Admito que me gustan más los programas que me hacen sonreír que los que buscan a toda costa la carcajada. Sobre todo porque mientras los segundos suelen dar más arena que cal en busca de ese gaga espectacular, los primeros tienen más posibilidades de divertirme más y con menos altibajos. Salvados por la iglesia, que comenzó ayer en la Sexta con el Follonero a la cabeza, es de los primeros, pero su trayecto sigue siendo tan irregular como ya lo eran sus programas con motivo de la campaña electoral.
Lo mejor de todo sigue siendo el propio Jordi Évole, un tipo al que la inteligencia se le nota a la legua. Tiene recursos de sobra para hacer gags sin necesidad de que haya guión de por medio, réplicas muy agudas y una pinta de niño bueno que pega bien con el estilo que se le quiere imprimir al programa. Porque, contra lo que podía haber parecido cuando se anuncio, Salvados por la Iglesia no se ríe de la iglesia, sino que en la mayoría de las ocasiones se ríe con ella.
Es un punto muy a favor de este programa: estamos acostumbrados al humor de confrontación directa, pero el equipo de Salvados propone una línea blanca, donde hacer reír no significa hacer daño. Creo que no me equivoco si digo que la mayoría de la gente puede reírse con él sin sentir que se les está ofendiendo. No era fácil, pero Évole y su gente lo consiguen.
Ahora bien, no todo son maravillas. A Salvados por la iglesia le sigue pesando lo mismo que a su antecesor, Salvados por la campaña: un ritmo demasiado irregular. Primero, por la manía de estar adelantado continuamente lo que va a venir "en breve" en el programa: o se creen que el espectador es un tonto olvidadizo o no entiendo eso de estar cada dos por tres recordando contenidos en un programa de media hora. Al final, tiene pinta de ser relleno para cubrir el tiempo y eso le hace flaco favor al desarrollo del programa.
Además, hay partes muy concretas que no funcionan ni aunque el chiste sea decente: ¿qué pintaba la historia del globo y la pareja dentro de la iglesia? ¿De verdad se merecía entrar en el corte del programa? Y así otras cuantas: desde bromas que se alargan (la del astrólogo) hasta otras a las que les falta concreción (creo que, en parte, por el montaje elegido) e incluso algunas que no debían haber pasado el corte (la de la conferencia del embajador no aporta nada, excepto decir "queríamos hacer algo, pero no nos salió").
Lo que sí funcionó ayer fue toda la parte dedicada al Vaticano: contar con el corresponsal de El Periódico de Catalunya añadió datos muy interesantes e ilustrativos sobre lo que ocurre en San Pedro y las aventuras con la pareja de novios no estuvieron mal (aunque estaban quemadas de antemano porque ya sabíamos cómo acababan al haberlo visto muchas veces antes del estreno)
La sensación que se me quedó ayer es que Salvados tiene madera para ser un buen programa de humor, pero también muchas cosas por pulir. Veremos si en su siguiente entrega mejora o se estanca ahí, con sus virtudes y sus defectos.
En ¡Vaya Tele! | Jordi Évole