No todo el mundo está destinado a triunfar. Tras cualquier historia de éxito hay decenas de casos que no llegaron al mismo destino, igual por falta de talento, por no tener a su favor condiciones como el momento o el lugar, o porque algo no para de ponerle zancadillas en el camino. Sobre esa constante frustración de navegar el mundo creativo habla muy bien ‘A propósito de Llewyn Davis’.
Destinado a no triunfar
Una de las mejores películas de los hermanos Coen, incluso aunque no se tratase en su momento como tal. Oscar Isaac, Carey Mulligan, John Goodman, Justin Timberlake y un joven Adam Driver aparecen en esta odisea anti-épica sobre la industria musical que hoy se va a poder ver en abierto en La Sexta a partir de las 22:30 (también se puede ver en streaming a través de SkyShowtime).
Llewyn Davis es un músico que toca habitualmente en el Greenwich Village, lugar de peregrinación para artistas y aficionados folk, durante el año 1961. Su carrera no despega, especialmente desde el fallecimiento de su compañero de dúo con el que firmó su única canción destacable, y su vida personal es caótica, buscando constantemente sofás en los que pasar la noche.
Es una historia de todo menos trascendente, pero su camino se aproxima en esencia a una aventura artúrica. Una que su protagonista no quiere realmente protagonizar, sintiéndose extrañamente más próximo al gato que le ha tocado custodiar por accidente: solitario, elusivo, probablemente sin un rumbo claro.
La pérdida de su compañero por un suicidio le mantiene en un constante estado de melancolía y duelo, que afecta invariablemente a su trayectoria en la industria musical. Sus discos no venden, sus actuaciones no apasionan, tiene que aceptar colaboraciones que claramente mira por encima del hombro. Tampoco la industria sabe muy bien qué hacer con él en un momento donde Bob Dylan aún no había revolucionado ese mercado.
Es posible que Llewyn Davis nunca tuviese lo necesario para triunfar. Es posible que simplemente salió en el momento que no le tocaba. O, simplemente, la vida de músico es, a menudo, recibir una serie de patadas (a veces literales) mientras realizas aquello que supuestamente te apasiona. Los Coen son capaces de contarlo de una manera bella y triste, con su característico humor cínico pero también cariño por unos personajes desubicados en la vida, y con una fabulosa delicadeza visual.
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