Esta serie para adultos refleja el comportamiento humano ante el fin del mundo y se acerca bastante a la experiencia de la pandemia
El cine de desastres y otros apocalipsis nos ha hecho asumir que cierto comportamiento salvaje sería la norma si llegamos a enfrentarnos a un fenómeno así. Vandalismo y desinhibición aprovechando que nada más importa, además de puro instinto de supervivencia buscando, de manera épica, un refugio. Sólo lo último resultará la reacción más común, pero no será tan emocionante.
La pandemia del COVID-19 nos puso frente a frente con un sentimiento colectivo de fatalidad, de un posible fin del mundo tal y como lo concebíamos. Y como no podíamos salir afuera a romper escaparates, y el refugio físico ya estaba en nuestros hogares, la lucha por la supervivencia se volvió algo más mental y filosófico. Un intento de preservar la integridad psíquica y estabilidad en un contexto donde todo se pone patas arriba. Muchas ficciones han intentado reflejar la pandemia, pero sólo ‘Carol y el fin del mundo’ se ha acercado lo suficiente a cómo ha sido experimentarla.
Qué agobio, el fin del mundo
Esta miniserie de animación para adultos se estrenó en los últimos compases del año, y bastante de tapadillo. No obstante, es una de las miniseries más interesantes que se pueden ver en Netflix, con diez episodios fascinantes que abordan el apocalipsis desde un enfoque distinto: la de la mujer más anodina posible, con la voz de Martha Kelly.
La extinción es inminente para el planeta Tierra, ante la llegada de otro extraño planeta que va a colisionar contra la superficie en tan sólo unos meses. La humanidad en su conjunto estalla, tomando una serie de decisiones impulsivas al son de “para lo que me queda en el convento”. Pero Carol, una antigua secretaria de instituto, no tiene la más mínima tendencia hedonista, y se siente sola en un mundo cada vez menos comprensible para ella. Pero no estará sola en su búsqueda de qué hacer en el tiempo que le queda en este mundo.
Dan Guterman, guionista con experiencia en ‘Community’, realiza este singular proyecto que parece marcado por la experiencia del confinamiento de una manera muy particular. El desasosiego ante la destrucción del planeta, pero planteada desde alguien que ha tenido pocas emociones en la vida, y tratando de pensar qué emociones le toca vivir para poder dar por saldada su experiencia en la Tierra.
‘Carol y el fin del mundo’: retrato de la condición humana
Los caminos que recorre no son ni mucho menos los habituales, pero resultan conmovedores de una manera particular. Con su humor agridulce y un tono de animación para adultos que realmente quiere tocar inquietudes adultas (no hacer chistes de genitales dibujados u otras escatologías), intenta hacer una exploración del factor sanador de la estabilidad, ya sea con una rutina, el trabajo o el inesperado encuentro de una comunidad con sentimientos e inquietudes similares.
Son cosas muy interesantes a explorar, junto con la reflexión de lo vivido con cierto arrepentimiento, y la serie consigue ser remarcable en su intento. Algunos episodios que buscan desviarse del camino principal no resultan tan atinados (como un episodio de historias a través de objetos o una fantasía surfera), pero ‘Carol y el fin del mundo’ consigue por norma general sorprender en su toma de decisiones y en lo que haya tratando de reflejar el espíritu humano. Con bastante diferencia, uno de los mejores estrenos recientes de Netflix.
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