Estoy convencido de que los ejecutivos de laSexta tenían dudas sobre el posible éxito de ‘Pesadilla en la cocina‘, adaptación española del célebre formato liderado por el inimitable Gordon Ramsay. Los varios meses que pasaron desde el comienzo de su campaña promocional hasta su estreno fomentaban las dudas entre los seguidores del original, un tanto escépticos sobre la elección de Alberto Chicote. El tiempo pasaba y yo ya empezaba a pensar en la posibilidad de que se convirtiera en un programa fantasma de esos que se tiran mucho tiempo aparcados para acabar siendo emitidos casi a escondidas en un canal creado con la llegada de la TDT. No podía haber estado más equivocado.
Su estreno a finales del pasado mes de octubre fue arrollador, superando holgadamente las cifras habituales de la cadena y convirtiéndose en uno de sus grandes referentes – la presencia de Chicote en los spots navideños compartidos entre laSexta y Antena 3 ya son suficiente prueba de ello-, por lo que no tardó mucho en ser renovado para una segunda temporada. Y todo eso acompañado de un producto fresco – al menos para la televisión española-, dinámico y muy entretenido. La duda es: ¿Ha conseguido mantener esa línea o el paso de las entregas ha ido marcando cierto desgaste del formato?
Una estructura demasiado mecánica
Es evidente que ya en ‘Kitchen Nightmares’ se notan mucho los hilos que mueven de cada episodio: Gordon llegaba a un local con mala pinta, probaba una comida con la que no alimentaría ni a su perro coincidiendo con un choque de egos contra el dueño – o alguno de los trabajadores- del local, luego vería el funcionamiento habitual durante una noche de servicio y empeoraría aún más su relación con la gente del restaurante, señala fallos y propone un nuevo menú que trae optimismo al lugar, comienza otro servicio con su nuevo menú – y una redecoración del local- que puede ir como la seda pero normalmente tiene varios baches y al final todo acaba de maravilla con el jefe problemático reconociendo sus errores y Gordon quedando como una especie de Dios que todo puede arreglarlo. ¿Cuál es el problema entonces de que ‘Pesadilla en la cocina’ básicamente clone esa estructura?
Sé que ya suena a tópico, pero no por ello deja de ser realidad que uno de los grandes problemas de la televisión española es que todo dura demasiado. Es algo especialmente evidente en las series, pero también ha hecho acto de presencia en multitud de realities – ¿A dónde van los de ‘El conquistador del fin del mundo’ con episodios de mínimo 2 horas de duración?- , algo que en los primeros capítulos de ‘Pesadilla en la cocina’ era prácticamente imperceptible. Sin embargo, he ido notado con el paso del tiempo que pasaba de modificar mis horarios para poder estar delante de la tele cuando empezaba a que ya me daba un poco igual tener que recurrer a la opción de verlo en la web de laSexta. Sus minutos de más tampoco son tantos, pero pasada la novedad – y perdida buena parte de la frescura inicial-, se notan mucho los 15-20 minutos más que dura con respecto a ‘Kitchen Nightmares’.
Este último punto lo he notado más tras la pausa que se tomó el programa, ya que únicamente me he tomado la molestia de ver íntegro durante su emisión televisiva el episodio de ayer ambientado en ‘El Pozo Viejo’ de Marbella. La misma mecánica de siempre, aunque conviene destacar la tremenda sorpresa que supuso ver a Chicote diciendo que algo de lo que había comido estaba bueno. No faltaron las quejas – ¿acaso alguien querría ver semanalmente a Chicote ir a un restaurante, comer e irse tras felicitar al chef?- sobre que ese plato no pintaba nada en el menú, pero sigue siendo chocante. Sin embargo, el otro punto de deterioro que se ha ido notando con el paso de los capítulos es que Chicote no tiene los mismos cojones que Ramsay para proponer las soluciones necesarias.
Alberto Chicote
No voy a negar el carisma y gancho de Chicote, muy superior al que esperaba, pero toda su dureza inicial – genial cómo puso en su sitio al que se calificaba a sí mismo como ‘el puto amo’- se va diluyendo, en especial cuando estamos ante un problema humano. ¿Qué pasa si los cocineros se están riendo de ti y del dueño del local? Pues aparte de cagarse en sus muertos, indicar amablemente que los echen, ya sea de forma directa o comentando hacia el final del episodio que ése fue su último día trabajando allí.
Este aspecto es perfectamente subsanable, ya que el propio Ramsay adolecía de lo mismo en la versión – original- inglesa del programa, pero hay que saber distinguir entre los que quieren una segunda oportunidad y los que sólo están esperando a que te vayas para volver a las andadas, y eso es algo que no se nota en ‘Pesadilla en la cocina’, donde incluso han llegado a recurrir a dar por solucionados los problemas sin convencer lo más mínimo a un espectador que encima ya podía saber que dicho restaurante había echado el cierre.
Por lo demás, la despedida de ‘Pesadilla en la cocina’ en su primera temporada ha sido bastante correcta, algo lejos de las expectativas de ser uno de los peores restaurantes que haya visitado, siendo esto lo que va a determinar a partir de ahora si el programa brilla o acaba cayendo en la monotonía. Y es que los problemas que asolen al local y la cabezonería del dueño acabaron por convertirse en los grandes ejes de la versión americana junto al genial Gordon Ramsay.
Está claro que Chicote no es Ramsay, pero posiblemente sea la vez que menos hemos salido perdiendo en el salto a nuestra televisión de un formato extranjero y no lo tiene tan difícil para conseguir explotar todas sus habilidades. Eso unido a una cuidada selección de los lugares que visite – en España hay muchos locales de mala muerte que dejarían en ridículo al peor visto hasta ahora- debería ser suficiente para mantenerse como el éxito que ya es. Eso sí, yo creo que pasaré a verlo ocasionalmente o con bastante retraso respecto a su emisión original, que es lo mismo que me acabó pasando con la versión original.
En ¡Vaya Tele! | ‘Pesadilla en la cocina’, siguiendo la estela tróspida
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