La última película de Charlie Kaufman, 'Estoy pensando en dejarlo', sigue provocando reacciones de toda clase. El último gran estreno de Netflix toca unas fibras que nadie esperaba y se desmarca de todo lo que venía ofreciendo hasta ahora la plataforma. Todo ello sin saltarse ni una sola línea de lo que una película del guionista de 'Adaptation. El ladrón de orquídeas' y el realizador de 'Synecdoche, New York' debe ofrecer.
El extraño viaje
Con una extraña (porque todo es extraño) mezcla entre 'La carreta fantasma' y una red social de viajes de larga distancia en coche compartido, Charlie Kaufman se pone al volante de una obra ajena por primera vez y ve pasar toda una vida ante sus ojos. Probablemente la suya. O sea, en realidad no hay nada nuevo bajo el sol. O sí. La adaptación de la novela de Ian Reid retuerce el tiempo y el espacio para celebrar la tristeza de la despedida. Lo fácil, lo sencillo, es quedarse en su resquebrajada carcasa aparentemente impenetrable. Por esa razón lo fácil también es rechazarla.
Dicen que, cuando vas a morir, ves pasar toda tu vida por delante de tus ojos. Desconozco la capacidad de compresión de ese Daydream, pero durante algo más de dos horas es lo que ofrece Kaufman. Y lo hace con una elegancia y un manejo del lenguaje cinematográfico sobresaliente. Es muy difícil plasmar un relato como este en palabras, convertirlo en un guión y ponerlo en imágenes. Kaufman sale más que airoso del envite. Kaufman, como ese agujero negro que absorbe la energía de la razón y la esperanza, ha decidido dejarnos secos.
Lucy, Louisa o como sea que en realidad se llame, espera bajo la nieve idílica a su pareja. Se acerca el invierno de cenas familiares y es el momento de dar ese paso en la vieja granja de la familia de su novio. Jessie Buckley y Jesse Plemons, más un tercer y misterioso personaje que parece estar al corriente de todo se embarcan en un extraño viaje lleno de simbolismo, conversaciones filosóficas, teoría del cine, disertaciones sobre el género musical y helados. Todo ello a través de un apagado y borroso paisaje que parece mutar a conciencia dirección Oklahoma.
Una vida ante tus ojos
Al igual que en el libro de Reid, el primer acto es más o menos un intercambio filosófico de unos 20 minutos que, a diferencia de lo que sucedía en la reciente 'The Vast of Night', donde se malgastaba todo el primer acto entre charlas que no iban a ninguna parte y que tampoco servían para conocer mejor a ninguno de los personajes. Pero claro, aquí estamos hablando de un autor que ha firmado los libretos de 'Cómo ser John Malkovich' y '¡Olvídate de mí!'. Algo del desencanto y del mal cuerpo que te deja la vida sabe el ahora también novelista Kaufman.
Vida y muerte, principio y fin, cerdos y helados. Si en el material original extrae el horror de la sangre y el miedo, algo que queda claro en la visita a los animales de la granja, la interpretación de Kaufman añade una capa de existencialismo y lo inevitable del envejecimiento. Esos cuerpos helados, como los columpios que aparecen en medio de un paraje inhóspito, son solo dos de los pequeños detalles que demuestran lo bien que se maneja Kaufman en el territorio de los sueños.
Esos paisajes, las repentinas llegadas a destinos que parecen surgir de la nada, los vacíos que envuelven esos espacios, el perro. Nuestro destino. Si consideramos 'La escalera de Jacob' como una de las mejores traslaciones del sueño febril a imágenes, la película de Kaufman lo perfecciona, porque lo hace a través del diálogo y las situaciones. También con imágenes, pero el peso, la desolación, es distinta. Más tangible, incluso.
Aunque Kaufman se empeñe en terminar con la palmadita en la espalda, con el ánimo, con la ovación en pie, no podemos evitar temer con gran pésame el destino que nos aguarda y ante el que terminaremos desnudos.
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