Como cada mañana, Víctor Deumal se levantó, se duchó, se preparó un café, salió a la calle, saludó al panadero, al lechero y al policía y recogió el correo de su buzón. Pero aquella mañana, algo iba a cambiar para siempre la vida de Víctor Deumal. Encontró entre el correo un sobre que contenía unas misteriosas gafas de colorines, unas gafas para ver la tele en 3D.
No es la primera vez que me calzo unas de estas, de hecho cuando yo era un alevín TVE programó alguna que otra peli en 3D y las revistas del ramo _regalaron_ gafas durante una semana. Pero es que ahora la historia da un nuevo giro, ya que mañana se estrenará el primer spot tridimensional y será en TV3, así que la empresa anunciante ha enviado ya a sus contactos un montón de gafas de estas. Y ante esta novedad, uno se plantea algunos dilemas...
En primer lugar, el más evidente aunque seguramente descartable: una empresa va a anunciarse usando una tecnología nueva... pero necesita enviar un montón de gafas a sus allegados, que ya son consumidores del producto anunciado. Entonces, ¿cuál es la gracia del anuncio? ¿Despertar el interés de aquellos que no pueden ni siquiera verlo correctamente por no haber recibido unas gafas? Bien, es retorcido, pero puedo llegar a entenderlo: ansiamos lo que no tenemos.
El segundo dilema tiene que ver con la agenda del espectador, en este caso yo mismo, y es que... una de dos, o cada vez que vaya a emitirse publi en 3D me dicen a qué hora me voy a tener que poner las gafitas para ver un simple spot de 20 segunditos, o seguramente voy a llegar tarde y (OMG!) me voy a perder el anuncio con su efecto tridimensional, por lo que quizá me sentiré profundamente mal conmigo mismo por no haber sido más previsor a la hora de tirarme en el sofá. Ejem...
Y el tercero, el más terrorífico: si ya hasta los anuncios entran (al menos de forma ilusoria) en el comedor de casa, entonces cualquier cosa es ya posible, desde una promo de 'Sálvame' llenando de mermelada nuestra cocina hasta una cortinilla con una certera patada de Chuck Norris en toda la boca. ¿Os lo imagináis? Llamadme abuela si queréis, pero yo sigo pensando que esto del 3D no puede ser bueno.