Una película sobre iconos y el dolor detrás de ellos
Malos tiempos para la lírica. No es raro que las temporadas de festivales y de premios traten de dar relumbrón a las películas candidatas a través de la simplificación superficial de las ideas que tratan de plasmar ("Va de la cultura de la cancelación", "Es una carta de amor al cine", "Critica a las clases adineradas"). La discusión terriblemente plana en redes sociales tampoco ayuda con películas que se atreven a explorar cuestiones complejas en lugar de soltar discursos claros.
Hay que ser meridianamente claro, incluso aunque tu película no sea precisamente un ejemplo de sutileza, de lo contrario se te va a achacar que estás promoviendo aquello que supuestamente estás retratando. David Lynch tiene suerte de que sus retratos de la violencia (y de la violencia extrema contra las mujeres) no sean observados desde esa óptica, porque Andrew Dominik no ha tenido esa suerte con 'Blonde'.
La tristeza y el dolor tras el icono
La película de Netflix ha sido un estallido fugaz, pero uno muy revoltoso. Durante los cinco días que duro la conversación se convirtió en una de las películas más vilipendiadas y destrozadas del último año. Era casi una cuestión de moralidad que te gustase 'Blonde' o no. Pero incluso términos como gustar o no resultan realmente simples para lo que la película trata de hacer.
Adaptando los callejones oscuros de la novela homónima de Joyce Carol Oates, que elabora una versión ficcionalizada de Marilyn Monroe para plasmar el desgarro psicológico de vivir en un tenebroso mundo rodeado de hombres despreciables. Un anti cuento de hadas con el icono más potente del cine americano en el centro, con eventos de su vida reinterpretados para indagar en qué supone ser un objeto de constantes miradas y también un preciado bien a explotar, económica o sexualmente.
Dominik busca reflejar esas mismas sensaciones, retratar a toda esa industria y esos sistemas que canibalizaron a Norma Jean, y quizá ahí merecería reconocimiento en una categoría de mejor guion adaptado en los Óscars (especialmente en un año flojo en dicha categoría). Lo hace también desde la imagen, cogiendo instantes emblemáticos de la vida de Marilyn que hemos visto en pantalla o en fotografías y recreándolos casi a la perfección. Pero es una recreación con intención, dándole un significado completamente nuevo a las imágenes para servir a la historia de terror que vive la protagonista (ahí hay una nominación a la fotografía).
Probablemente ahí está el pecado original que muchos no le perdonan a Dominik. En una era donde la resignificación de iconos se hace para contar historias de resiliencia y triunfo ante la adversidad (el ejemplo reciente de Pamela Anderson es un buen ejemplo), el neozelandés decide explorar el reverso tenebroso tras el ídolo. Todo el dolor y la desesperación de alguien que, para estar siempre rodeada y observada, estaba realmente sola.
Es, por supuesto, comprensible que esta exploración pueda verse como una explotación muy difícil de ver. 'Blonde' no es una experiencia fácil, y hay que entender que uno no quiera verse expuesto a tres horas de horrores sin demasiado espacio para huir, de igual modo que uno no tiene que enfrentarse a una película de terror gore si se desmaya con la sangre. El mayor problema que tiene es ser una película de Netflix, que suele conllevar una exposición masiva que no está diseñada para películas de carácter tan artístico y tan poco planteadas para el consumo rápido.
'Blonde': Ana de Armas y mucho más
Es un poco desconcertante, eso sí, la negativa a interpretar las imágenes y la historia, tratando de deformar las intenciones de la obra. O incluso tratar de extraer elementos destacados de su contexto. La (merecidísima) nominación a Ana de Armas por el papel, el único elemento que ha parecido poner de acuerdo a todo el mundo (y quizá la exquisita fotografía de Chayse Irvin), ha intentado ponerse en un pedestal de manera propia de un martir. Ella está genial "a pesar de" estar en la película, ella ha preservado una autenticidad lejos de las villanescas manos de Dominik, en lugar de estar haciendo un trabajo en consonancia con la intención de la película.
Es quizá lo más representativo de una discusión que se ha negado a los matices, a leer el texto detenidamente e interpretarlo. Las cualidades técnicas saltan a la vista, desde la ambientación debidamente recreada y remodelada para remarcar la sensación de pesadilla hasta la imprescindible música de Nick Cave y Warren Ellis (que se guardan una de las decisiones más interesantes de la cinta evocando a la canción 'Bright Horses' de Cave y su grupo, un tema sobre la pérdida y sobre símbolos que igual no son lo que son).
Todo bien hilado en una visión que, si bien es intensa y cabezota en sus tenebrosas tendencias surrealistas, da una de las películas más interesantes de diseccionar de esta última temporada. Una triste historia de terror que es posible que tenga que esperar para ser una obra de culto, siguiendo un destino similar al que Lynch le tocó vivir con 'Fuego camina conmigo' (aunque sus expectativas eran bien distintas), con la que 'Blonde' se hermana de manera muy interesante.
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