¿Qué está pasando? Hasta hace nada, que un director con cierto renombre en la industria del cine apareciese en un titular sobre una nueva serie de televisión era la excepción; una noticia de esas para arrancar con un ¡bombazo! en mayúsculas y letras de neón. Ya no. Fincher adaptando ‘Utopía’ para HBO, Shyamalan con su serie para este verano ‘Wayward Pines’ y los Weinstein arramplando con directores tan variopintos como Wes Craven, Gus Van Sant o Lee Daniels entre otros para su ’Los 10 Mandamientos’.
Pronto llegará ‘The Strain’ de Guillermo del Toro, Sam Mendes tiene un acuerdo de desarrollo con Showtime y Aronofski con lo propio pero en HBO, Nicholas Winding Refn supuestamente anda con su Barbarella y Steve McQueen desarrollando dos series sobre la esclavitud para BBC y HBO. Podríamos seguir enumerando ejemplos de cómo algo que empezó a despuntar hace unos años con proyectos como ‘Broadwalk Empire’, ‘Los Borgia’ o 'Boss' ha estallado la pasada temporada televisiva. Cadenas de cable que típicamente no se arriesgaban con producción propia lo están haciendo, Netflix está en boca de toda la industria y la ficción en televisión ha ganado una notoriedad que cada vez se tiene más en cuenta. Hollywood está perdiendo las ganas de innovar en lo que a la masa se refiere, lo vemos tanto en cine como en televisión, pero el potencial de las minorías es muy distinto en ambas industrias.
El valor de la minoría
Las grandes inversiones en cine acaban yendo a esos proyectos que aspiran a convertirse en la próxima franquicia millonaria o en el blockbuster del verano. Se persiguen esos contenidos masivos que arrastran al espectador a las salas –ya no sabemos si por interés genuino o por obligación de la máquina mercadotécnica- y que cada vez se limitan más a historias obvias y poco arriesgadas entre las que hay que rebuscar para dar con alguna que pase de entretenida.
Se hace buen cine en Hollywood, pero no es rentable; son esos proyectos que hasta hace poco las productoras pagaban con sus dos exitazos anuales, pero ya no están tan dispuestas a invertir en perfiles minoritarios, y a eso me refería con el potencial de las minorías. El cine más independiente, de autor o que busca arriesgar en la narrativa o las historias, generalmente se queda en un círculo más alejado de los fajos de dólares mientras que las minorías en televisión son más rentables y la industria televisiva se nutre de esa segregación de audiencia; del contraste network-cable, de la sindicación, de las cada vez más cuantiosas ventas internacionales.
Que las minorías –-con la población de Estados Unidos se traducen en millones de personas- sean un negocio siempre ha sido la clave de que exista la ficción de cable, que pongo en cursiva porque casi se ha convertido en un género en sí misma. El espectador exige narrativas más complejas, elaboradas y sutiles. Bajos presupuestos + historias exigentes no equivale a dinero en la industria cinematográfica, pero es exactamente los contenidos que demandan las cadenas de cable para sus proyectos de ficción.
Las posibilidades de la narrativa
Muchos directores han expresado ya las bondades de la televisión en aspectos de contenido, en el hecho de que la estructura serializada ofrece nuevas formas de explorar formas de desarrollar historias; de experimentar. El gran valor de 'Breaking Bad' (por poner un ejemplo reciente de exitazo mundial), y que ha permitido esa última temporada explosiva, ha sido el contar con tantas horas para plantear un arco de transformación de personaje maravilloso. A la sofisticación narrativa se le une la exponencial sofisticación de la tecnología audiovisual favorece el disfrutar de las series en grandes pantallas y sistemas de sonido envolventes, un plus para todo esto. Todo ello sumado a la notoriedad, visibilidad y éxito tan crecientes de la ficción televisiva, ha dado como resultado una creciente atracción de cierto tipo de nombres que no es que se encuentren precisamente en un mal momento de su carrera cinematográfica.
Pero ya no es una realidad propia sólo del cable. Es gratificante ver cómo también las networks están entrando en este juego empujadas por los cambios en factores como la globalización de contenidos o la evolución de los hábitos de consumo televisivo. Pronto tendremos que dejar de llamarlas cadenas generalistas porque ellas mismas han entendido que esa definición cada vez tiene menos sentido y, con más o menos acierto, están adaptando sus producciones a una industria que quema contenidos cada vez más rápido.
Lo hemos visto esta pasada temporada con el auge de las miniseries, las series evento y con la llegada de proyectos de antologías televisivas; el aspecto más voluble del espectador está forzando a reducir compromisos con éste y, por tanto, con un título concreto. Esta realidad es un factor determinante en la migración de los directores a televisión, que pueden comprometerse por completo a una propuesta y no limitarse a la dirección de un primer episodio o a la producción bajo su sello de una idea atractiva. El sistema les permite compaginar las dos industrias.
Y con todo, lo más excitante es darse cuenta que la ficción televisiva está adquiriendo tantísimo prestigio en en público, crítica e industra que estos directores, otrora hambrientos de Oscars y de taquillas satisfactorias, están valorando la televisión como para convertirla en un medio tan estimulante, placentero y --sobre todo-- válido como el cine. Ahora sólo falta que este fluir del "glamour" entre plataformas de narración audiovisual arranque finalmente y sin miedo en el universo de la interpretación.
En ¡Vaya Tele! | El plano secuencia en televisión
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