La apuesta de Netflix por ‘Maestro’ no le ha salido demasiado bien, a pesar de que sobre el papel parecía lógico apostar por Bradley Cooper tras el éxito de ‘Ha nacido una estrella’. Su nueva exploración de la creatividad, la música y el amor dentro de la celebridad no ha causado impacto en streaming y parece que tampoco lo va a hacer en premios.
Cierto es que la película en sí resulta demasiado imperfecta para denominarla una joya de culto. Irónicamente, en el catálogo de la plataforma se estrenó alrededor de las mismas fechas otra película con las mismas inquietudes temáticas, pero más exitosa en su planteamiento y ejecución. Ese es el documental ‘American Symphony’.
Una sinfonía para sanar
Con producción de los Obama, la película de Netflix se centra en el músico Jon Batiste, que pasó de ser el director de la banda del show de Stephen Colbert a uno de los músicos populares más celebrados con triunfo en los Grammy, incluyendo premio a mejor disco del año. Dirigido por Matthew Heineman, el documental se acerca a su figura de manera íntima.
Mientras a nivel público Batiste está siendo una sensación, con su manera festiva de unir jazz, pop, hip hop y otras músicas negras siendo aplaudida aunque también mirada con lupa. A nivel privado se enfrenta al mayor reto de su vida, componiendo e interpretando una sinfonía sobre la diáspora afroamericana en el inmenso Carnegie Hall mientras su mujer, Suleika Jaouad, recae en la enfermedad de la leucemia.
Las dificultades profesionales se sienten un poco alejadas en contraste con las sentimentales, ya que mostrar al artista lidiando con que no sepan ubicarlo como músico pop o como músico jazz resultan casi una trivialidad. La película no interroga precisamente que Batiste, al que pinta como un camaleón que ha querido subvertir lo tradicional, no ha encontrado inmensos obstáculos comerciales en su ascenso (quizá sólo en comentarios críticos en una era de “poptimismo” donde voces de ese estilo quedan reprochadas cuando algo tiene éxito).
‘American Symphony’: documental íntimo
Es mucho más estimulante en los momentos de drama de relaciones y drama médico, que terminan relacionados fuertemente con la creatividad. En uno de los momentos más electrizantes del documental vemos a Batiste tocar en directo y dedicarle una canción a su esposa, deteniéndose un momento antes de tocar por las abrumantes emociones que le invaden. Estas terminan canalizadas hacia sus manos, que tocan el piano con notable fervor.
No sólo es Batiste el vehículo a través del cuál comunica esta idea, ya que vemos a Jaouad explorar también su propia creatividad mientras pasa por el tratamiento contra el cáncer. Su arte se vuelve el método para canalizar lo que no se puede expresar en comentarios o discursos fáciles para el documental, haciéndolo mucho más honesto y menos masaje a una figura pública de lo que cabría predecir.
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