'MasterChef', un casting "variadito" para calentar motores

Ayer se estrenó la cuarta edición de unos de los talents culinarios más populares de nuestro país. El formato de 'MasterChef' llegó para quedarse y para dar alguna que otra alegría a la tele pública que ha sustituido el flamante (y ya enterrado) 'En la tuya o en la mía' con un estreno que le llevó a conseguir el 15,5% de la audiencia y superar al final de 'Buscando el norte' en Antena 3.

Es cuando vemos las ediciones de otros países cuando mejor podemos valorar el mérito de este concurso. En Estados Unidos o Italia (programas que podemos seguir por Cosmo TV) la duración de los capítulos es prácticamente la mitad de lo que obliga el prime time en España, por lo que los responsables de Shine Iberia tienen que hacer bastantes virguerías para mantener la emoción y el interés.

Y aún no ha empezado la acción

Como suele pasar en este tipo de concursos, se trata de rentabilizar al máximo todas las fases de casting, teniendo en cuenta que la variedad de personalidades, anécdotas y peripecias van a servir para conectar con el público aún antes de que las cocinas se abran de una forma definitiva y tengamos esa primera prueba de 'La Caja Misteriosa'.

Así, comenzamos con 400 aspirantes que cocinaron en el exterior y que pronto quedaron reducidos a 30. La llegada al estudio se realizó con giro incluido, como supuso el hecho de que los concursantes se creyeran los elegidos y no tuvieran en cuenta que, de nuevo, habían de competir entre sí para reducir su número a la mitad.

Y, después, un ramillete heterogéneo que bailaba entre el difícil equilibrio que supone tratar de evitar que la cosa caiga demasiado en el lado de la telerrealidad: hermanas gemelas, madre contra hijo, pedida de mano, nervios, lloros, alegrías, historias personales de todos los colores... pero sobre todo, un puñado de platos interesantes que nos hacen esperar el nuevo programa con entusiasmo.

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