Aunque todos recordemos 'Buffy, Cazavampiros' como una de las mejores series fantásticas de la historia de la televisión, lo cierto es que el primer acercamiento de Buffy a la pantalla fue con la película de 1992, de la mano de Fran Kuzui y Joss Whedon. El intento salió algo regulero, con una ajustada recaudación en taquilla y muchas buenas ideas desaprovechadas que, por suerte, la serie sí supo hacer brillar.
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La protagonista
La "gracia" en su momento de Buffy era el choque que suponía para el espectador que una adolescente pudiera ser la Cazadora. El problema es que la Buffy de Kristy Swanson no conseguía romper el estereotipo de "rubia animadora" y su personalidad se quedó en algo bastante bidimensional.
Sin embargo, Sarah Michelle Gellar dio la campanada y construyó a un personaje más realista, más irónico y más divertido en todos los sentidos. La Buffy de la serie tenía sus momentos de niñata adolescente (en la temporada 1, al menos) pero también sabía ponerse seria cuando tocaba y aprender de sus errores. Y lo mejor: tuvo 7 temporadas para poder evolucionar y ver cómo maduraba a lo largo del tiempo.
El tono
En tan solo hora y media, la película quería abarcar demasiado: quería ser una parodia del género de terror, ser una comedia y a la vez un drama adolescente, desarrollar toda una mitología propia, meter una subtrama de romance... y, claro, eso repercutió en el tono del filme, que nunca terminá de decidir hacia dónde enfocarse y acaba tratando todos esos temas de manera muy superficial.
Si algo tienes en una serie es tiempo y fue la muestra definitiva de que se podía hablar de todo eso sin que chirriara ni marear al espectador. A lo largo de 144 episodios, la serie mostró todas sus facetas, desde la más cómica a la más dramática, de forma equilibrada y orgánica. Conservó también su carácter paródico del género sin prescindir de momentos verdaderamente terroríficos y añadió varias tramas románticas que dieron mucho más juego. Así, sí.
De interés romántico a amigo simpático
En la película de 1992, Luke Perry interpretaba a Oliver, que terminaba convirtiéndose en un importante aliado de Buffy contra los vampiros y también en su interés romántico. La relación no daba mucho de sí, ni en cuanto a química ni tampoco resultaba especialmente divertida así que nadie la echó en falta cuando prescindieron de ella en la serie.
¿Podemos considerar a Xander un trasunto de Oliver? Lo cierto es que, cuando se nos presenta el personaje, no desentona con la imagen del típico ligón que se enamora de la recién llegada al instituto. La cosa no quedó ahí: comenzó como el amigo simpático y algo tontorrón para evolucionar y darnos más matices de uno de los personajes más queridos de la serie, sobrepasando su rol de alivio cómico.
Los personajes femeninos
Aunque era hasta cierto punto rompedora la idea de poner una adolescente a patear vampiros, la película acababa cayendo en el tópico de que Buffy "no es como las otras chicas". Así pues, todos los personajes femeninos, entre los que encontramos a una jovencísima Hilary Swank, no aportaban demasiado aparte de ser el contrapunto como "chica mezquina y superficial" del que la protagonista se terminaba desmarcando.
Todo lo contrario del amplio abanico de personajes femeninos que pasaron por la serie: Willow, la mejor amiga de Buffy, hacker y posterior bruja todopoderosa (sin olvidar su relación con Tara, que fue de los primeros personajes LGBT+ importantes en series dosmileras); la demonio Anya, Glory, Dawn, Faith... hasta a Cordelia, que cumplía el rol de abeja reina del insituto, terminamos cogiéndole cariño.
El guardián
Con todos nuestros respetos a un actor de la talla de Donald Sutherland, su papel en la película como Merrick, el guardián inmortal destinado a guiar a la Cazadora, era algo soso y daba bastante grima (aparecer entre las sombras escondido en el vestuario de chicas no ayuda mucho).
Todavía pierde más si lo comparamos con el Giles de Anthony Stewart Head, que compuso un personaje entrañable, cuya seriedad le hacía ganar en comicidad (aunque suene contradictorio). Cambiar el origen místico del guardián y hacerlo más humano fue todo un acierto y nos regaló momentos tan memorables como los chistes sobre su acento inglés o el capítulo en el que se convierte en monstruo.
El vampiro
Llevando "cazavampiros" en el título, estaba claro que nos íbamos a encontrar muchos, por lo que alguno tenía que destacar por encima de los demás. El escogido fue Amilyn (interpretado por Paul Reubens, cuyo personaje tiene un divertido cameo en la serie de 'Lo que hacemos en las sombras'). Quería aportar el punto de "villano graciosillo" y, una vez más, la experiencia nos supo a poco.
Dejando a un lado a Ángel y su historia de amor con Buffy, es posible que el mayor heredero de lo que se pretendía con Amilyn fuera Spike (al que le dieron un look similar, con la chupa de cuero y pelo amarillo teñido a brochazo). Aquí sí que supieron explotar bien su filón cómico y malvado a partes casi iguales, dando lugar a una inesperada química con Buffy que también dio mucho de sí.
Los monstruos
No vamos a engañar a nadie, porque ni película ni serie pueden presumir de tener unos grandes efectos visuales. No obstante, así como en la película desmerece mucho la caracterización de los vampiros (a Rutger Hauer le quedan francamente mal los colmillos), la serie supo "hacer de la necesidad virtud".
La serie abrazó su identidad pulp y la explotó sin miedo al ridículo. Su galería de monstruos contaron con una caracterización artesanal que ha resisido mejor el tiempo que muchas series posteriores de temática similar que intentaron jugar la misma carta pero con mucho menos encanto. Además, reformuló a los vampiros de la película, añadiendo aquello de que se convirtieran el polvo tras morir y esa "cara de demonio" que ponían cuando desvelaban su naturaleza. Todo ello fue su sello de identidad y la convirtió en la icónica serie que todos recordamos.
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