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Festival de Sevilla 08: 'Katyn' y sección oficial Vs. secciones paralelas

Avanza a su culminación el Festival y va quedando la incómoda sensación de que la Sección Oficial no ha dado todo lo que podría. Sin entrar en profundidad sobre cómo se podría haber mejorado, lo cierto es que uno, con la sana intención de prestar atención a las películas en concurso, mira de reojo (y con cierto arrepentimiento) la cartelera de la programación paralela.

Los abonos vendidos y un público entregado conforme avanzan los días, confirma que resulta de lo más interesante ver en una gran sala de cine 'Lawrence de Arabia' o 'Breve encuentro' de David Lean, el 'Drácula' de Fisher, 'La máscara del demonio' de Mario Bava o vivir una experiencia silente como 'Nosferatu' de Murnau acompañado de música a piano en directo.

Sin embargo, y con cierta resignación (tras ir constatando que tras 'Gomorra' el resto queda muy por debajo) asistí al pase de una nueva cinta a concurso, en esta ocasión avalada por un nombre de peso, como es Andrew Wajda. Se trata de la superproducción polaca 'Katyn', (nominada al Oscar a la mejor película de habla no inglesa). Una nueva revisión a la invasión del territorio polaco con los nazis y los soviéticos como testigos presenciales.

Quizás el hecho de tratarse de un nuevo capítulo de cine bélico y afrontar una temática manida, suponga el principal escollo para afrontar su visionado. Pero lo cierto es que, Wajda logra demostar su oficio a la hora de narrar la terrible y sobrecogedora historia de la matanza masiva de oficiales polacos, ejecutados y enterrados en fosas comunes el bosque de Katyn, en plena Segunda Guerra Mundial.

Una especie de extracción de esa espinita que tanto duele a la nación polaca y que Wajda logra exhortizar con una sobria dirección, poniendo a los "malos" en su lugar correspondiente. Austera pero estupendamente ambientada y correcta en sus interpretaciones, la cinta tiene algún pasaje confuso, especialmente cuando le perdemos la pista a esa madre y su hija angustiadas por la desaparición del padre, oficial polaco, y cuyo destino resulta incierto. Pero, su realizado de deja lugar para la esperanza y ante un final tan conocido como presentido, Wajda logra desplegar toda la fuerza para un álgido desenlace que cierra el film helando la sangre, en una escena brillante, de lo más inspirado del metraje.

Mientras el Festival se aproxima a su conclusión, sigue aderezada de rarezas metidas con calzador, una forma de introducir el "salero" patrio a un certamen europeo, donde el "todo vale" parece su máxima.

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