Pese a que era una idea ya explorada por éxito en otros países, la idea de ver una edición infantil de la versión española de 'MasterChef' no era algo que me sedujera demasiado, tanto por verlo demasiado limitado como por el hecho de que la televisión española se está acercando peligrosamente al punto en el que me saturen los programas de cocina --algo que estoy convencido de que terminará sucediendo a lo largo de 2014--. El primer gran acierto de RTVE para vencer esa pereza fue reducir drásticamente su duración a únicamente cuatro programas y además emitirlo durante las vacaciones navideñas, una etapa del año que no se caracteriza precisamente por la abundancia de novedades interesantes.
Mi compañero Jose ya nos dio una primera valoración tras la emisión de sus dos primeras entregas que comparto bastante, ya que perfectamente podríamos decir que estamos ante una réplica del 'MasterChef' español eliminando la necesidad de competir por el encanto propio de los más pequeños de la casa. Sin embargo, hay unos cuantos detalles en los que me gustaría incidir aprovechando que anoche concluyó la primera edición de 'MasterChef Junior'.
La naturalidad de los chavales
Siempre digo que uno de los mayores retos a los que se enfrenta cualquier reality o talent show es la necesidad de dar con el casting adecuado para conseguir captar el interés del público, sea cual sea la forma de lograrlo. Puede ser que encuentres varios concursantes que conecten con diferentes tipo de espectadores --uno de los mayores logros del 'MasterChef' español estuvo ahí--, que simplemente todo el grupo consiga crear un clima entrañable o de sana competición o simplemente que un participante estrella se lleve toda la gloria. En el caso que nos ocupa ha habido un efectivo combo entre las dos últimas opciones, aunque vayamos paso a paso.
Soy de la creencia de que es muy sencillo que los niños en televisión puedan resultar cargantes o simplemente intrascendentes para el espectador, ya sea porque los nervios se apoderen de ellos o porque simplemente su personalidad no sea muy de mi agrado. Ojo, con esto no quiero validar auténticos disparates como los leídos en twitter criticando como si les fuera la vida en ello a algunos de los participantes de 'MasterChef Junior', sobre todo porque se consiguió recrear un buen rollo y compañerismo que se contagiaba al espectador.
La naturalidad de los concursantes para decir lo que realmente pensaban, actuar por su cuenta --aunque siempre aceptando de buen grado los consejos que recibían de parte del jurado-- o alabar y consolar a sus compañeros era algo que nos creíamos sin dudar ni un segundo de sus intenciones. Y es que, guste más o menos, estamos ante un formato no ya blanco, sino blanquísimo en el que únicamente pequeños y extraños deslices --¿A quién se le ocurrió que era buena idea enseñarles un ternero cuando poco después tenían que cocinar con carne de otro? Por no hablar del detalle de dejarles utilizar vino para cocinar, que para saber si van por buen camino tienen que ir probando lo que están haciendo-- rompían su encanto. También que cada programa duraba más de la cuenta, pero es algo que estoy dispuesto a dejar de lado cuando han sido únicamente cuatro.
El genial desparpajo de Aimar
Por más que alabe sus virtudes y señales sus defectos, estoy convencido de que 'MasterChef Junior' difícilmente van a encontrar a un participante en próximas ediciones que cuente con el carisma y desparpajo de Aimar, el chaval capaz de despertar el instinto paternal --o maternal-- incluso en aquellos faltos de ello. No tardó en quedar claro que no era el mejor cocinero y también que cometía ciertos errores de bulto en los que la mayoría de sus compañeros no incurrían, pero ese niño es oro puro, tan entrañable y adorable que sólo podías reírte ante sus comentarios, especialmente cuando tenía que justificar ante los jueces alguno de los errores que había cometido --a veces hasta me parecía que le daban algún punto sobre todo por esto--.
Resultaba perfectamente comprensible que también diese la sensación de ser el que mejor caía entre todos los participantes y la avalancha de lamentos cuando finalmente fue expulsado fue hasta memorable. Con todo, el tema de las expulsiones fue otro de los aspectos más espinosos, ya que en esta ocasión la pena de los chavales era algo tan verídico y creo que el programa supo llevarlo bastante bien, sobre todo a medida que se iba avanzando e incluso llegó a haber consuelos individualizados. Algunos podrán verlo como una concesión sentimental, pero dada la apuesta tonal de 'MasterChef Junior' no creo que haya nada que objetar.
Quejas personales
Nunca hay que caer en el error de llenar cada escrito con "en mi opinión" --es algo que se debería dar por sentado--, pero en el caso que nos ocupa me gustaría incidir en ello ya que no creo que fueran auténticos problemas, sino aspectos que a mí no me terminaron de gustar, pero en los que realmente poco más se podía hacer. El más grande es la creación de una superflua sensación de competición --Ana Luna deseando que Juan no pasara a la final o la suave sensación de que este último venía a cubrir el hueco de villano de la función, aunque fuera simplemente por mero defecto-- que en ningún caso llegaba a transmitir que realmente lo era, pero bueno, al no estar Aimar algo tenían que hacer para animar el cotarro y que no les quedara un último programa descafeinado.
El otro detalle es que me desconcertó un poco la emisión por parte de La 1, ya que se emitieron los dos primeros programas tan de seguido --el 23 y el 25 de diciembre-- que luego hasta se hizo demasiada larga la espera para ver los demás. Una táctica comprensible para crear interés en el público, pero que se tradujo con que se me pasara la emisión del tercero y luego fuera completamente imposible su visionado sin saber de antemano su resultado. No tengo muy claro cómo hubiera solucionado esto --¿un quinto programa, estrenarla el 25 y comprimirlos todos entre ese día y el 6 de enero?--, pero es la otra pega que tengo.
Apuntes finales
No os creáis que considero que 'MasterChef Junior' sea una joya televisiva pese a la escasa trascendencia de mis quejas, ya que tengo bien claro cuáles eran sus aspiraciones y como pequeño aperitivo antes de la llegada de la segunda edición de 'MasterChef' ha funcionado muy bien. También tengo claro que sin Aimar lo hubiera visto con menos interés y seguramente hubiera añorado más la sensación de competición, pero no ha sido el caso, por lo que mejor disfrutarlo por lo que ha sido --que se puede sin hacer concesiones que en otros casos no harías-- que lamentarse por lo que podría haber sido.
Vía | 'MasterChef Junior', buscando la complicidad de un niño
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