Jordi Hurtado es un ser extraño, casi de ciencia ficción. Nació en 1957 en los alrededores de Barcelona y desde entonces no ha cambiado demasiado ni de cara ni de voz ni de gafas ni de oficio. A veces lo veo y me da miedo. ¿Cómo puede un ser vivo resistir así al paso del tiempo? ¿Le darán por encima una capa de vitamina C de vez en cuando para conservarlo como está?
Lo conocí como oyente en sus tiempos radiofónicos de ‘Lo toma o lo deja’, un concurso (vaya, qué sorpresa) en el que el mayor premio posible eran 64.000 delasantiguaspesetas, que no sé cuánto sería en maravedíes pero que en euros apenas da para unas cañas bien acompañadas. Recuerdo la cifra porque eran memorables sus alaridos: “¡Sesentaycuatromiiiiiiiiiiiiiiil pesetas! ¿Lotomaolodeja?” Y el concursante, anestesiado por el grito, lo dejaba estar.
Y desde entonces hasta ahora es como si no le hubiera perdido la pista jamás.
Lo he visto siempre igual. Si es que, por no cambiar, ni siquiera ha cambiado de programa. A ver, que sí, que ha presentado un chorro de espacios, y para los curiosos dejo abajo su currículum, pero tengo la impresión de que la mayoría de ellos son siempre lo mismo: concursos de preguntas y respuestas en los que aquel que sabe contestar a la primera cuál es la masa atómica del disprosio restada a la raíz cuadrada de pi multiplicado por la edad de Marujita Díaz recibe el mayor de los premios: un fuertaplauso, un bocadillo de chóped y una palmadita en la espalda. Si hay que buscar una foto para ilustrar la palabra encasillamiento, ahí tenemos la de este buen hombre.
Yo tengo una teoría para entender la esencia de Jordi Hurtado y, sobre todo, cómo es que lleva presentando ‘Saber y ganar’ desde 1997 y sin parar. No se trata, como apuntó alguien por ahí, de que Hurtado esté muerto o sea un robot. Qué va. Lo que pasa es que un día el tío se hizo fuerte en el plató y los directivos de TVE lo dejaron estar porque, total, el hombre se conforma simplemente con salir por La2 y tampoco es caso de liarla tontamente. Y ahí se quedó. Yo creo firmemente que cuando acaba el programa lo meten en una caja que queda escondida detrás del decorado y por la mañana lo despliegan, lo lavan un poco y vuelta al asunto, a regalar bocatas cuando alguien sabe referir en código morse el nombre completo de la Duquesa de Alba traducido al arameo occidental.
Apuesto a que en el desván de su casa tiene un retrato de sí mismo hecho una piltrafa humana, como Dorian Gray. Pero eso le permite seguir ahí un día más, con su sonrisa tiesa de como que alguien le está tirando de algún sitio y debe mantener la compostura mientras dice impertérrito su coletilla: “Saber y ganar”. O “Si lo sé no vengo”. O “Lo toma o lo deja”. Tanto da, que todos son hexasílabos y todos los entona igual. Lleva 30 años haciendo lo mismo y ya no le viene de aquí.
Tengo otra teoría más. Hurtado es en realidad una ONG de ayuda a seres inseguros. A la que alguien se pierde de época por ejemplo por haber estado en coma durante años tras una caída tonta en la cola del pan, se le hace ver un rato a Jordi Hurtado y así esa persona siente que por lo menos Hurtado no ha cambiado. Es como lo de la película ‘Good Bye, Lenin!’, pero en formato catódico.
Pero para que no se diga que juzgo a la gente sólo por estereotipos, debo admitir que Jordi Hurtado es un gran profesional del medio. Sólo así se entiende que sea capaz de aguantar todos estos años con un mismo formato y sin haber sucumbido a los muy diversos cambios que se han producido a su alrededor en una franja horaria que resulta impensable sin él. Desde luego, Hurtado está dentro de ese selecto grupo de presentadores entrañables. ¿Cómo lo veis vosotros?
Ficha en IMDB | Jordi Hurtado