Los conflictos entre el extranjero y el que se establece en el territorio, la lucha entre la libertad salvaje y la llegada de la civilización, las corazas de la masculinidad representadas a través de cuero, caballos y revólveres. El género western ha ofrecido muchas posibilidades temáticas, y es por ello que algunos cineastas que crecieron con el mismo tengan la obsesión por hacerlo en algún momento de su carrera.
Incluso aunque ya no sea un género popular, este siglo nos ha dado bastante joyas, varias de ellas enfocadas desde la revisión, sea estética o de los códigos que lo componen. Es el caso de una de las grandes películas de los últimos años, aclamada en su momento desde diferentes frentes. Esa es ‘El poder del perro’.
El perro del hortelano
Uno de los mejores westerns de este siglo vino estrenado a través de Netflix, con Jane Campion realizando una adaptación de la novela de Thomas Savage. Un relato de tensiones culturales, territoriales y emocionales que fue nominado a 12 Oscars, ganando dirección, y con un fabuloso reparto que incluye a Benedict Cumberbatch, Kodi Smit-McPhee, Kirsten Dunst y Jesse Plemons.
En la Montana del año 1925, los hermanos Burbank llevan un exitoso rancho a pesar de sus diferencias de carácter. Phil se mancha las manos y se muestra como un dominante cowboy, mientras que George quiere dar una apariencia más pulcra e integrarse en la alta sociedad. Este último se prendará de Rose, una camarera del pueblo, que traerá a su casa con su hijo Peter, algo que hará aflorar tensiones con Phil.
La película podría haberse titulado perfectamente ‘El poder del perro del hortelano’ y no habría pasado nada. El Phil Burbank de Cumberbatch trata de ejercer la dominación desde la masculinidad más opresiva, ridiculizando los refinamientos de su hermano o del hijo de Rose, y también machacando a esta como mujer de baja cultura. Su religión son unos códigos aprendidos para dar una fachada de poderío.
‘El poder del perro’: western doméstico
Campion juega bien esas diferentes tensiones, muchas tan clásicas del western como la llegada de la civilización que aparenta el personaje de Plemons (aunque tras su faceta afable se esconde otra dominación). Su manera de meternos en una olla a presión es también de thriller doméstico, manejando una toxicidad que lleva a los personajes a límites que, eso sí, no son explotados explícitamente. La película sabe ser sutil en ese aspecto.
Tensiones que luego revelan ser tapadera para una sensibilidad muy profunda, que es revelada con fabulosa meticulosidad. El desarrollo narrativo es exquisito a través del guion y de la formidable música de Jonny Greenwood, pero Campion no renuncia tampoco a trazar imágenes pictóricas propias del género western, empleando bien las sombras para ello. Con interpretaciones grandiosas, la película mostró ser un imponente ejercicio que vale la pena rescatar de cuando en cuando.
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