La directora alemana Doris Dörrie, a quien no había tenido el placer de conocer a través de alguna película suya, ha venido a Valladolid con su último trabajo, 'Cerezos en flor', avalada por triunfos en festivales de su tierra y por ser considerada, en ciertos sectores, la mejor obra hasta la fecha de esta cineasta.
'Cerezos en flor' se divide claramente en tres actos, que ponen en evidencia el gusto de Dörrie por lo oriental y en concreto, por Japón. No sólo porque prácticamente la mitad de la película se ambienta en Tokio, sino por el ritmo lento, la sensibilidad y la intención pausada que solemos ver en el cine asiático. A veces no parece que estemos viendo una película alemana, sino un film más de Kim Ki-duk o de Takeshi Kitano y no con música de Claus Bantzer, sino de Joe Hisaishi. Pero esto es cine europeo. Un cine donde lo occidental y lo oriental se hacen uno, donde Alemania y Japón son sólo áreas afines de un mundo globalizado y cohesionado.
El matrimonio formado por Rudi (Elmar Wepper) y Trudi (Hannelore Elsner) está condicionado por la fuerte monotonía del pueblo germano donde residen. Cuando ella se entera de que su marido tiene una enfermedad incurable, hace lo imposible por convencer a su marido de que salgan "de aventura". Viajan a Berlín para visitar a dos de sus hijos, Claus y Karolin, en unas escenas familiares marcadas por la tensión del resentimiento, hacia unos padres que nunca se han interesado del todo por ellos. Trudi intenta exprimir cada momento, le propone ir al mar y él acepta.
Sin embargo, todo cambia cuando es ella la que muere y él el que se queda solo. Ahora Rudi añora todo lo que había caracterizado a su esposa, entre otras cosas su pasión por la danza oriental y su fascinación por Japón, donde precisamente vive su hijo mayor, Karl. Sintiéndose abrumado por la soledad que ahora marca las pautas de su cotidianeidad, Rudi decide marcharse a Japón para vivir con Karl, algo que le pilla por sorpresa y con incomodidad.
En este momento, la película deja de ser un drama familiar para convertirse en una especie de 'Lost in Translation' pero más místico y alargado, una "dramedia" que enfatiza el cambio de protagonismo: al principio era Trudi el centro de la película, temiendo por la muerte de su marido, y ahora es Rudi el que ha perdido a su cónyuge. El cambio, la vuelta a la tortilla es brutal, sobretodo por la fluidez con que se desarrolla. Rudi es como Bob Harris pero con unos recuerdos que le atormentan, y entonces siente que Japón es la conexión más fértil con su esposa fallecida. Siente que sus paseos por Tokio (un Tokio, por cierto, sofocante, agresivo y hasta hostil) son como visitas guiadas que le ofrece a Trudi. En un parque, conoce a una joven bailarina, Yu, que realiza aquello que a su esposa le apasionaba, y ahí surge una extraña amistad.
Lo cierto es que 'Cerezos en flor' es un drama que en principio busca, y apenas encuentra la lágrima fácil. Hasta cierto punto, en la primera mitad, es difícil que el espectador se sienta emocionalmente implicado en lo que se cuenta, por la tendencia a la hipérbole sensiblera que inunda la historia, pero hacia el final, lo obvio, lo trivial se convierte en sobrecogedor por principio de acumulación. En concreto, el hallazgo del Fuji (la pasión oculta de Trudi) llega a lo más hondo. Música muy bien colocada, que no sobra sino que acompaña estupendamente a las escenas más inspiradas. Cursilería la justa, pero ciertamente le sobra metraje y planos por doquier, con multitud de fotografías paisajísticas especialmente autocomplacientes. Lo mejor: la evolución de Rudi, que pasa de ser un viejo inflexible con la mente cerrada a un apasionado, a un exprimidor de la vida, tras morir su esposa. Todo ello gracias a la fantástica interpretación de Elmar Wepper, que nos hace reír y nos conmueve por igual. En otras palabras, Wepper está para quitarse el sombrero, y se come a todo aquel que le acompaña en pantalla.
Por lo que sabemos al principio, sabemos que Rudi va a morir de forma inminente, pero aún así nos interesa su paradero, vamos con él en su viaje tanto geográfico como espiritual, y en ciertos momentos nos sentimos tan perdidos como él. En definitiva, 'Cerezos en flor' es más para el alma que para el cerebro, y ahí puede que se justifique su rechazo al minimalismo, su tendencia al surrealismo y su perspectiva barroca, sobretodo en la parte "japonesa" de la película.
'Cerezos en flor' es la mejor película que he visto hasta ahora en el festival. Excesivamente alargada, pero sobrada de contenido, belleza visual y riqueza, con sentimientos sólidos y técnicamente impecable. Hay que armarse de paciencia, eso sí, porque Dörrie no ha sabido cómo terminar la película y se nota.
Por cierto, venía precedida de 'Careful with that axe', un cortometraje basado en una canción de Pink Floyd, que es simpática, pero no es más que un chiste contado con audacia.
Reacción del público: Gran aplauso.
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