente con un doctor, de otro paciente, otro, otro, y así sucesivamente. Cuando el espectador ya se ha vuelto tan loco como algunos de los personajes al intentar seguir el hilo de lo que sucede, la trama se normaliza y se centra en un solo personaje, Javier. Javier es un hombre maduro marcado por su separación (que le costó la relación con sus hijos) y por el exceso de lectura. Vive solo, visita a su madre, es agresivo con los vecinos e intenta crear un lenguaje nuevo que le dictan unas "voces". Las charlas que tiene con el asistente social son muy estimulantes, e incluso arrancan alguna sonrisa.
Si bien 'Una cierta verdad' nos acerca el mundo de la esquizofrenia y nos permite dudar de una realidad absoluta que marcan unos pocos y deben asimilar muchos, hay que decir que sus dos horas y cuarto de duración se hacen, a partir de cierto momento, inacabables. Si el director opta por centrarse en un personaje, ¿a cuento de qué surgen entrevistas con otros pacientes, menos interesantes porque no nos los ha presentado? Esto hace evidente que a 'Una cierta verdad' le sobra metraje, y mucho.
Es cierto que esta película marca tendencia, por su ambición, por su riesgo, y por representar una estela de calidad que ya pudimos ver en, por ejemplo, 'Smoking Room'. Cine de diálogos, de silencios, de sonido que nos llega tal cual desde la grabación original, y una especie de concepción de Dogma español, extemadamente naturalista y llena de realismo. García Roure nos indica que la esquizofrenia, la paranoia, son algo real y no inventado, que puede sufrir cualquier ciudadano de a pie sin importar cultura o clase social, y eso hace de 'Una cierta verdad' una película didáctica y a la vez práctica. Tres cuartos de hora menos y habría sido un documental redondo.
Reacción del público: gran aplauso.
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