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¡Ah, los docurealities! Ese mágico formato que puede dar lugar al más bizarro de los programas ever, a espacios de humor o a profundas introspecciones en la psique humana, como es el caso de 'Supertacaños' y del que hoy nos ocupa, 'Quiero mi descuento'; se emiten en pack la noche de los domingos y aunque Discovery MAX los promociona se diría que casi como pedagógicos (aprende trucos para ahorrar, de los expertos en ahorro), lo cierto es que no creo que podamos aprender nada útil ni higiénico de los 'Supertacaños', que tan bien diseccionó mi compañera Adri.
En cuanto a los cupones descuento, ¡qué no daría yo porque aquí existiera esa cultura del cupón! Y no me refiero a que me descuenten 0'40€ en un pack de cuatro yogures. Me refiero a poder llevarme una compra de 600€ pagando el 10%. ¿Cómo lo hacen? Viven para los cupones. Algunos de sus protagonistas lo llevan a tal extremo que acaban pareciéndome personas con problemas para manejar sus obsesiones (y aquí se acaba lo divertido). Es como ver un documental sobre acumuladores. Atrapa descubrir hasta dónde puede degenerar la mente humana y encoge al mismo tiempo pensar en la vida de esas personas.
¿De qué va?
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En 'Quiero mi descuento', aguerridas amas de casa y/o matriarcas (exceptuando algunos casos protagonizados por chavales adolescentes, en general son ellas las obsesionadas del cupón) nos enseñan que puedes conseguir una despensa comparable al almacén de un supermercado sólo recortando cupones. Claro, en realidad no es tan sencillo: pasan horas buscando en Internet, los imprimen, montan una cadena de recortado en la que implican a toda la familia e incluso hacen una ronda por el vecindario para conseguir más descuentos. Las propias tiendas de alimentación distribuyen sus cupones pero también hay webs dedicadas a la búsqueda de las mejores ofertas. Y el ahorro es bastante considerable.
En cada episodio de 'Quiero mi descuento' asistimos a dos retos: dos personas pasarán por caja con carros repletos de productos (algunos han llegado a comprar por más de 3.000$) pagando por ellos el mínimo posible y siempre sin pasarse de lo que llevan en el bolsillo (a veces menos de 50$). El éxito de la misión pasa poruna operación previa de logística para preparar y clasificar los cupones --las hay que tienen auténticos portafolios profesionales-- y organizar la ejecución de la compra; pero también mucha habilidad mental para las cuentas: hay productos que acumulan otras promociones además del descuento con cupón, en función de las unidades que te lleves.
Este es el objetivo, pero las motivaciones cambian de una persona a otra: los hay filántropos, que después donan la comida a albergues, comedores sociales o vecinos en apuros; hay universitarios que recolectan la comida para sus fiestas; hay familias que se esfuerzan en ahorrar porque persiguen un objetivo a largo plazo, como construirse una casa más grande; Y otros sólo quieren dar de comer a su prole de siete hijos con un presupuesto de 100$ al mes.
¿Por qué nos atrapa?
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La verdad, eso es un misterio. La mayoría de docurealities lo hacen porque podemos asistir al proceso completo de renovación (una casa, una vieja y oxidada bicicleta) o de elaboración de algo (cupcakes, tatuajes, acuarios gigantes, motos tipo chopper); en otros, la magia reside en esa parte de show guionizado, como en 'Empeños a lo bestia'. Pero en 'Quiero mi descuento' todo se simplifica a ver cómo alguien hace la compra. Personalmente, supongo que lo que me fascina es ver el empeño que le ponen y cómo lo viven: algunas se enfrentan al paso por caja como el que se presenta a unas oposiciones.
A veces los propios participantes (las parejas o acompañantes) aportan el tono de humor; es tanta la pasión que los recolectores de los cupones ponen en su tarea que a menudo se muestran muy susceptibles y son la víctima perfecta de unos hijos que se aburren o una pareja que no está por la labor de ponérselo fácil. Será porque son capaces de observar la situación con los ojos del perplejo espectador que no da crédito a lo que ve: personas que tienen un marcado carácter obsesivo y han encontrado en los cupones no sólo una forma de ahorro, sino también una vía para canalizar ese impulso. No me entendáis mal: procurar por tu familia o por el prójimo es de lo más loable. Pero convertir los cupones o cualquier otra cosa en el eje, motor y centro de tu vida no es sano.
La prueba es ver con qué orgullo exhiben sus despensas, que parecen lineales de supermercado, con todos esos productos metódicamente clasificados y ordenados. Claro, que no siempre es oro todo lo que reluce; gran parte de ese botín son productos que, si bien consumes habitualmente, no te solucionan la vida: llevarte --como vi en un episodio-- un carro lleno de paquetes de pañuelos y refrescos de colores, por mucho que hayas ahorrado, no me parece un gran plan a largo plazo. Además los productos están condicionados al factor almacenaje: muchas latas, conservas y, fundamentalmente, productos de droguería. Amén de esas cochinadas precocinadas que comen los americanos, como los macarrones con queso en caja. Desde luego, en esos carros nunca hay verduras o fruta.
¿Versión española?
Pensando en esa posibilidad, acabo de tener un flashback... La pared se ha difuminado y ha aparecido la imagen de Enrique Simón en aquel programa de Antena 3, 'Supermarket' en el que dos participantes competían por hacer la compra más cara en un plató-supermercado (este sí fue una versión de un formato americano). También hemos tenido otros programas orientados al coaching en el que nos enseñaban a llevar el presupuesto familiar (muy del formato Cuatro, ya sabéis), pero eso no incluía conseguir cupones-descuento.
Lo fundamental para descartar esta posible versión es que en España, como comentaba, la realidad de los cupones-descuento es bien distinta. Aunque sí hay algunas webs dedicadas a ello y existen marcas o grandes superficies que distribuyen descuentos, si intentáramos hacer lo mismo con esos recursos jamás llegaríamos a lograr las proezas de 'Quiero mi descuento' (como la de esta mujer, que consiguió llegar a tener todo un almacén valorado en 30.000$).
Además, hay que contar con la picardía de las marcas a la hora de ofrecer promociones: normalmente son los productos más caros o los que no sueles comprar. Volviendo al ejemplo de los yogures, es fácil conseguir cupones para comprar los de soja, pero ninguna marca te hace un suculento descuento en el clásico pack familiar de coco-limón-plátano-fresa-etc. que compras para alimentar a tu prole. Pero sí vería algo más orientado a "encontrar gangas" en general. Más aún, en tiempos de (aún) crisis.
Ficha Técnica: 'Quiero mi descuento'
¡Ah, los docurealities! Ese mágico formato que puede dar lugar al más bizarro de los programas ever, a espacios de humor o a profundas introspecciones en la psique humana, como es el caso de 'Supertacaños' y del que hoy nos ocupa, 'Quiero mi descuento'; se emiten en pack la noche de los domingos y aunque Discovery MAX los promociona se diría que casi como pedagógicos (aprende trucos para ahorrar, de los expertos en ahorro), lo cierto es que no creo que podamos aprender nada útil ni higiénico de los 'Supertacaños', que tan bien diseccionó mi compañera Adri.
En cuanto a los cupones descuento, ¡qué no daría yo porque aquí existiera esa cultura del cupón! Y no me refiero a que me descuenten 0'40€ en un pack de cuatro yogures. Me refiero a poder llevarme una compra de 600€ pagando el 10%. ¿Cómo lo hacen? Viven para los cupones. Algunos de sus protagonistas lo llevan a tal extremo que acaban pareciéndome personas con problemas para manejar sus obsesiones (y aquí se acaba lo divertido). Es como ver un documental sobre acumuladores. Atrapa descubrir hasta dónde puede degenerar la mente humana y encoge al mismo tiempo pensar en la vida de esas personas.
¿De qué va?
En 'Quiero mi descuento', aguerridas amas de casa y/o matriarcas (exceptuando algunos casos protagonizados por chavales adolescentes, en general son ellas las obsesionadas del cupón) nos enseñan que puedes conseguir una despensa comparable al almacén de un supermercado sólo recortando cupones. Claro, en realidad no es tan sencillo: pasan horas buscando en Internet, los imprimen, montan una cadena de recortado en la que implican a toda la familia e incluso hacen una ronda por el vecindario para conseguir más descuentos. Las propias tiendas de alimentación distribuyen sus cupones pero también hay webs dedicadas a la búsqueda de las mejores ofertas. Y el ahorro es bastante considerable.
En cada episodio de 'Quiero mi descuento' asistimos a dos retos: dos personas pasarán por caja con carros repletos de productos (algunos han llegado a comprar por más de 3.000$) pagando por ellos el mínimo posible y siempre sin pasarse de lo que llevan en el bolsillo (a veces menos de 50$). El éxito de la misión pasa poruna operación previa de logística para preparar y clasificar los cupones --las hay que tienen auténticos portafolios profesionales-- y organizar la ejecución de la compra; pero también mucha habilidad mental para las cuentas: hay productos que acumulan otras promociones además del descuento con cupón, en función de las unidades que te lleves.
Este es el objetivo, pero las motivaciones cambian de una persona a otra: los hay filántropos, que después donan la comida a albergues, comedores sociales o vecinos en apuros; hay universitarios que recolectan la comida para sus fiestas; hay familias que se esfuerzan en ahorrar porque persiguen un objetivo a largo plazo, como construirse una casa más grande; Y otros sólo quieren dar de comer a su prole de siete hijos con un presupuesto de 100$ al mes.
¿Por qué nos atrapa?
La verdad, eso es un misterio. La mayoría de docurealities lo hacen porque podemos asistir al proceso completo de renovación (una casa, una vieja y oxidada bicicleta) o de elaboración de algo (cupcakes, tatuajes, acuarios gigantes, motos tipo chopper); en otros, la magia reside en esa parte de show guionizado, como en 'Empeños a lo bestia'. Pero en 'Quiero mi descuento' todo se simplifica a ver cómo alguien hace la compra. Personalmente, supongo que lo que me fascina es ver el empeño que le ponen y cómo lo viven: algunas se enfrentan al paso por caja como el que se presenta a unas oposiciones.
A veces los propios participantes (las parejas o acompañantes) aportan el tono de humor; es tanta la pasión que los recolectores de los cupones ponen en su tarea que a menudo se muestran muy susceptibles y son la víctima perfecta de unos hijos que se aburren o una pareja que no está por la labor de ponérselo fácil. Será porque son capaces de observar la situación con los ojos del perplejo espectador que no da crédito a lo que ve: personas que tienen un marcado carácter obsesivo y han encontrado en los cupones no sólo una forma de ahorro, sino también una vía para canalizar ese impulso. No me entendáis mal: procurar por tu familia o por el prójimo es de lo más loable. Pero convertir los cupones o cualquier otra cosa en el eje, motor y centro de tu vida no es sano.
La prueba es ver con qué orgullo exhiben sus despensas, que parecen lineales de supermercado, con todos esos productos metódicamente clasificados y ordenados. Claro, que no siempre es oro todo lo que reluce; gran parte de ese botín son productos que, si bien consumes habitualmente, no te solucionan la vida: llevarte --como vi en un episodio-- un carro lleno de paquetes de pañuelos y refrescos de colores, por mucho que hayas ahorrado, no me parece un gran plan a largo plazo. Además los productos están condicionados al factor almacenaje: muchas latas, conservas y, fundamentalmente, productos de droguería. Amén de esas cochinadas precocinadas que comen los americanos, como los macarrones con queso en caja. Desde luego, en esos carros nunca hay verduras o fruta.
¿Versión española?
Pensando en esa posibilidad, acabo de tener un flashback... La pared se ha difuminado y ha aparecido la imagen de Enrique Simón en aquel programa de Antena 3, 'Supermarket' en el que dos participantes competían por hacer la compra más cara en un plató-supermercado (este sí fue una versión de un formato americano). También hemos tenido otros programas orientados al coaching en el que nos enseñaban a llevar el presupuesto familiar (muy del formato Cuatro, ya sabéis), pero eso no incluía conseguir cupones-descuento.
Lo fundamental para descartar esta posible versión es que en España, como comentaba, la realidad de los cupones-descuento es bien distinta. Aunque sí hay algunas webs dedicadas a ello y existen marcas o grandes superficies que distribuyen descuentos, si intentáramos hacer lo mismo con esos recursos jamás llegaríamos a lograr las proezas de 'Quiero mi descuento' (como la de esta mujer, que consiguió llegar a tener todo un almacén valorado en 30.000$).
Además, hay que contar con la picardía de las marcas a la hora de ofrecer promociones: normalmente son los productos más caros o los que no sueles comprar. Volviendo al ejemplo de los yogures, es fácil conseguir cupones para comprar los de soja, pero ninguna marca te hace un suculento descuento en el clásico pack familiar de coco-limón-plátano-fresa-etc. que compras para alimentar a tu prole. Pero sí vería algo más orientado a "encontrar gangas" en general. Más aún, en tiempos de (aún) crisis.
¿De qué va?
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