Docurealities que nos atrapan (LIX): 'Tú ensucia que yo limpio'

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Resulta tan difícil rizar el rizo en la telerrealidad que productoras, guionistas y televisiones optan ya por el crossover. Si el síndrome de Diógenes, el de Acumulación Compulsiva o el TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) ya son, per se, materia prima para docurealities ('Mi extraña adicción', 'Consumidos por el caos' o 'Desorden extremo'), 'Tú ensucia que yo limpio' toma un poquito de cada y enfrenta a limpiadores compulsivos con acumuladores o -en el menos grave de los casos- gente vaga.

¿De qué va?

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"Juntos, limpiaremos Inglaterra"

¿Cuántas veces al año limpiáis los cristales de vuestras ventanas? Cuando pasa la época de lluvias, ¿no? Pues hay gente como Hailey, limpiadora compulsiva, que lo hace varias veces al día. Y estas son otras de sus marcas: tres botes de lejía diarias, dos pares de guantes, cuatro fregadas de inodoro en jornadas de hasta 19 horas de limpieza. Hailey tiene fobia a los gérmenes, a tocar nada sin guantes o incluso a salir al exterior y enfrentarse a lo desconocido en formato microscópico.

Como Hailey, Richard y otros maniáticos de la limpieza y el orden -sean cuales sean las causas del trastorno que les lleva a necesitar limpiarlo todo, y cuando digo todo es todo, hasta aspirar las vigas del techo- han encontrado la manera de sacar algo de utilidad a su enfermedad, ayudando a británicos que se sitúan justo en las antípodas de la higiene y la obsesión por que todo reluzca. Encabezados por Linda Dykes, no sólo limpian casas, también espacios públicos: organizan batallones de recogidas de cacas de perro en el parque, le dan un lavado de cara a la piscina municipal o borran los irrespetuosos graffitis de las lápidas del cementerio.

En las casas, los limpiadores voluntarios suelen darse de bruces con el rechazo inicial, especialmente de los acumuladores compulsivos que llevan años guardando todo tipo de objetos que abarrotan estantes, suelos, camas, mesas, haciendo inviable la posibilidad de tener vida social o incluso familiar. O con gente que no comparte su afición por los productos químicos. Y con su propio repudio a lo que ven (incluyendo mareos, agobios varios y ansiedad) y huelen. Pero en sólo tres días la casa queda como una patena y ambos aprenden a verse con otros ojos.

¿Por qué nos atrapa?

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Además de atrapar, a mi me provoca cierta inquietud. ¿Estaré limpiando lo suficiente? ¿Estoy arriesgando mi vida por no limpiar el baño dos veces al día? Y yo que me consideraba, en cierto modo, de la liga de Mónica Geller, ahora veo la suciedad -la que no veía- everywhere. Y eso que, como Mónica, a veces he sentido ganas de ponerme a recoger cuando he visto casas por las que parece que haya pasado una piara de cerdos, como ella en aquel capítulo en el que Ross se lía con aquella rubia imponente con un estercolero por apartamento.

Como en otros formatos similares, como los que mencionaba más arriba, el ingrediente adictivo es la capacidad que tiene el programa -y la mente humana- de sorprendernos. Si no conoces a alguien que sufra TOC, no sabes hasta qué punto puede llegar a obsesionar por algo (en este caso, la higiene y el orden): limpiar el suelo del gimnasio antes de usarlo, obligar a tu marido a comer con los pantalones por los tobillos para que la ropa no "contamine" el sofá o no soportar que el extremo del papel higiénico no acabe en punta. Una situación bastante dramática para el que la sufre y para su familia, con duras consecuencias.

En el otro extremo, resulta fascinante ver cómo se puede llegar a ser tan dejado como para no limpiar el horno en seis años, crear un triángulo de las bermudas detrás del sofá que engulle juguetes, papeles y todo lo que haya caído alguna vez al suelo o cambiar las sábanas -atención- sólo tres veces al año (y es así para medio millón de británicos, según afirma el programa). Estos, al contrario que los voluntarios de Linda, hacen que me sienta tremendamente satisfecha con mi nivel de limpieza. Como en todo, en el punto medio está la virtud.

¿Versión española?

Una vez más, sí, pero empezando por los pisos de estudiantes. Sé que algunos son capaces de limpiar -yo lo hacía cuando compartía-, pero si buscas los hornillos más sucios de España probablemente estén en un piso del barrio de Moncloa en Madrid o de Benimaclet en Valencia. Así, el espacio se centraría en los casos de dejadez absoluta y no en los que padecen un grave trastorno, obviando así la parte dramática del formato original.

Quiero pensar que aún con todo lo que he visto a lo largo de mis ocho años de experiencia comunitaria, podríamos subir esa media de tres cambios de sábanas al año. Lo cierto es que sería genial la adaptación para tener un retrato claro de los hábitos de limpieza de los españoles. ¿Y vosotros que sois, dejados o reyes de la lejía?

Ficha Técnica: 'Tú ensucia que yo limpio'

Resulta tan difícil rizar el rizo en la telerrealidad que productoras, guionistas y televisiones optan ya por el crossover. Si el síndrome de Diógenes, el de Acumulación Compulsiva o el TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) ya son, per se, materia prima para docurealities ('Mi extraña adicción', 'Consumidos por el caos' o 'Desorden extremo'), 'Tú ensucia que yo limpio' toma un poquito de cada y enfrenta a limpiadores compulsivos con acumuladores o -en el menos grave de los casos- gente vaga.

¿De qué va?


"Juntos, limpiaremos Inglaterra"

¿Cuántas veces al año limpiáis los cristales de vuestras ventanas? Cuando pasa la época de lluvias, ¿no? Pues hay gente como Hailey, limpiadora compulsiva, que lo hace varias veces al día. Y estas son otras de sus marcas: tres botes de lejía diarias, dos pares de guantes, cuatro fregadas de inodoro en jornadas de hasta 19 horas de limpieza. Hailey tiene fobia a los gérmenes, a tocar nada sin guantes o incluso a salir al exterior y enfrentarse a lo desconocido en formato microscópico.

Como Hailey, Richard y otros maniáticos de la limpieza y el orden -sean cuales sean las causas del trastorno que les lleva a necesitar limpiarlo todo, y cuando digo todo es todo, hasta aspirar las vigas del techo- han encontrado la manera de sacar algo de utilidad a su enfermedad, ayudando a británicos que se sitúan justo en las antípodas de la higiene y la obsesión por que todo reluzca. Encabezados por Linda Dykes, no sólo limpian casas, también espacios públicos: organizan batallones de recogidas de cacas de perro en el parque, le dan un lavado de cara a la piscina municipal o borran los irrespetuosos graffitis de las lápidas del cementerio.

En las casas, los limpiadores voluntarios suelen darse de bruces con el rechazo inicial, especialmente de los acumuladores compulsivos que llevan años guardando todo tipo de objetos que abarrotan estantes, suelos, camas, mesas, haciendo inviable la posibilidad de tener vida social o incluso familiar. O con gente que no comparte su afición por los productos químicos. Y con su propio repudio a lo que ven (incluyendo mareos, agobios varios y ansiedad) y huelen. Pero en sólo tres días la casa queda como una patena y ambos aprenden a verse con otros ojos.

¿Por qué nos atrapa?

Además de atrapar, a mi me provoca cierta inquietud. ¿Estaré limpiando lo suficiente? ¿Estoy arriesgando mi vida por no limpiar el baño dos veces al día? Y yo que me consideraba, en cierto modo, de la liga de Mónica Geller, ahora veo la suciedad -la que no veía- everywhere. Y eso que, como Mónica, a veces he sentido ganas de ponerme a recoger cuando he visto casas por las que parece que haya pasado una piara de cerdos, como ella en aquel capítulo en el que Ross se lía con aquella rubia imponente con un estercolero por apartamento.

Como en otros formatos similares, como los que mencionaba más arriba, el ingrediente adictivo es la capacidad que tiene el programa -y la mente humana- de sorprendernos. Si no conoces a alguien que sufra TOC, no sabes hasta qué punto puede llegar a obsesionar por algo (en este caso, la higiene y el orden): limpiar el suelo del gimnasio antes de usarlo, obligar a tu marido a comer con los pantalones por los tobillos para que la ropa no "contamine" el sofá o no soportar que el extremo del papel higiénico no acabe en punta. Una situación bastante dramática para el que la sufre y para su familia, con duras consecuencias.

En el otro extremo, resulta fascinante ver cómo se puede llegar a ser tan dejado como para no limpiar el horno en seis años, crear un triángulo de las bermudas detrás del sofá que engulle juguetes, papeles y todo lo que haya caído alguna vez al suelo o cambiar las sábanas -atención- sólo tres veces al año (y es así para medio millón de británicos, según afirma el programa). Estos, al contrario que los voluntarios de Linda, hacen que me sienta tremendamente satisfecha con mi nivel de limpieza. Como en todo, en el punto medio está la virtud.

¿Versión española?

Una vez más, sí, pero empezando por los pisos de estudiantes. Sé que algunos son capaces de limpiar -yo lo hacía cuando compartía-, pero si buscas los hornillos más sucios de España probablemente estén en un piso del barrio de Moncloa en Madrid o de Benimaclet en Valencia. Así, el espacio se centraría en los casos de dejadez absoluta y no en los que padecen un grave trastorno, obviando así la parte dramática del formato original.

Quiero pensar que aún con todo lo que he visto a lo largo de mis ocho años de experiencia comunitaria, podríamos subir esa media de tres cambios de sábanas al año. Lo cierto es que sería genial la adaptación para tener un retrato claro de los hábitos de limpieza de los españoles. ¿Y vosotros que sois, dejados o reyes de la lejía?

¿De qué va?

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  • Título Original: 'Obsessive Compulsive Cleaners'
  • Cadena: Channel 4 (UK)
  • Temporadas: 2 (2013-actual)
  • Emisión: Discovery MAX

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