Romances, asesinatos, secuestros… Lo que da de sí una lavandería en esto del cine

Romances, asesinatos, secuestros… Lo que da de sí una lavandería en esto del cine
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Algunos de los momentos más accidentalmente íntimos suceden frente a nuestra ropa; ella a un lado de la pantalla (la de la lavadora) y nosotros al otro, esperando a que acabe de centrifugar. El mapa cinematográfico ha sabido aprovechar estos sinsabores, estos silencios a medias, con terror, con romance frugal, incluso con indiferencia.

Por haber, hay hasta lavadoras asesinas, como aquel blaxploitation, ‘Vortice Mortale’ (Ruggero Deodato, 1993). O incluso ciclos de lavado convertidos en película, con banda sonora del mismísimo Michael Nyman. Y que nadie se olvide de las carreras de electrodomésticos en Los Simpsons.

Aunque solo algunas lo lleven en el propio título, hay muchas películas y series que trasladan a sus protagonistas hasta esas populares lavanderías de autoservicio industriales, donde una moneda de pequeño calibre nos mantiene limpitos una semana más. Un tip: esto sucede porque en muchos pisos de alquiler está prohibido por contrato instalar lavadora. Por el ruido y el consumo eléctrico, son un pequeño lujo popular.

Lol

Por cierto, si no has visto alguna de estas películas tenemos una solución: las nuevas Samsung QuickDrive™ reducen hasta un 50% el tiempo de lavado y otro 20% extra en consumo energético. Más movimiento de ropa gracias a su innovador doble giro del tambor. Así, con lo que ahorres poniendo lavadoras, te podrás conceder una pequeña maratón cinéfila.

Vis a vis (Daniel Écija, 2015)

Como todo drama carcelario, la visita a la lavandería supone un marco clásico: algunas relaciones se afilan y otras acaban en desastre. Centro de contrabando, de lavado de dinero —en sentido metafórico, claro— e incluso como centro de suministro de Dios-sabe-qué, las lavanderías de prisión son una especie de garita aduanera donde siempre pasa algo interesante.

Sólo hay que fijarse en la escena de ‘Paddington 2’ donde el osito termina haciendo de las suyas, colando un calcetín rojo en una colada a rayas; y pringando todos los uniformes de un insolente rosita la mar de entrañable. Imaginaos el daño que podría haber hecho la criaturita si hubiese tenido cerca la puerta extra de AddWash™ de las lavadoras Samsung, que permiten añadir prendas sin vaciar el agua del tambor. O ese clásico de ‘American History X’.

La española ‘Vis a Vis’ no es menos y —ojo que vienen spoilers— utiliza el lavado de cuerpo para limpiar maldades. Pero no las conciencias. Igual hacía falta un poco más de suavizante.

Mi hermosa lavandería (Stephen Frears, 1985)

Y saltamos de un modelo clásico a una cinta convertida en clásico. Las lavanderías actúan también como catalizadoras de ciertas intimidades. Esos ojos de pez, como testigos ante lo que va a suceder, son en ‘Mi Hermosa Lavandería’ los más veraces confidentes de un romance fatal.

La premisa es sencilla: joven paquistaní dirige con humildad la lavandería de su tío mientras Johnny, un antiguo compinche inglés, racista y holgazán como él solo, le echa una mano para sacarse unos peniques. La amistad avanza hasta convertirse en un romance que no convence a nadie. Las lavadoras, salvo por el ronroneo habitual del prelavado, no dicen ni mu. Claro, era el año 1985 y no había llegado al mercado Samsung QuickDrive™, una máquina que, aunque no hable, cuenta con una app para interactuar mediante el móvil y manejarla de forma intuitiva sin necesidad de estar en casa.

Autoservicio de lavandería (Junichi Mori, 2002)

Antes de convertirse en un director de cierto prestigio, Mori se dio a conocer con esta cinta sencilla. Comedia "no muy voluntaria" protagonizada por Teru, un personaje con cierto daño cerebral que vigila una lavandería, y Mizue, una joven que acude como cliente a lavar sus prendas con cierta asiduidad.

Lo que sigue es un romance difícil, que utiliza los tropos del autoservicio para hablar de relaciones de saldo, de conveniencia puntual.

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Mi vida sin mí (Isabel Coixet, 2003)

Decía Coixet que las lavanderías son lugares donde se crea una «extraña intimidad». Allí se van a lavar paños mayores y menores frente a cualquier otro usuario, espacios de cierta mitificación, donde las conversaciones triviales adquieren cierta trascendencia.

Lo relató de forma magnífica Lucía Berlín en su ‘Manual para mujeres de la limpieza’, en un breve relato donde la naturaleza cíclica del lavado adquiere el mismo peso sobre las vidas que van allí a lavar sus prendas.

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En ‘Mi vida sin mí’, una madre joven, con dos hijas, recibe la peor noticia: una fecha de caducidad a causa de un cáncer.

Sabiéndose que va a morir, decide no lavar trapos sucios, sino mirar hacia adelante y liberarse de sus miedos para disfrutar del escaso tiempo que le queda. Una fórmula que ya exploró previamente en ‘Cosas que nunca te dije’ y que da como resultado una película muy eficaz en lo formal.

Mindhunter (Joe Penhall, 2017)

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En Mindhunter hay un pequeño arco argumental con tres actores implicados: un gato callejero, el personaje de Wendy Carr —esa psicóloga criminal interpretada de forma brillante por Anna Torv— y una lavadora. Ya está. El resto es una miríada de miradas cómplices, un poco de atún para gatos y rincones oscuros.

Estos momentos de silencio nocturno, intercalados por el siseo de las prendas rascando con el tambor de la lavadora, componen uno de los insertos más audaces, en términos narrativos, para hablar de esa lobreguez, desconcierto y soledad en la existencia humana. Si alguien podía elevar el discurso era David Fincher, no hay duda. ¿Qué sería capaz de pergeñar si tuviera una Samsung QuickDrive™ a tiro?

El callejón (Antonio Trashorras, 2011)

Pero tampoco nos despistemos. Las lavanderías pueden ser lugares de pesadilla. Que le pregunten al callejón de Trashorras, donde una joven Ana de Armas pasa por el camino de la amargura cada vez que tiene que bajar a lavar la ropa en una lavandería situada al final de un siniestro pasaje.

La joven Rosa hace la colada y, por el camino, se topa con un asesino en serie que amenaza con convertirla en una prenda sucia. La lavandería es así el epicentro del que el personaje principal tendrá que huir. Si puede.

Friends (1994-2004) y The Big Bang Theory (Chuck Lorre, 2007)

Ya está todo dicho acerca de dos de las sitcoms más populares de la historia. En ambas, la lavandería es un lugar para reivindicar individualismos, para fortalecer autonomías y para todo lo contrario.

Y si Sheldon y Penny son tan compatibles como un calcetín rojo y una camiseta blanca, la de Ross y Rachel es una relación mucho más emocional, nada de automatizaciones con moneda: lo suyo es un romance fraguado con un lavado extralargo.

Juegos secretos (Todd Field, 2006)

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Y si lo que queremos es hablar de fuegos consumados, ‘Juegos secretos’ cuenta con una de las escenas sobre-la-lavadora más calientes que recordamos en el último siglo. La cinta de Todd Field encapsula un romance y una historia difícil al abrigo del electrodoméstico rey.

Y no decimos mucho más: te invitamos a refrescar estas series y películas mientras mantienes al día tu cesto de ropa sucia con las nuevas Samsung QuickDrive™.

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