Aun a riesgo de convertirme en el editor más impopular de ¡Vaya Tele!, hoy voy a meterme en un jardín del que no espero sólo salir escaldado sino también aportar un discurso que vaya un punto más allá del populismo del “todo gratis” e intente hacer ver por qué hay que plantearse pagar por las descargas de productos audiovisuales o buscar una fuente de explotación alternativa. Quede claro de antemano que esta es mi opinión personal sobre el tema.
Es un debate siempre candente y que, una vez más, se ha puesto de actualidad tras la visita de la Ministra de Cultura, Ángeles González Sinde, al programa ‘Buenafuente‘. Sinde fue entrevistada por Andreu Buenafuente en una intervención que durante su emisión fue bastante criticada por twitter. Los usuarios de esta red social no sólo criticaban a la Ministra sino también a Buenafuente por no apretarle mucho las tuercas a su invitada. Incluso se intentó popularizar el hashtag #unfollowbuenafuente, como si el showman fuese a cambiar su estilo para no perder seguidores.
Reconozco que la entrevista fue algo floja en el sentido de que no se habló allí nada que no se hubiese dicho antes, y que Andreu no supo sacar ni un buen titular a su invitada, que ejerció su papel de mala de la película al que parece haberse acostumbrado, e incluso estar cómoda con ello. Así, sin nada nuevo bajo el sol más que la simple presencia de esta mujer en un plató, a Andreu tampoco le quedaba más opción que la de escuchar los argumentos de sobra conocidos de Sinde de primera mano. ¿Qué debía hacer, patalear? Pues no, esta no era situación para emular a Ana Pastor con Ahmadineyad.
¿Por qué pagar por las descargas?
Dejando ya de lado la entrevista, centrémonos en el debate que se plantea siempre en torno a las descargas, ¿por qué deberíamos pagar por un contenido que hasta ahora hemos disfrutado de forma gratuita? Hay que tener en cuenta, ante todo, que la televisión se hace con fines económicos y empresariales, aunque tenga su parte de cultura.
Y en términos económicos cualquier producto televisivo necesita ser rentable para garantizar su continuidad, y de momento la vía de rentabilización esencial es la publicidad que se emite en las pausas que interrumpen los programas. Por ello es necesario controlar las formas de consumo e intentar que no se escapen espectadores a vías no controladas por el dueño de los derechos del material. Cada espectador cuenta y es necesario para amortizar el gasto.
Porque una serie no es nada barata, pudiendo rondar un episodio de prime time de una ficción española entre los 300.000 y 500.000 euros, ascendiendo hasta casi el millón en series de altos vuelos como ‘Águila Roja’. Y en el presupuesto de estas producciones, como os podéis imaginar, están incluidos los sueldos de mucha gente que depende del éxito o fracaso de las mismas.
Habrá algún jefe de sueldo desorbitado y bastante becario precario que con suerte vea tres duros, como en todos lados, pero eso no quita que las producciones de ficción valgan lo que valgan, un riñón o varios. Y hablo de series de ficción porque es lo que más se presta al consumo mediante descarga, pero esto es extensible a cualquier otro producto televisivo o audiovisual.
Internet, ¿presente o futuro de la industria televisiva?
En este punto llegamos al tema de internet y la pregunta clave de, ¿es la red el futuro del audiovisual o es ya el presente? Desafortunadamente, me toca aclarar que aún debemos ver la red como el futuro de la industria. Y no porque no existan usuarios que se hayan trasladado de la pantalla de la tele a la del ordenador, sino porque la industria televisiva española (y no pensemos que la americana va muy adelantada en esta materia) aún no ha conseguido adaptarse a este nuevo sistema de difusión de su material.
Existen ya formas de emitir por internet bastante competentes, ya sea por streaming o como televisión a la carta, pero lo que no existe es un sistema publicitario que haga que esos visionados tengan el mismo valor, en términos de rentabilidad monetaria que los de la tele convencional.
El día en que los anunciantes paguen lo mismo por salir en la pantalla del ordenador (o incluso más por acercarse a compradores más jóvenes) que en la de la tele podremos decir que ahí hay negocio. De hecho, actualmente las cadenas ofrecen sus contenidos en internet más como un servicio que como una ventana de explotación, pues son más elevados los costes técnicos que pagan por los servidores que los ingresos que consiguen mediante publicidad.
A día de hoy, lo único que importa a los anunciantes es el share. Y esta es la verdad, nos guste o no, creamos que los datos de los audímetros que ofrece Kantar Media son fiables o no. Ese dato expresado en un tanto por ciento, la cuota de pantalla, y no las visitas a las webs de las cadenas ni los trending topics, son quienes mueven el dinero en la industria televisiva. Ojalá llegue el día en que el contenido audiovisual pueda rentabilizarse simplemente por internet, y ojo, hablamos a nivel profesional y no amateur. Pero ese día aún no ha llegado.
Pero además, que una serie tenga éxito o no en términos de audiencia puede marcar el rumbo que sigan las próximas producciones. Que una serie como ‘Ángel o Demonio‘ no triunfe no sólo es un problema para sus creadores, su equipo o para Telecinco, sino que es una sentencia para la industria. Porque un fracaso para una serie que experimenta con una fórmula distinta (género ciencia ficción y episodios de casos autoconclusivos) no hace sino reforzar la idea de que en nuestra televisión sólo funcionan las series costumbristas con niños y abuelos.
En el mismo sentido y caso contrario, que una serie como ‘El Barco‘ triunfe abre la puerta a que se hagan series en España que, pese a basarse en el costumbrismo de siempre, introduzcan elementos innovadores con respecto a lo que se venía haciendo anteriormente.
¿Y las series extranjeras qué...?
Y podemos pasar ahora a otro enunciado muy común, el de aquellos que defienden que, al ver sólo series americanas y no españolas se mantienen al margen de todo lo anteriormente expuesto. Pues no. Ahora habría que poner el foco en otro ámbito de la industria audiovisual, el de la compra de derechos, pero el resultado de la reflexión es el mismo.
En nuestro país existen cadenas, tanto de pago como en abierto, que invierten ingentes recursos económicos en la compra de series, cuyos derechos valen millones de euros. ¿Por qué los ingresos generados por el visionado de estas series se lo llevan las webs de descarga y no quienes poseen sus derechos?
Si estas cadenas invierten en ellas es porque buscan un beneficio mediante publicidad o subscriptores, y si no lo consiguen dejarán de comprarlas. Y aunque creamos que eso tampoco nos afecta porque no seamos consumidores de televisión tradicional, pensemos que los ingresos de los grandes estudios norteamericanos por ventas internacionales no son baladí, y eso sí repercute directamente en las posibilidades de cancelación o renovación de una serie.
¿Y por qué creéis que a la televisión nacional prácticamente sólo nos llegan series procedimentales (‘Bones’, ‘CSI’, ‘Castle’ o ‘Miénteme’, por citar una de cada casa)? ¿Os habéis parado a pensarlo? Pues porque el público de internet tiende más a ver por este método las ficciones serializadas tipo ‘Perdidos‘ o ‘Prison Break’ y en cambio no es tan usual estar tan enganchado a ‘El Mentalista’ como para descargárselo.
Tal vez eso explique, junto otros factores que se salen del tema, que series de gran éxito en internet sean ignoradas en la televisión convencional. ¿Significa esto que internet es el demonio? Pues no, pero en determinados casos sí que podría estar actuando cómo una rémora y no permitiendo que los productos serializados o complejos alcancen el valor que se merecen.
¿Podría estrenar MTV más series si la gente viese ‘Misfits‘ a través de su canal y la convirtiese en un éxito? Posiblemente. ¿Podría FOX ofrecernos más series con una emisión pegada a la americana si tuviese más espectadores? Probablemente. ¿Sería mayor la oferta de la Taquilla de Series de Digital+ si traer productos como ‘Fringe’ apenas unos días después de su emisión yanqui le saliese rentable? Afirmativo.
Hacia dónde mirar…
Toda esta argumentación pasa por un reconocimiento de los derechos de autor, es decir, por pensar que quien debe llevarse el beneficio del contenido es su legítimo dueño. Pero por otro lado, existe la demanda por parte de los usuarios de consumo por nuevas vías. Y el problema es que este discurso queda algo anticuado para una generación de disco duro multimedia y televisión a la carta, y probablemente ya sea tarde para pedir que los espectadores 2.0 vuelvan al televisor, incluso utópico.
Es aquí donde los del otro lado, los dueños de esos derechos televisivos deben ponerse las pilas y comprender que para llegar a ciertos públicos deben afrontar nuevas vías de exhibición alternativas a las de siempre. Eso sí, nosotros que las reclamamos debemos ser conscientes de que no podrá ser a coste cero como en las piratas y al menos algún anuncio nos tendremos que tragar.
El debate ahora podría trasladarse a, ¿si no me ofrece el dueño del contenido la opción de acceder a él por la vía deseada (internet), entonces puedo tomarlo yo por una tercera vía no “oficial”? Ese es el argumento que muchos dan para justificar las descargas no legales.
Si yo fuese cantante y decidiese editar mis canciones exclusivamente en cassette, ¿alguien podría obligarme a sacar también el formato CD? Si fuese un artesano zapatero que sólo hace zapatos de señora de la talla 53, ¿podría alguien obligarme a realizar otros más pequeños? Son dos ejemplos que pueden parecer simplistas y absurdos pero que exponen de manera clara y visual cómo la absurdez de una propuesta comercial justifica que el usuario no compre un producto pero no que exija que se le ofrezca en otro formato o medio.
Y tampoco quiero parecer más papista que el Papa. Que levante su chapa de Dharma quien no haya descargado nunca nada. Pero una cosa es reconocer que todos hemos hecho uso de las copias privadas de seguridad (ejem), y otra que, llegado el momento en que la situación legal cambie no lo asumamos como algo justo.
Ojalá llegue el día en que exista un Hulu español que sea tan rentable como para que las productoras creen productos específicos para él. Ojalá llegue el día en que las tiendas de descarga legal tipo iTunes tengan la misma disponibilidad de material seriéfilo (tanto en cantidad como rapidez) que páginas de descargas como SeriesYonkis y a precios asequibles. Y ojalá llegue el día en que los anunciantes den a internet la importancia que merece y la publicidad asociada a visionados online sea tan rentable como la televisiva. Tranquilos, esto llegará tarde o temprano, no es tan difícil.
Alguno se molestará con el cambio y la regularización, pero es algo bueno para todos. El equilibrio está en que podamos acceder al contenido audiovisual de forma cómoda y barata y que, a la vez, sean los autores, productores y distribuidores quienes reciban la remuneración oportuna de tal manera que, incluso, puedan pagar a sus becarios. Esta es mi visión ante el tema, ¿cómo lo veis vosotros?