Los designios del algoritmo son inescrutables, pero poderosos. Casi veinticinco años después de considerarse una decepción comercial, especialmente por no conseguir el fenómeno esperado tras 'Seven', ahora vemos como 'The Game' está consiguiendo mayor repercusión para David Fincher que su estreno en el terreno animado con la dirección de un episodio de 'Love, Death + Robots'.
Siendo justos, no es que 'The Game' desmerezca esta nueva ola de consideración. Ya en su momento los críticos reconocieron el impresionante esfuerzo que Fincher hacía en su nueva producción. El público no la abrazó tan inmediatamente, pero ha ido generando un pequeño culto con sus emisiones en televisión y con el reconocimiento de Fincher como gran figura del cine americano. Su nueva ola de popularidad con su llegada a Netflix es sólo un paso más en su consolidación como obra de culto infravalorada.
Descenso a los infiernos
Fincher tenía en mente 'The Game' como su gran retorno tras la agotadora experiencia de 'Alien³', que casi le lleva a fulminar su carrera como realizador cuando sólo estaba empezando. Sin embargo, el guion de 'Seven' se cruzó en su camino, y la disponibilidad de Brad Pitt para hacerlo, especialmente con el final tan oscuro que casi echa para atrás al estudio, cambió las prioridades.
Fue la mejor decisión, porque el éxito de la cinta detectivesca le dio una increíble validación de cara a los ejecutivos, que le dieron cierta libertad creativa, además de mayores recursos a niveles de presupuesto, incluyendo una gran estrella de la talla de Michael Douglas. Fincher pudo desatarse para hacer un intrincado y estimulante puzzle lleno de capas y lecturas, que progresa de maravilla gracias a su sólida estructura y resulta contundente gracias a sus ganas de hacer sangre con su personaje ricachón.
Porque Douglas, al igual que en otros filmes pasados que han configurado su percepción como interprete, se mete de lleno en dar vida a un insatisfecho y antipático hombre de negocios, con mucho amargor dentro a pesar de gozar del éxito profesional. El actor hace el trabajo necesario para no volverlo completamente desagradable, y así resulte eficaz su viaje propio del Cuento de Navidad de Dickens, donde el protagonista se ve obligado a reevaluar sus prioridades y actos tras meterse en un juego peligroso del que no tiene escapatoria -bueno, le mete su hermano, interpretado por Sean Penn-.
'The Game': perdiendo el control
Su historia de Ebenezer Scrooge no es lo único que vuelve sugerente a 'The Game'. La increíble precisión de Fincher en puesta de escena, movimientos de cámara y otras herramientas narrativas hace más intensa y vibrante la película, haciendo aflorar todos esos temas sobre obsesión y paranoia ante la pérdida del control, que es una de las constantes a explorar por el director durante toda su filmografía. Prácticamente todas sus películas van sobre el control o la pérdida de él.
Fincher crea así un impresionante thriller paranoico, uno de esos que te fuerza a recuperarlo para desgranar el engaño en el que has estado metido durante el recorrido, o para indagar en algunas de sus ideas sobre distorsión de la realidad, la fantasía que se experimenta como un infierno o la profunda insatisfacción de la riqueza y el estatus. O simplemente para estar bien entretenido con su impecable sentido del ritmo y el buen hacer de su estrella. Sea por lo que sea, es buena idea recuperar una de las películas más infravaloradas de Fincher.
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