Prácticamente desde la primera película de George A. Romero ha habido una clara conexión entre el concepto de los zombies y la alegoría con intención de denuncia social. En mayor o menor medida, todas las películas con estos monstruos han querido realizar comentario humanístico, ya sea para mostrar a la humanidad como los verdaderos monstruos o para exponer las desigualdades sociales en torno a conceptos como la raza.
Las mejores películas de este estilo consiguen un buen equilibrio entre hacer una película de terror (o de drama) efectiva y hacer un mensaje que cale. Eso es algo que entendieron bien Ben Howling y Yolanda Ramke en su corto de 2013, que tocaba la temática del muerto viviente, y lo volvieron a aplicar bien en su propio remake en formato largometraje para Netflix. Y, por eso, 'Cargo' funciona bastante bien.
Lo que permanece tras la caída
Martin Freeman se coloca al frente de esta sorprendente producción australiana, ayudando a hacerla accesible para espectadores de todo el mundo al ser un rostro reconocible, pero también ayudando a hacer aterrizar sus ambiciones emocionales. 'Cargo' no es una película que explote los zombies en su faceta más terrorífica, sino que quiere aprovecharlos para indagar de verdad en la condición humana.
Como suele suceder en estas películas, se desata de manera instantánea una pandemia que provoca la transformación de las personas en seres muertos devoradores de carne. Para desgracia del personaje de Freeman, que se encuentra al cuidado de su pequeña hija tras perder a la madre en un accidente, él va camino de convertirse en uno tras ser mordido.
Tiene todavía margen, pero se va estrechando. Debe aprovechar para intentar encontrarle un destino seguro a la pequeña para que esté segura tras su marcha, y deberá cruzar los parajes salvajes de Australia a pie además de tirar de su instinto de supervivencia más puro. En el proceso se encontrará con diferentes personajes más o menos confiables, así como el inesperado contacto con comunidades indígenas de la región.
'Cargo': humana y complicada
La película sabe explotar bien su minimalismo, siendo una modesta película australiana, para intentar inyectar algo de frescura que evite lugares comunes del género. El contacto con las tribus le permite hacer un agudo comentario sobre el colonialismo, y el contexto pandémico también le permite hablar de sobrevivir en un estado de emergencia desolador que no es complicado asociar con la crisis climáticas o con las explotaciones realizadas por el hombre.
No obstante, por donde empieza a conquistar es a través de su lado humano y su pequeño halo de esperanza. Esos resquicios en pleno contexto de apocalipsis la conectan más con 'Un lugar tranquilo' que con 'The Walking Dead', a pesar de que también toma elementos de esta última -el constante recelo a fiarse de otros humanos que se encuentran el camino- y logra mejorarlos. El paso del tiempo y la constante inflación del catálogo han borrado un poco su existencia dentro del catálogo, pero es una de las joyas más estimables que se pueden encontrar en Netflix.
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