Hace ya 17 años apareció 'Piratas del Caribe', un proyecto Disney que generaba ciertas dudas entre los encargados del oráculo de Hollywood y su fábrica de ideas. ¿Una adaptación al cine de una atracción de Disneyland? El escepticismo era total. Fíjense qué tiempos, ahora adaptan al cine los emoticonos sin despeinarse. El experimento resultó un entretenimiento fresco, divertido y lleno de acción.
Luego, en el transcurso sus secuelas la franquicia pasó a ser un verdadero generador de dinero, pero en su interior se iba apagando hasta convertirse en una mera cáscara vacía de lo que le había hecho destacar en primer lugar. Sus mitologías improvisadas, el hartazgo de situaciones y mismas gracias ha hecho que se convierta en un mal chiste. Con 'La venganza de Salazar' pretenden insuflar vida nueva a sus piratas fantasma, pero como cualquier espectro, parece condenada a repetir lo mismo una y otra vez.
'Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra' (2003)
Si algo consiguió la primera entrega fue acabar con la mala suerte de treinta años de películas de piratas. La búsqueda de una reliquia para levantar una maldición que ha transformado a toda una tripulación en zombis mezclaba a un viejo pirata en una trama que presentaba los ahora muy conocidos Jack Sparrow, Elizabeth Swann y Bill Turner. Alianzas, traiciones y un sentido del humor entre la película juvenil noventera y la parodia Mothy Python.
Uno de los pilares que redefinieron el estilo de blockbuster para los 2000, con Gore Verbinski, difrazándose del Sam Raimi más juguetón y aventurero, convenientemente lavado, eso sí, y recuperando las aventuras de Burt Lancaster y Errol Flynn. Un menú triunfador que consiguió que volviera el gran cine de aventuras pero que puso en evidencia el gran problema de estas mastodónticas películas de estudio. Su guion adolecía de una falta de ritmo y desconexiones entre Set Pieces propias de su fórmula y acumulación de subtramas.
‘Piratas del Caribe: El cofre del hombre muerto’ (2006)
Aunque peca de ser demasiado larga, esta secuela es todo lo que se le podía pedir a Verbinski, que añadió más elementos de fantasía marinera, los Simbad de Ray Harryhausen, más espíritu de William Hope Hodgson que nunca y un mejor ritmo, más basado en un tono cartoon que su predecesora, y que retomaría en sus brillantes visitas al western juvenil. Esta segunda entrega confirma que uno de los grandes problemas de la original era el demasiado tiempo dedicado al héroe sin sangre interpretado por el soso Orlando Bloom.
Obviamente, esta segunda parte es la puesta de largo de Sparrow, quien superaba su condición de robaescenas para pasar a ser el verdadero protagonista para el público, que posteriormente se reconocería en los procesos de promoción. Mucho más pulida, grande y ambiciosa. Probablemente la mejor de la franquicia, su colección de monstruos tentaculares llenos de detalle servirían también de modelo en el resto de episodios.
‘Piratas del Caribe: En el fin del mundo’ (2007)
Si la primera secuela se hubiera cerrado y no dependiera de esta, probablemente la saga habría salido ganando. La complejidad excesiva de las tramas incontables, personajes y personajes con trasfondos, traiciones, maldiciones y alianzas se convierte aquí en una auténtica losa. La inclusión de parte de la historia en las Indias da una lectura social vaga del momento del estreno y la presencia de Chow Yun-Fat presagiaba el camino de la industria del cine en años venideros.
Hay una gran ausencia de acción y del pirata de Depp en la trama y, cuando aparece, resulta que ya se nos empezaba a atragantar un poquito. Ni el cameo de Keith Richards era tan gracioso como se vendía. Hay bastantes diálogos en bodegas pero eso sí, el último acto es una batalla de escala gigantesca, con grandes efectos, pero que llega en un punto en el que la mente se vuelve insensible a ellos. Recursos de guionistas agotados y la moda de clímax con batalla de la influencia del anillo único aun coleaban. El primer signo de que no hacía falta más.
‘Piratas del Caribe: en mareas misteriosas’ (2011)
Cuando nadie necesitaba otra entrega, o al menos nadie había preguntado por ella, Disney cuadró números y consideró que la cosa todavía podía chorrear algunos millones. Así, compraron la novela en la que dicen que se había inspirado la saga y trataron de organizar una historia coherente alrededor de personajes sobrantes con la ayuda de un mercenario como Rob Marshall, tomando el relevo de Gore Verbinski.
La presencia de Penélope Cruz no parece que fuera el tónico que necesitaba una cuarta parte de una franquicia requemada. Algo ayuda McShane, y la secuencia de escaramuza con hermosas sirenas de vampiro, que está entre lo mejor de la saga, pero definitivamente, centrar todo el espectáculo en Johnny Depp, en plena decadencia personal y profesional, se hace profundamente tedioso. Su actuación sobreexplotada de mimo borracho ya sólo entretiene a los niños con umbral de tolerancia a la repetición bajo mínimos.
‘Piratas del Caribe: La venganza de Salazar’ (2017)
A pesar de los pobres resultados creativos de la anterior entrega, los ejecutivos insisten. Será porque, de nuevo la anterior entrega superó los mil millones de dólares en taquilla. En consecuencia, tenemos este refrito de la primera entrega con elementos del resto de la franquicia en modo loop. Repetimos maldición, personajes en busca de venganza y solución para su maldición e incluso escenas calcadas como ese Jack Sparrow perseguido de cerca por toda una horda de piratas en línea de costa.
Estamos en 2017 y parece que el departamento que puede hacer rejuvenecer de forma increíble a Johnny Depp en un flashback no es capaz conectar a los personajes con el CGI, en la mayoría de secuencias. La acción es genérica, cualquiera diría que hoy, en una miniserie del montón ya se pueden ver este tipo de efectos. Quizá lo más reseñable sea una secuencia cómica con una guillotina, con un sentido del humor perverso del que lamentablemente adolece el resto de la aventura.
Jack Sparrow sigue funcionando en piloto automático, y brilla un poquito más porque le han puesto un acompañante más aburrido que Orlando Bloom, Brenton Thwaites como Henry Turner. Kaya Scodelario tiene un carisma queriendo estallar en algún momento pero está contenido por la falta de inspiración de los guionistas. Para arreglarlo, viene Bardem, en una encarnación de la voz de Paco Rabal, que hace de zombie-marinero en otra vergonzosa repetición de la idea de Barbossa.
La trama es perezosa desenredando las motivaciones de cada uno de los personajes, y pese a que se hace más o menos entretenida, tiene un interés de ida y vuelta, coronado por una revelación patillera sobre personajes arbitrarios que cuesta creerse más que el torpón romance, totalmente impostado, entre las jóvenes y guapas incorporaciones. Hay sorpresas para el final que levantan la sonrisilla pero, en general, da la impresión de que ni la misma Disney se cree este intento de reflotar la franquicia. Esperemos que sea la última.
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