El otro día, hablando con Rebecca Turbí, ésta me ponía en duda varios de los principios que entiendo como básicos cuando hablamos de televisión social, segundas pantallas e hiperconexión. A su primera duda le siguió una afirmación, otra más, otra duda… así que he decidido reflejarlas en este post. Que conste que aquí expreso la que es mi opinión personal, nada más. Y que es absolutamente lógico lo que me planteaba, por eso me quiero detener en ello.
Allá van las cinco preguntas que me trasladaba:
¿La televisión social no deshumaniza las relaciones? Parece que interactuamos virtualmente pero en realidad perdemos el contacto con las personas con las que vemos esa televisión.
En realidad, no debe ser así por dos motivos. El primero es que la interacción puede ser con alguien que no está en el mismo lugar que tú y a la cual no conoces, así que lo que se produce en esa situación es de riqueza por diversidad de opiniones.
Y en segundo, puede que la interacción sea con alguien conocido que no esté contigo en el mismo lugar en el que compartes el consumo audiovisual (por lo que vives algo conjuntamente que refuerza tu relación) o que sí se encuentre en ese mismo instante a tu lado. En este último caso, cosas tan simples como leer en voz alta lo que opina la gente acerca de algo que está en emisión puede ser una verdadera diversión. Así que imagina si nos ponemos a pensar en cosas más interactivas.
No creo que la televisión social genere una televisión mejor, actualmente la programación es penosa. No hay calidad ni innovación.
La “sociabilidad” de la nueva televisión no hace sino democratizar el contenido y dejar que el espectador por fin pueda opinar en directo y con el altavoz que suponen las redes sociales. Esto debe redundar en beneficio del contenido ya que se incorpora el pulso real de la audiencia e incluso ésta puede ser protagonista de la historia.
Antes se veía la tele en familia pero ahora parece que si no tienes una comunicación 2.0 no estás a la moda.
Hay contenido que nunca debería verse con un smartphone en la mano, debería ser una especie de pecado. Grandes clásicos cuya esencia ha de mantenerse tal cual fue concebida no tendrían sentido en un desarrollo posterior y más social. Pero
En este caso, la virtud está en el término medio y en lo que te pida tu afinidad a lo que estás viendo. Probablemente, si estás viendo una nueva serie americana estés deseando que te den contenido exclusivo en Twitter pero si te pones a ver ‘Psicosis’ un sábado por la noche lo que quieres es taparte con la manta y que no se encienda nada electrónico durante una hora y media.
¿Es una moda pasajera? ¿Es un boom o servirá para mejorar en algo? ¿Cuando nos cansemos del “siempre lo mismo” la televisión social se quedará apartada?
Mi opinión es que cuando la televisión se consuma en segundas pantallas, hiperconexión y con desarrollo de tramas convergentes en redes sociales como hábito, dejará de llamarse “social” y será simplemente eso, “televisión”. Pero la televisión ya no se consumirá como lo hacíamos hace años: sentados frente al televisor y no haciendo nada más. Se llamará “ver la tele” pero no será pasivo. Queremos vivir experiencias como espectadores. De eso no nos cansaremos nunca.
¿Realmente necesitamos tanto equipamiento tecnológico? ¿O es mera afición consumistas sin darle el uso adecuado?
Para divertirte a día de hoy simplemente necesitas una conexión a internet cerca del lugar donde ves la televisión. Nada extraño. Con eso poco y con una narración bien construida en otra ventana, la experiencia puede ser mucho más inmersiva, la audiencia más fiel y, por supuesto, los anunciantes encontrarán nuevos nichos.
En definitiva, que no le tengamos miedo a algo tan enriquecedor.
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Imagen: arcticpenguin en Flickr
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